A partir de una idea pequeña y muy autoreferencial, un escritor que desea realizar su obra perfecta. La puesta busca mostrar todo ese proceso creativo en el cual no van a estar ausentes ninguna de las formas convencionales (o no) de fomentar la creatividad, desde la meditación hasta las drogas. Asi, el talentoso Miguel Ángel María Pertuzzi desarrollará su actividad en la habitación de su casa, con las visitas ocasionales (su novia Cynthia y su amigo Hugo), creadas a través de un buen manejo del lenguaje y del espacio. Esta habitación está muy bien creada por la interesante escenografía concebida que le da una identidad a toda la puesta.
Ramiro Agüero dota a su Miguel Angel de simpatía y ternura, pero no del aura de “escritor consumado” (en el eventual caso que este haya sido su deseo). La obra peca, sin embargo, de ser reiterativa en tanto recursos a utilizar. Además, en algunas partes, la ironía que se intenta deja paso al chiste interno, solo captable para la gente de teatro o “del palo”. De esta forma, termina siendo una sucesión de gags que podrán ser graciosos o no, según la procedencia de cada espectador.
“El Ascendente” intenta subir más de lo que realmente puede.
