Es de las actrices más importantes del teatro argentino. Dueña de un talento enorme y una vasta experiencia en las tablas, no rehúye desafíos artísticos. Forma parte de dos propuestas tan interesantes y diferentes como “La verdadera historia de Ricardo III” en el Teatro San Martín como de “Carnada” en el Portón de Sánchez. La enorme Ingrid Pelicori habla del teatro, Shakespeare, la crítica y la coyuntura actual sin pelos en la lengua.
Fotos: Cecilia Inés Villarreal.

– Ingrid, en tu trayectoria hiciste muchos clásicos. Esta versión de Ricardo III ¿lo es?
– Es un espectáculo de Calixto Bieito. Más que nada. Entonces, sí. “La verdadera historia de Ricardo III” está, quizás con un recorte muy particular, con una mirada donde Calixto quería hablar de la maldad. Por lo tanto, no importa tanto la “anécdota” o que uno comprenda cada movimiento del asunto. Quién es pariente de quién y qué hizo. De por sí, es bastante complejo de entender el original. Me acuerdo que, al principio, me hice el cuadrito. “Este es el hijo de este”, “de otra familia”. Hay varios Eduardo, Isabeles, ¿pero éste cuál Eduardo es? El espectáculo va por otro lado y elige otro tipo de cosas. Es muy irreverente y provocador.
– Pasa el tiempo y Shakespeare siempre nos sigue hablando. ¿Es el más “moderno” de todos a pesar del paso de los años?
– En algunos sentidos, si. No sé si “moderno”, pero es de una riqueza tan grande que sigue hablándonos en todas las épocas. Cada vez pienso que, el que lo hace, ve cómo dialoga con los contemporáneos. No es solamente que “como es un clásico, hay que hacerlo”. Hay que escucharlo y ver cómo nos sigue hablando. Es tan rico, tan profundo y conoce tanto al ser humano que siempre tiene algo para decir y resuena en la actualidad. Cada vez que se hace, es a través de poder revelar eso que nos sigue diciendo hoy.
– ¿Cómo fue trabajar con Calixto estas nuevas formas de abordar este texto?
– Nunca había trabajado con él. Fue una experiencia particular en tanto estuvimos cuatro semanas. Nada más. Si bien estábamos contratados de un mes antes, el elenco ya se venía juntando. Cuando llegó, nosotros sabíamos la letra. Retocó muchísimo el guión, cortó un montón y agregó otras cosas, pero ya llegábamos con bastante trabajo hecho. Después fue ver a una persona con gran libertad para crear, cómo proponía lo que imaginaba y la forma en que resolvía las escenas. Desde nuestro lugar, jugábamos con ese permiso que nos daba.
– ¡Mirá que interesante!
– Si, si. Puede gustarte o no lo resultante pero la manera que él planeaba todo… Cuando presentó “La vida es sueño” en el San Martín, ya la había hecho en otro lado y reprodujo su propia puesta. Acá, no. La iba creando, inventando. Todo el tiempo recortaba y agregaba cosas, decidiendo el montaje. Fue una experiencia muy especial. Por eso, volviendo a tu pregunta, de algún modo, es un nuevo clásico. Una buena proporción de lo que se dice está en Shakespeare, más allá que estén atravesadas por otra cosa. Es clásico por cómo nos sigue hablando Shakespeare, a través de los años, por los nuevos modos que se habilitan desde su misma pluma.
– Desde el mismo inicio, se ven pantallas y Ricardo hablando, bien adelante. Imagino que hubo gente que no habrá terminado de vincular esa estética con el clásico, ¿no?
– Es un espectáculo en que hay gente que sale fascinada y otra que no le gusta nada. Te hablan muy bien de las actuaciones, pero no les gusta la puesta, la propuesta, la adaptación o la versión. Hay de todo, pero la sala se llena. Interés ha provocado y eso es indudable. Es muy lindo trabajar con la sala Martín Coronado llena. Además, Joaquín (Furriel), como protagonista, pone todo y tiene una entrega increíble. Un laburo fantástico en tanto como se pone al hombro la obra.
– ¿Qué te dice el público cuándo termina?
– Hay gente que le gusta a todo y sale impactada, diciendo “¡Wow! ¡Qué espectáculo increíble!, ¡Qué maravilla!”. Algunos elogian determinados aspectos y otros dicen que les molestó no entender algunas cosas. En este caso, al espectáculo no le preocupa que se entienda todo. Por ende, a los que no le gusta nada dicen “esto no es Shakespeare”. Así que, tenemos todo el abanico. Unos critican, otros se fascinan, pero todos quieren verla. Hay un “boca a boca” importante. Las aguas divididas pero todos quieren ver qué les pasa personalmente.

