Velada Fantômas (Teatro)

Una fábula fantástica


Autoría: Robert Desnos. Idea, traducción y dramaturgia: Ricardo Ibarlucía. Con Julián Larquier Tellarini, Horacio Marassi, Marcelo Mariño, Margarita Molfino, Jorge Prado, Pablo Sigal, Alberto Suárez y Katia Szechtman. Presentador/Cantante: Gabriel Carasso. Músicos: Matias Cadoni, Griselda Giannini, Martín Mengel, Matias Nieva, Gonzalo Pérez Terranova. Vestuario: María Emilia Tambutti. Escenografía y objetos: Ariel Vaccaro. Iluminación: Eduardo Pérez Winter. Asistencia de dirección y producción ejecutiva: Carolina Martin Ferro. Producción: Centro Experimental Del Teatro Colón. Música y dirección musical: Gabriel Chwojnik. Adaptación, puesta en escena y dirección: Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu


Hasta Trilce. Maza 177. Viernes y sábados, 21 hs; domingos, 19.30 hs.


Tormenta de ideas, de caminos que se abren con destino desconocido al tiempo que se van construyendo al andar. “Velada Fantômas” implica iniciar un viaje donde la imaginación y el disfrute van a la cabeza de las tantas virtudes que tiene la puesta. Su deseo de expandir el horizonte de expectativas del hecho teatral llega al punto exacto.

En este caso, la dupla compuesta por los directores Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu une fuerzas con Ricardo Ibarlucía y Gabriel Chwojnik para crear una puesta tan rica como ambiciosa. Ibarlucía puso la idea y la dramaturgia la cual fue dirigida por el mencionado tándem de directores al tiempo que Chwojnik se encargó de la música.


Estrenada originalmente en el Teatro Colón, se ha mudado al barrio de Almagro donde el víl Fantômas continúa con sus crímenes al tiempo que las fuerzas del orden querrán detenerlo cueste lo que cueste. Maestro del arte del disfraz y el escape, Fantômas realizará todo tipo de tropelías en las narices de sus perseguidores, siempre con una risa potente y malévola saliendo desde sus entrañas. Cambiará de identidad y fisonomía con tal de llevar adelante sus malévolos designios.

En este caso, el escenario será dividido en tres espacios. Cinco músicos –Chwojnik incluido- se ubicarán en el flanco izquierdo, siempre desde la perspectiva de la platea. El centro de la escena será donde se desarrollará la acción por parte de los cuatro actores que darán vida a los personajes cuyas voces serán realizadas desde el flanco derecho por otros tantos que se transformarán en locutores.

Pero no se asuste, estimado/a lector/a que no es tan complicado. Este dispositivo escénico permite aprehender la puesta desde diversas variables. El desdoblar aquello que se escucha de lo que se ve al tiempo que se aprecia quien pone el cuerpo para seguir la actuación es un ejercicio fantástico. Más aún cuando Alberto Suarez y Pablo Sigal son las voces de Horacio Marassi y Julián Larquier Tellarini en sus respectivos y variables personajes, a las que dotan de un histrionismo tan propio como exacto. Solamente Jorge Prado será un Fantômas de tiempo completo en un personaje que le calzó a medida. Margarita Molfino será hombre o mujer de acuerdo a lo que dictan las circunstancias con elegancia y soltura, que se condice con los aportes vocales de Katia Szechtman.

El texto es delicioso y capta la atención inmediata al tiempo que los presentes se dejan llevar por la cadencia de la puesta. El ritmo es dinámico pero no veloz, con lo cual el espectador estará sentado en la punta de su butaca, impaciente con respecto a lo que irá ocurriendo sobre tablas.

La música es la tercera pata de la puesta a la que enriquece a través de arreglos sublimes constituyéndose en un personaje más de la obra.

Igualmente, para obtener este desarrollo tan aceitado en el desarrollo de la puesta, no hay que olvidar a un personaje clave. Es fundamental el aporte de Gabriel Carasso en su doble rol de presentador y cantante. Con un look y una fisonomía que es un mix entre el Miguel Zabaleta y Omar Chabán en los 80, Carasso dará comienzo a cada escena con un relato en tono de canción (¿?) previo a las acciones.


El radioteatro y la ópera son condiciones de producción fundamentales en la gestación de la puesta. La impronta de ambas expresiones artístas son netamente reconocibles en el ADN de la obra. En otra dimensión, la estética de comic que se observa sobre el escenario es atravesada por una apreciable influencia cinematográfica (más precisamente del cine mudo) que entra en sintonía exacta con la precisión quirúrgica no exenta de sensibilidad de la troika música-voces-actuación.  Con un vestuario tan ilustrativo como relevante para la construcción de los personajes, será la escenografía compuesta por un imaginativo pero sencillo dispositivo -¡excelente concepción y realización!- de tal versatilidad que podrá ser una horca, un barco, un coche o un ataúd.


“Veladas Fantômas” es una gema del teatro porteño que brilla con luz propia en un trabajo excelente en toda su concepción. Es ese tipo de puestas que, verlas solo una vez, no le brinda justicia a la riqueza puesta en su creación ni al disfrute que implica vivir esta experiencia teatral.

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