De esta manera, se juntan en un restaurant a jugar todos los que trabajan en el mismo, desde el mozo hasta el dueño pasando por los cocineros o el hijo del dueño. Así, las miserias humanas asi como las ambiciones –las que derivan en codicia y las que quieren una mejora personal y laboral- van saliendo a flote. Esto sin contar con el mix que implican las deudas de juego y la voracidad (auto) destructiva de los jugadores compulsivos –y los no tanto- perdidos ante la adrenalina de jugarse el todo por el todo. También se destaca la relación padre-hijo que atraviesa varias cuestiones relacionadas al “deber ser” entre tantas alusiones. El diseño del espacio es uno de los grandes aciertos de la puesta, creando tres escenarios distintos, sin que se amontonen uno arriba del otro y brindando comodidad y realismo para el desarrollo de las actuaciones.
Por otra parte, el tratamiento del tema “póquer” es valorable en la dramaturgia y en la adaptación ya que atrapa a todos, sepan jugar póquer o no, con lo cual es una puesta “inclusiva” para con los espectadores. Mariano Caligaris y Fernando Margenet se destacan dentro de un elenco solvente.
“Dealer manda” atrapa e inquiere, dejando la sensación de haber protagonizado una partida de póquer por demás inolvidable.