Clásicos en el San Martín
– Recién lo mencionaste a Joaquín que vuelve a hacer un Shakespeare, aunque diferente al “Hamlet” que hizo con Rubén Szuchmacher.
– Sí. Nada que ver uno con el otro. Rubén es de ir a contar la historia en sí, algo que a Calisto no le interesó. Es otra cosa. El ying y el yang, el agua y el aceite. Recordemos que, para este proyecto, Joaquín lo convocó a Calixto.
– En su momento, el “Hamlet” de Rubén -hasta que vino la pandemia- venía muy bien. Ahora, hay otro Shakespeare, el de Calixto y también está pegando fuerte…
– Hacer Shakespeare en el Teatro San Martín y más con un actor muy popular como Joaquín, funciona siempre, independientemente de la apuesta. Siempre hablando de propuestas de calidad. Va más allá del lineamiento, ya sea más clásico, más novedoso o de ruptura. A priori, tiene todo para funcionar.
– Noté que los colegas realizan la crítica de “Ricardo III” con “el freno de mano”…
– Sí… En general se elogió mucho las actuaciones. Hubo elogios con la recomendación a leer la obra antes de verla, para que pueda “entenderse” o una cosa así, qué sé yo. Pero, en general fueron elogiosas. Todo el mundo entiende que hubo buenos trabajos, aunque el camino no sea el que más guste. Es una forma diferente a la que uno hubiese tomado.
– La crueldad se puso de moda tal como está diciendo Ricardo…
– Sí, lamentablemente. Si bien la crueldad siempre existió, antes tenía mala prensa. En otras épocas en la historia de la humanidad pasó lo mismo, pero acá, en este momento, de un modo tan desembozado, tan obsceno, no. Es increíble que alguien a través de la crueldad pueda ser votado. Una cosa es la crueldad que tuvimos en la dictadura, con las cosas que pasaron. Otra es un discurso de la crueldad, que convoca al voto y la agresión. Es realmente muy preocupante.
Teatro que muerde e incomoda
– Contame de “Carnada”.
– Es una obra que escribió hace un tiempo Susana Torres Molina. La tenía ahí, a la espera. Se la ofreció a Cintia Miraglia que se interesó en el material. Fue Cintia la que convocó al elenco, que somos Carolina Guevara, Anahi Gadda y yo. Estuvimos ensayando el año pasado, de modo bastante esporádico porque andábamos todas con varios proyectos. Tuvimos la suerte de estrenarla en el Centro Cultural Borges que estaba llevando espectáculos con un recorrido. “Carnada” fue la primera en estrenarse allí. Además, es un lugar gratuito para la gente y te da la posibilidad de ensayar ahí. Una cantidad de facilidades que, en este momento tan difícil del teatro independiente, nos ayudó mucho.
– ¡Me imagino!
– Como la idea era siempre continuarlo, es que ahora estamos en el Portón de Sánchez, Después, veremos cómo sigue todo porque en la última semana de septiembre ya no estoy en Buenos Aires porque que vamos de gira con “Ricardo III”. Además, me llamaron para hacer el monólogo de Teatro por la identidad que va a ser los lunes de septiembre. Igualmente, vamos a seguir con “Carnada”.
– Se lo merece.
– Ahora que está tan duro el teatro, han surgido muchas posibilidades de giras, de llevar el espectáculo a distintos teatros del Gran Buenos Aires y algunos del interior cercano. Esto, en tanto los costos, pero hay un montón de posibilidades. Más, siendo sólo tres actrices. Vamos a darle otra vida en muchos sentidos al poder viajar y mostrarla en distintos lugares.
– ¿Cómo fue hacer esa madre…?
– No es madre…
– ¡Cierto! ¡Tenés razón!
– Soy madre en todos lados, como en “Ricardo III” pero no en “Carnada”. En un momento digo, “con quién quise tener hijos”. O sea, no fue madre, pero como las chicas dicen todo el tiempo “mamá, mamá”. Igualmente, después se explica esto ya que era para mostrar que cualquiera podría haber tenido una hija y le pasara “eso”.
– Entonces, corrijo la pregunta, ¿cómo fue hacer, digamos, esa esposa?
