Millones de segundos (Teatro)

Yo contra el mundo


Dramaturgia & dirección: Diego Casado Rubio. Con Raquel Ameri, María Rosa Frega y Víctor Labra. Iluminación: Verónica Alcoba. Vestuario: Vessna Bebek. Producción Ejecutiva: Felicitas Oliden. Asistente de dirección y Productor General: Juan Borraspardo. Una creación de El Principito producciones.


Teatro El Extranjero. Valentín Gómez 3378. Jueves, 21 hs y domingo, 18.30 hs


Sorpresa. Estupor. Dudas. Sensaciones varias atraviesan a un espectador que se sienta en su platea y ve como está en medio de la puesta con un simple golpe de vista. Un cuerpo desnudo abre la escena. El impacto es inmediato y atraviesa tanto a los sentidos como los prejuicios.

Desde un espacio casi a oscuras, una tablet dispara imágenes que van brindando cierta claridad respecto a “un tiempo que fue hermoso” pero con el interrogante si “fui libre de verdad” tal como dice la famosa canción. Una serie de cubos que mutará en sus colores, cortesía de la luz que tienen incorporada, se intercalará con la iluminación propiamente dicha. Podrá ser una disco como una calle donde el peligro espera a la vuelta de la esquina. El carácter despojado del escenario servirá para brindar mayor potencia dramática al relato de la historia de Alan que se reconoce como tal al tiempo que declara a viva voz su decisión. 

Diego Casado Rubio escribió un texto visceral, que planta bandera respecto a su temática en tanto el frenesí que atraviesa a una puesta que no da respiro. Es la punta de un iceberg que desnuda los aspectos más nocivos de una sociedad enferma de odio y desprecio para todo aquél que no encaje en sus normas. Los planteos van más allá de la tolerancia y el respeto para meterse directamente en la cuestión identitaria. El bullying que sufre Alan en los contextos que vive se encadena a la relación con su madre que no termina de verlo como él desearía que fuera. ¿Podrá hacerlo ella sin poner en duda sus propios valores, con los que se ha criado y conformado su propia identidad?

El desarrollo de la puesta en relación con el público, se condice con la de aquél boxeador de poderosa pegada que persigue a su rival para acorralarlo y acabar la pelea con un solo golpe. Será la visión descarnada de la vida de Alan la que impide algún tipo de pasteurización de la situación para convertirla en una obra ATP. No, no lo es ni tiene porqué serlo. Es la experiencia que golpea al corazón y pone al espectador contra las cuerdas de sus propios prejuicios. Imposible salir indemne ante lo visto. Hete aquí la pregunta respecto a las “formas” en que se logra tal efecto. Sumergiéndonos en el boxeo nuevamente, la pregunta sería si es más efectivo ganar con un solo golpe con la consabida espectacularidad que implica o a través de una técnica de calidad y una armonía cercana a la danza. Gustos son gustos al igual que las metodologías y decisiones al respecto. Desde lo que se plantea a primera vista, se sigue en ese tour de forcé de vértigo constante.


Por otra parte, la actuación de Raquel Ameri es fantástica, transitando un personaje único. Su físico puesto a disposición de lo que requiere una dramaturgia elocuente.  Su cuerpo lleva a Alan en sus sensaciones para con un mundo hostil. Vive la vida sin ningún tipo de profilaxis, con el corazón en la mano. Al respecto, no hay un sentimiento de culpa que la atraviese, tal como mucha obra “políticamente correcta” deja como puerta abierta para que cualquier prejuicioso/a pueda escapar por ahí, sin sentirse mal por su propio dispositivo discriminatorio. Aquí, no se da esta situación. La obra no perdona y gana por KO por el golpe de efecto que logra en este sentido.

Tanto Victor Labra como Maria Rosa Frega desempeñarán sus roles con precisión. Labra será Samson, ese amigo protector que nunca te deja de amar y proteger a cambio de una muestra del amor más puro. En cambio, Frega vuelve a ser una madre dentro del universo Casado Rubio (la anterior había sido en la elogiada “Mujer cama”) pero con una visión completamente diferente. No solo se agradece el no caer en la  repetición sino la posibilidad de dar cuenta de su versatilidad como actriz.

El vestuario de Vessna Bebek es tan creativo como preciso. Enmarca a los personajes pero con un especial toque de audacia.

Mientras tanto, en las butacas, la atención del público es absoluta. No vuela una mosca. Hasta se puede escuchar la respiración de quien está al lado de uno.


«Millones de segundos» es de esas puestas que responden al axioma de «veni, vidi, vici» por la contundencia y el ritmo con que se desarrolló. Más allá del aplauso final, es toda una experiencia ver los rostros del público a la salida. Cierto silencio reflexivo los atraviesa pero como siempre decimos, es más que eso. Es la experiencia de haber vivido un momento en el cual las emociones y pensamientos fueron puestos a prueba y contrastados. Es pensar, reflexionar y sentir. Quizás por eso, en este caso, no importe tanto las formas sino el objetivo logrado.

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