La magia de las pequeñas cosas
Él se arregla y ella aparece. Se miran, intentan un diálogo y desean la conversación. En esta última palabra, se concentra una puesta que va desde la sutileza extrema hasta ciertos manejos de poder y de cuestión de género. Se inicia desde el conocimiento mínimo de los protagonistas, como si fuera un ring de boxeo, con unos momentos previos de “estudio” para pasar a la “acción” propiamente dicha.
La dramaturgia es poética pero no exenta de contundencia en el diagrama de personajes por demás descriptivos al tiempo que cuentan con una actualidad elocuente. Mientras que la mujer es poseedora de un carácter definido, el hombre navega entre la indecisión y sus miedos que lo ubican en cierto lugar de tierna indefensión. Pero ojo, esto no es para que el hombre (y los que se sientan –lamentablemente- identificados) sea “consolado” sino para que tome conciencia que el tiempo pasa, la mujer crece y él se estanca. Es ella la que tiene una decisión un tanto más seria que una cita a ciegas en busca del amor. Los personajes son excelentemente interpretados en medio de una escenografía austera e imaginativa para ubicar la acción en cualquier lugar reconocible pero no identificable.
Otro punto a favor es que los diálogos son ricos en las múltiples lecturas que se pueden realizar, con cierta ironía en ellas. Todo gira en torno al amor pero no de una manera romántica o naif sino que busca otros pares con los cuales relacionarse, como con el odio, el dolor, la ausencia, la finalización y la reciprocidad del mismo. El ritmo es pausado pero muy interesante en el contenido de sus palabras asi como en las acciones que parecen conducir a un camino final, pero sin que esto implique que sea tal como parece ser.
Sol Pavez creo una fábula interesante y rica en contenidos en donde pone sobre la mesa cuestiones a debatir desde un lugar de seriedad pero sin perder la sutileza ni la poética tan propia –y bellamente- femenina.