– Me interesó mucho meterme en ese mundo, ese curiosear… ¿Cómo puede ser el espíritu, la mente, el corazón, de alguien que convive con una persona capaz de ser un monstruo? Puede ser un violador, un genocida o cualquier persona que fuera a la casa, haga cosas tremendas. Esta mujer –supuestamente- no lo sabe porque él, con ella, es amoroso. ¿Cómo se puede convivir? El esfuerzo psicológico que implica no ver, ¿no? Hasta qué punto hay complicidad, ingenuidad o cómo se va de una a la otra. Me interesaba entrar en esa exploración pero dejarla en ese lugar y no ir a uno más de certeza. Poder mantener esa ambigüedad para que el espectador pueda hacer su lectura. Inclusive él mismo interrogarse. De hecho, yo también me quedo con la pregunta.
– Todos nos quedamos con la pregunta cuando termina.
– Sí, y yo también. Es más, creo que a la misma Susana le pasa lo mismo. El espectáculo, de alguna forma, es recorrer la pregunta más que para encontrar una respuesta. Son cosas muy muy extremas de la condición humana. Personalmente pienso que ella no sabe, pero también ha hecho un esfuerzo por no saber. También es la desesperación de llegar a creer que alguien que ella ama puede ser tan monstruoso a la vez. Va más allá de decir si es por conveniencia ya que no creo que ésta juegue tanto. Me parece que es el no poder admitir el dolor que podría significar.

– Cuando la vi, me retrotrajo mucho a la obra de Eduardo «Tato» Pavlovsky.
– Y sí. Era entrarle por el lado de la humanidad y de la complejidad del monstruo. Es todo lo que está alrededor, no solo de las víctimas, que es lo más frecuentado. En este caso, va por el lado más espinoso, más incómodo, más raro. El que te pregunta sobre la condición humana.
– ¿Cómo fue el trabajo con Caro y con Anahí? Vienen las tres de lugares diferentes.
– Con Anahí habíamos hecho algunas cosas juntas, más que nada, radioteatro, pero con Caro no había trabajado. Me parece que ellas, entre sí, tampoco. Fue un gran trabajo que hicieron juntas y también con Cintia, de encontrar el punto de estas dos criaturas. Más que nada porque están un poco en otro plano. No se sabe si son fantasmas o si las imagino yo. Había algo en la actuación que era de otro registro, que había que encontrar. El punto era que no sea completamente cotidiano ni extraño. Ese fue el trabajo y llegamos a un muy buen lugar.
– Aparte partiendo del make-up que tienen completamente dark…
– Esa fue una decisión de Cintia en tanto el look de las chicas, más gótico y ligado a algunos procedimientos de terror, digamos, ¿no? Esto, por lo menos en la dinámica, más allá del tema de fondo.
– Imagino que el público queda sorprendido cuando termina la función…
– Algunas personas toman como partido y dice “Ay, qué mala” o “ella sabía”. También están quienes dicen “Pobre, me dio mucha pena como la atormentaban”. La gente toma partido dentro de ese juego ambiguo en el que está la obra. Igualmente, está la idea de que cada uno haga su propia lectura y recorte. Es lindo poder escuchar eso. Lo que sí nos comentan es que se han mantenido entretenidos, activos e interesados. La tensión no decae.
– Esa tensión…El día que yo fui, pasó un pequeño milagro. No sonó ni un celular.
– Eso es un milagro realmente.
– Estaban todos prestando atención. Se escuchaba el silencio.
– Es muy bueno poder captar esa atención. Tiene mucho que ver con cómo está dosificada la información. El misterio y cómo avanzan las cosas mágicas que ocurren en la obra. Todo, en ese terreno más fantástico.
Por otra parte, la obra es muy sintética y corta. Entonces es como que va a su final de una forma armoniosa, con una vuelta de tuerca atrapante.
– Es un equipo netamente femenino.
– Así es, aunque tenemos un asistente varón que es Gabriel Urbani que nos viene acompañando con varias obras. Pero bueno, salvo él, sí. Directora, autora, productora y actrices. Y la temática, desde ya.
– En “Carnada” tenemos un hombre invisible y en el San Martín, hay otro, bien visible, que encarna la crueldad.
– Una crueldad propia de quien tiene poder.

Lo nuevo y el futuro
– Hace un tiempo, charlando con Tweety González, el productor musical sobre el rock, decía que el público argentino es medio “neofóbico”. Con el público del teatro, ¿pasa lo mismo?
