Disco: “Anywhere I lay my head” de Scarlett Johansson


Es imposible (lo aclaro y lo reconozco) empezar a hablar de este disco sin ningún tipo de prejuicios. Más aún porque a Scarlett Johansson parece que se le perdona todo. Tiene ese aura que muy pocas tienen. También es poco probable que algunos lectores no me califiquen de “baboso” como mínimo y me hagan la pregunta “si era fea ¿alguien le hubiese dado bola?”. Esta pregunta es un supuesto que no podemos contestar. Aquí tenemos un objeto concreto, que es un disco, casi un tributo que realiza Scarlett al gran Tom Waits y que es su debut en la arena musical.


Uno de los méritos del disco es que todos los temas fueron trabajados de tal manera que la escucha atenta permite descubrir cual es cual.Ya desde la primera canción hay una vorágine sónica, con una instrumentación barroca –si vale el término- previo al comienzo vocal de la cinta que se inicia con “Town with no cheer”, lejos de las gaitas originales del original para crear un clima nuevo y también bastante urbano en su atmósfera. 
Con “Falling down”, crea una nueva canción que mantiene esa cadencia de melancolía que la voz de Scarlett (con sus –muchas- limitaciones) brinda en una pose de “niña bella y triste”. Los arreglos son de los mejores del disco. Aquí, David Bowie aporta armonías vocales para el simple de difusión del álbum.


Con “Anywhere I lay my head”, el intento de fraseo de Scarlett le da cierta naturalidad, con toda una pared de sonido detrás suyo. En “Fannin Street”, el Duque Blanco vuelve a aportar coros para una canción de las más logradas para el registro de Scarlett, con la que el clima del disco vuelve al camino de la melancolía de eterno perdedor que transita el inspirador de este disco.



“Song for Jo” es una canción escrita por Scarlett, original para este disco. El tema es fresco, con buenos arreglos y su voz saliendo de una cámara para lograr un buen tema, que coincide plenamente con el espíritu del álbum. En “I wish I was in New Orleans” mantiene la cadencia del original pero con las particularidades de su voz. Cuando se escucha los primeros cinco segundos del comienzo de “I don’t wanna grow up”, no se confundan. No son los Pet Shop Boys con “Always on my mind”; es Scarlett haciendo un tema de los Ramones. Quizás este sea el tema más flojo del álbum. A pesar de este traspié, con “No one knows I’m gone” se rehabilita con una canción tensa e industrialmente elaborada, con climas campestres. 



El disco termina con “Who are you”, originalmente grabada por Waits para “Bone Machine”. Aquí Scarlett mantiene la atmósfera que rodeó al álbum desde su inicio. Con este tema, la diva clava la bandera de que el disco fue hecho en serio, con respeto y por profunda admiración a Waits y no como un simple capricho de actriz hollywoodense. Además, no se limitó a hacer covers que suenen casi igual que el original sino que hubo un trabajo importante en los arreglos de las canciones.
Es para destacar que el repertorio que eligió se basa en lo que podría decirse la segunda parte de la etapa de la carrera de Waits, a partir de los años 80, cuando deja de ser el crooner de los melancólicos y pasa a utilizar máquinas y distorsiones varias. Solo “I wish I was in New Orleans” es de los 70, del disco “Small Changes”.



En el álbum debut de Johansson destaca la colaboración del productor David Sitek, el guitarrista de la banda Yeah Yeah Yeahs, Nick Zinn, y el guitarrista de Celebration, Sean Antanaitis.

Con el que fue su inicio en la música, Scarlett Johansson dio muestras que no temía arriesgarse con un repertorio por demás complicado como el de Tom Waits. Sale airosa de este primer disco por demás arreglado al que le impone su carisma y un tono de voz que cuaja perfectamente. Prejuicios de lado, es un disco disfrutable de principio a fín. 


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