Dramaturgia y dirección: Silvio Lang. Indagación escénica y musical del poemario homónimo de Roberto Jacoby y Syd Krochmalny. Con Marcos Arriola, Marcio Barceló Mannelli, Eva Calderone, Augusto Chiappe, Juan De Rosa, Tomás Deías Spreng, Julián Dubié, María Jesús González Landeta, Ramiro Guggiari, Rodrigo Hache, Julia Hadida, Soledad Marrero, Hugo Martinez, Javier Olivera, Rodolfo Opazo, Nahuel Vec, Valentin Piñeyro, Juanse Rausch, Flor Sanchez Elía, Nehuen Zapata, Gianluca Zonzini. Diseño de maquillaje y de máscaras: Emanuel Nem. Diseño de luces: Fernando Berreta. Diseño y edición de sonido: Marcos I Zoppi. Diseño Audiovisual: Tomás Deías Spreng. Video: ORGIE, Lac, Sebastián Freire, Daniela Horovitz, Magalí Matilla, Julián Merlo, Yasmín Reguero. Diseño gráfico: Julián Dubié. Entrenamiento corporal: Pablo Fermani. Entrenamiento Coreográfico: Rodolfo Opazo. Asesoramiento de vestuario: Endi Ruiz. Asesoramiento Teórico: Santiago Azzati y Pedro Yague. Asistencia general: Jimena Mejuto y Estefanía Piotrkowski. Asistencia de dirección: Braian Alonso, Sofia D´Amelio y Ramiro Guggiari. Asistencia De Escenas: Ignacio Cerbino. Coordinación de producción: Silvina Gonzalez, Damasia Lacroze, Malena Levy. Dirección musical: Valentin Piñeyro. Compositor: ORGIE, Valentin Piñeyro.
Última función realizada: Miércoles 8 de noviembre. Centro Cultural Caras y Caretas. Sarmiento 2037. A las 21.30 hs
Silvio Lang propone un “in your face” constante y duro. Uno de los tantos puntos a destacar es que es un espectáculo sin moraleja o similar. Simplemente relata, cuenta aquello que toma como objeto de estudio al tiempo que realiza la construcción de un “otro” que también es odiado. Se pone la lupa en un punto respecto a donde se ubica aquél que odia. La forma en que el “odiador” es mostrado se condice con aquél que uno conoce. Puede ser su pariente, pareja, vecino o lo que sea, que comparte la vida con uno pero con ese costado que se desnuda, quedando al descubierto su naturaleza.
Los textos son llevados adelante por el dúo pop “Los Ángeles de Rawson” y un coro de tres voces que harán de la puesta un recital performático-político-social de retroalimentación constante con el público presente. Serán esas palabras las que reflejan al tan mentado “soberano”. El que siempre tiene razón aunque no la tenga. El que votó al día de hoy a los dueños de la pelota aún sabiendo que no la van a prestar nunca. Es la palabra de un determinado recorte de la población el cual termina escupiendo para arriba.
En el centro del escenario, habrá cuerpos que se mueven y movilizan al ritmo de las melodías y las letras de las canciones. participes/victimas/victmarios de aquello que se canta. Que la letra de las canciones hagan mención a marchas, piquetes, linchamientos, será la consecuencia lógica de los acontecimientos. Será la voz cantante la que pida y exija por una defensa de valores que no solo se basan en su propio egoísmo sino en la quita de derechos. “Una bala para un villero” o “pobres por no trabajar” son frases que no sorprenden pero que, al quitarlas de su contexto original y ponerlas en un escenario, pavoneándose orgulloso de lo dicho, no es algo tan visto. Es más, ahí es donde se produce la eclosión entre el “deber ser” y lo que piensa realmente el individuo. En ese momento de choque y contradicción –absolutamente personal del individuo- será esa violencia contra el otro en vez de la autocrítica personal. Al fin y al cabo, ¿Quién resetea su propio disco rígido en formato de crianza?
Ese escenario será donde se ubique un estado de naturaleza donde lo salvaje está a flor de piel, a punto de explotar, motivo por el cual se necesita de la ayuda de algo o alguien que pueda salvar a los bienpensantes de la turba. Una especie de “El matadero” de nuestros tiempos. Como si Echeverría hubiese sido parte del contexto. Hombres y mujeres indeterminados para cierto ojo etiquetador que los verá a través de sus preconceptos. En este punto, podría parafrasearse algunos pensamientos de Jean Paul Sartre respecto al antisemitismo. Cuando dice “Si el judío no existiera, el antisemita lo inventaría” o “El antisemita es, en lo más profundo de su corazón, un criminal. Lo que desea, lo que prepara es la muerte del judío”, es menester realizar el cambio del sujeto al anti-K (que se extiende a todo lo que no es como él y tiene enemigos bien definidos y visibles. No nos olvidemos de los “zurdos”). Si alguien piensa que es exagerado lo dicho, se le solicita que lea las cartas de lectores de La Nación y Clarin. Por su parte, Daniel Goldhagen y su “Los verdugos voluntarios de Hitler” se relaciona directamente con la concepción de los valores de la población.
La elección de la música pop no es en vano. Más allá del gusto personal, es el tipo de melodías que llega rápidamente por su buen sonido y lo agradable de sus arreglos que resultan al oído. El efecto no sería el mismo si se tomase al rock o al punk como género a desarrollar musicalmente. Con el pop, llega de mejor manera y aún más contundente. Ya lo decía Miky Vainilla con su “pop para divertirse” que se hizo carne en la campaña política de Cambiemos y sus propuestas bien edulcoradas pero sin contenido alguno. Siguiendo esta línea de pensamiento, tampoco resulta extraño que la voz solista de los temas sea a cargo de quienes forman parte de ese conglomerado de seres que pujan por un lugar en ese espacio. ¿Acaso alguien que forma parte de ahí, podría levantar la voz contra sus pares, olvidándose de donde pertenece? Una perfecta asociación con una sociedad desclasada tal como la que impera hoy en día.
El público sigue cada una de las canciones en vilo tras el shock inicial de acomodarse a un nuevo código de comprensión de lo que ocurre. El texto interpela a una parte del público a través de los mismos códigos que ellos usan para defenestrar a ese otro odiable. Ese discurso desenmascara a más de un habitante en tanto y en cuanto se pone en un zugzwang de carácter ideológico.
También estará la lupa puesta en ese público que ve y recibe esa vorágine de ideas y conceptos del escenario. Habrá quien ría con complicidad, el que contemple todo con ojos que mezclen bronca e incredulidad. No faltará quien se quede con la forma más que con el contenido. Todos los públicos. Todos, algunos, ninguno.
Una periodista amiga, a quien respeto y quiero me dijo “Es muy fuerte esto”. Mi respuesta fue “Es lo que somos”. Porque, por más que uno quiera salir o hacer mención de lo que se dice ese otro, forma parte de esta sociedad.
“Diarios de odio” es ponzoñosa, molesta e irritante. Justamente por eso es tan necesaria como imperdible. ¿Por qué el arte (en este caso, el teatro) se volvió contemplativo con el poder y con el público? En medio de una cartelera donde siguen pululando las familias disfuncionales y las historias pequeñas sensibloides (de las cuales ya nos hemos referido aquí: http://bit.ly/2jSWHOj ), Silvio Lang busca correr los límites del presente teatral con una puesta vertiginosa, de absoluta actualidad. Correr y romper limites para llamar a la reflexión. Crear nuevos espacios y abrirlos a nuevas ideas. Teatro que ilumina y no pasteuriza. Teatro, simplemente teatro.