– No. Todo lo contrario. Es más, si lo queremos llevar a un extremo, hay un público esnob. Me acuerdo cuando vino Pierre Boulez, el compositor de música contemporánea. Estuvo en el Colón y la gente que gritaba “Boulez, Boulez”. No lo podía creer y decía que “nunca fui popular. ¡Vengo acá y lo soy!” Es esa cosa de “es nuevo y yo lo conozco”. Aquí fue el primer lugar donde Bergman fue reconocido. Hay algo de vanguardia. Es más, están las dos cosas y ahí también tenemos grieta. Pero sí, hay una cosa con lo nuevo, para mí, es a favor.
– Hablando de lo nuevo, ¿estás viendo alguna nueva generación de dramaturgos, directores, como hubo en su momento o “no están matando a los padres”?
– No, pienso que la hay. Lo que pasa es que, en este momento está tan estallado el panorama termal y hay tantos circuitos que es difícil abarcarlos todos. Estoy segura que la hay en tanto la cantidad de gente dedicada al teatro. Lo que no sé es como tener un panorama claro de lo que ocurre porque es inabarcable. Voy mucho al teatro pero, aun así, veo una proporción pequeña. Por supuesto, tiendo a ver lo que ya conozco, si hay algún amigo o aquello de lo que me hablan, pero estoy segura que hay nuevas generaciones de actrices.
– Ves una actriz que te interesó…
-… y después tardás en volver a verla porque hay mucho. Cuando la volves a ver, por ahí no la reconoces. Igualmente, hay una gran cantidad de talento en todas las generaciones. De eso, no me cabe duda. Mirá, cuando empecé a actuar, cada vez que aparecía alguien, enseguida aparecía el “mirá, hay un actor nuevo, una actriz nueva”. Se veía y te llamaba la atención; ahora hay tanto, que voy a ver una obra, de gente que no conozco, los googleo, y todos hicieron antes como 20 cosas. Chicos, ¿dónde estaban?
– Hay muchos circuitos paralelos.
– Es cierto. Voy bastante al teatro y me entero de las cosas, pero aún así, todo lo que hizo esta persona, ¿dónde lo hizo? Es difícil poder evaluarlos hasta que una generación se plasma más. Pero está todo lo que va pasando “mientras”, que deben ser un montón. Están esos chicos de La Brusca, que están haciendo “Chayka” en Arthauss. Son chicos sub 30 que están mezclando “La gaviota”. Hay creatividad.
– Aparte, los tiempos van cambiando. Tardan más en consolidarse o salir a la luz,
– Sí, por la cantidad. Por eso es que no podés hacer foco. También hay otra cosa. Antes, cuando alguien se empezaba a destacar, se lo veía un poco en la tele, y empezaba a cortarse con claridad. Ahora como todo eso no está, es que te toque justo ver las obras donde está éste, el otro y aquel. Está todo tan dispersos, tan variado. Pienso también que es muy difícil para la gente que empieza, por esta misma razón. El armar o tener un camino.
– Además, la tele desapareció y apareció este aparatito llamado “celular” en el cual se concentra todo.
– Y hay otras cosas como el streaming. También se prolifera la dispersión en vez de la concentración. En medio de todo esto, aparecen los nuevos actores.
Frente a la coyuntura actual
– ¿Cómo estás viviendo la situación de la cultura y del INT?
– Es desesperante, pero ¿qué puede decir uno cuando están desfinanciando la salud y cosas tan básicas y fundamentales? Es un momento de crueldad que espero que pase pronto y que podamos recuperar todo lo perdido cuanto antes, porque es una locura lo que está pasando. Lo que costó tener el INT y la ley. De hecho, cuando empecé a hacer teatro independiente y a actuar, no existía nada de todo eso. Igualmente, las obras se hacían y se van a seguir haciendo. No van a poder parar eso. Pero nosotros hacíamos de todo: rifas, festivales, peñas, venta anticipada y abonos. Miles de cosas. La verdad, desde que existe el Instituto hubo un impulso muy grande para una actividad por la que muchos se llenan la boca como es el teatro argentino.
– Nos llenamos la boca elogiando algo que, al mismo tiempo, se lo está destrozando.
– Es una crueldad. Las salas, el teatro en las provincias. Todo eso depende del INT pero no es que no va a existir más sino que cambia completamente es su carácter autárquico. Se desnaturaliza todo por completo. Es una ley que está bien pensada. Podes cuestionar si se aplicó bien, o tiene cosas para mejorar, como el INCAA. Todo se puede mejorar, pero de ahí a barrer con todo…cosas que hacen a nuestro orgullo nacional. Es nuestra identidad, nuestro patrimonio cultural. En fin, estoy muy triste.
– ¿Se va a convertir el teatro en un centro de resistencia a la situación actual?
-. Sí. De hecho, creo que lo es. Lo ha sido siempre. Nuestro país tiene una historia donde vincula el teatro con la resistencia en todas las épocas. Sí bien es muy triste que no exista el instituto o que se lo desnaturalice, también es verdad que el teatro se puede hacer con nada. Se puede resistir desde ese lugar. Basta juntarse y querer hacerlo. Resistir desde ese lugar. Bueno, Teatro Abierto se hizo con abonos vendidos con anticipación.
– Es cierto. Además, es resistencia desde que convoca a la gente a unirse en un lugar, en pos de la ceremonia del intercambio.
– Seguro. Es resistencia a partir del encuentro humano en un momento de tanta virtualidad y tanto individualismo, es algo profundamente colectivo. Me gusta recordar una frase de Alan Badiou que dice que “el teatro es la forma estética de la fraternidad”.
– ¡Qué linda frase!
– Si y creo que es verdad. Se hace casi siempre por el puro deseo, el gusto de juntarse y de meterse con problemas, así como con la belleza de una historia con sentimientos y pensamientos para después, compartir eso.

Mirada interna
– En su momento, habíamos charlado sobre los unipersonales femeninos. Primero, hecho por chicas, pero escritos por hombres. Después, escritos por mujeres. ¿Cómo ves al día de hoy, los unipersonales femeninos? Hace poco hiciste “Fedra”.
– Si. La voy a reponer en cuanto pueda. Mirá, me tocó hacer prematuramente uno, en 1991, o sea, hace 34 años. Se llamaba “»Conversación en la casa de Stein sobre el ausente señor Von Goethe», de Peter Hacks, que era sobre una amante de Göethe. La dirección era de Manuel Iedvabni. Lo hice durante 20 años en distintas partes, como el Cervantes. La última vez fue el 2011 en la ex ESMA. Estaba escrito por un hombre. Todo el tema “unipersonal” es un universo interesante para un actor y a veces, para el público ya que permite una experiencia diferente del teatro. No sé si diferenciar tanto los masculinos de los femeninos en este caso. No lo tengo muy pensado. En el caso de “Yo, Fedra”, lo escribió Analía Fedra García, que también es la directora. Colaboré con la redacción por lo que hay un rasgo femenino. Es una vuelta de tuerca sobre el mito de Fedra en tanto ahora es una mujer más empoderada. Igualmente, hay hombres que saben mucho del universo de la mujer, como Lorca o Santiago Loza. No sería tan tajante en tanto toda mujer tiene un hombre adentro y todo hombre tiene una mujer adentro. A veces hay un rasgo muy identificable de género.
– Las dos últimas. Si te doy un formulario y te pregunta “ocupación. ¿Qué pones?
– “Actriz”. Clarito.
– ¿Docente?
– Nunca lo fui. En algún momento, de joven, pensé que iba a hacerlo, pero no. Pasó como con los hijos, pasé del “todavía no” al “ya no”. Insensiblemente. (risas) Con respecto al dar clases, me lo preguntan…pero tenes que tener organizada la vida para poder comprometer un horario y me los cambian todo el tiempo, ¿cómo haría? Ahora, a esta altura de toda una vida de no hacerlo, entonces, como que.. He dado algunas clases, pero de algo muy puntual. Ana Yovino tenía un grupo de poesía y se fue de viaje por lo que me pidió que la cubra por un par de meses. Era algo muy puntual, un trabajo con la poesía. Si he hecho cosas más de coach, de onda, con actores amigos, jóvenes y demás. Siempre estoy disponible para ayudar concretamente, opinar o ver un ensayo. Eso sí, pero no el ejercicio de la docencia.
– Si por la puerta del CCC entrase la joven Ingrid Pelicori de 18 años. ¿Qué le dirías a esa esa chica? ¿Un consejo, alguna recomendación?
– Uno año bastante particular el de los 18 porque es una edad medio bisagra. Estudiaba teatro, pero no sabía qué quería hacer. Después metí en la facultad de Psicología. Es una edad de bastante ebullición interior. Le diría que confíe. La vida es sabia. El deseo se va aclarando y organizando de alguna manera.
“La verdadera historia de Ricardo III”. Teatro General San Martín. Miércoles a sábados, 20 h, y domingos, 19 h.
“Carnada”. El portón de Sánchez. Sánchez de Bustamante 1032. Lunes, 20 h.