Roberto Jacoby: “La vanguardia tiene que crear un público nuevo”

Artista multifacético, compartió con Federico Moura, la coautoría de varias de las canciones de Virus. Ahora, con un proyecto musical propio (Tocame el rok) que incluye a artistas como Axel Krygier, Sergio Pángaro, Pablo Dacal o Gabo Ferro, le abre la puerta a otra de sus múltiples facetas. Roberto Jacoby no se priva de nada en lo que a arte se refiere y habla de vanguardias, Virus, el rock, los Redondos, Calamaro y lo que es ser artista.

Entrevista realizada junto con Matias Recis

-Roberto, ¿cómo surge el proyecto “Tocame el rok”? Hay varios cantantes y compositores nuevos…

– En realidad, empezó por el lado del arte. Me invitaron a hacer una muestra de retrospectiva en el Museo Reina Sofía, de Madrid. Era una muestra gigante y muy extensa. La curadora de toda la muestra, Ana Longoni entendió que no podía abarcar todas las cosas ya que había trabajado con cosas muy diferentes. Le encargó a Nacho Marciano –curador de la parte musical- que se encargue de investigar todo eso. Ana tenía pensado mostrar, justamente, que no era un pintor o un artista visual convencional sino que tenía actividades distintas en mi vida. Resolvieron poner dos núcleos interactivos; uno de ellos dedicado a toda la música editada. Tenía una interfase en la que aparecían fotos y textos de canciones. La gente se sentaba y escuchaba las canciones. De esta manera, Nacho vio que había un montón de letras que no tenían música y que eran de distintas épocas, como los 80, 90 y 2000. Junto con Ana, pensaron armar un proyecto para revitalizar estas letras. La forma de activarlas era trabajar con músicos que hicieran esas canciones. La idea era de hacer todo con amigos que es una política que tengo en todo lo que hago. Así fue que, en la muestra en el Reina Sofía, había una especie de sillones huevo, pero muy casero. Esto fue otro proyecto de otra artista, llamada Marina De Caro, en el que trabajaron muchos artistas los cuales se iban enganchando en distintas cosas. Ella trabajó en crear el lugar donde se iban a escuchar los audios. El público se metía ahí, en esos sillones y escuchaba las ocho canciones que llegamos a hacer para la muestra, aún sabiendo que el proyecto iba a continuar.

Cuando volvimos, algunos de los temas no estaban bien terminados técnicamente, sino para llegar a una muestra. Se trabajó en esos temas y se agregaron algunos más. Cuando tuvimos todo listo, empezó el debate como se lo iba a dar a conocer, cual iba a ser la salida de todo esto. ¿Qué hacer con todo esto? ¿Se lo pone on line? ¿Lo distribuimos por las cuatro disquerías que quedan en Buenos Aires aunque no seamos de ningún sello? Ah…¿Hay que tener contrato con un sello para distribuirlo? Se te complica todo con esto. El arte se va al carajo y lo único que queda son problemas de oficina que odiamos todos.

-Y discusiones…

– ¡Claro! «Este tipo nos va a cagar». «Ojo con éste…» ¡Un bajón. Esas discusiones las tenemos recontra conocidas por lo que pensamos en dos o tres de sellos independientes. Mandamos mails y no nos contestaron. No nos dieron mucha bola. Ojo, igual lo entiendo desde el punto de vista comercial, aunque sea independiente. Los sellos necesitan tener a “ese” artista que te hace un show y le da para adelante. Al año siguiente, será igual con otro disco, presentación y gira. Lo nuestro es un proyecto suelto, medio loco para una empresa y después, el problema de cómo se va a presentar en un show. ¿Cómo hacemos para juntar a estos diez locos en un escenario? ¿Cuanto voy a cobrar la entrada si hay diez cantantes? Se complica todo. No es una formula comercial. Después, es una vez sola. ¿Cuántos discos van a salir con mis letras inéditas? (risas). No va a haber mucho. A lo sumo, uno más.

-¿Cómo fue el asignarle a cada músico una canción?

– Elegimos nosotros opciones, de acuerdo al estilo de persona que podía ir…

-“Leche”, la canción que canta Sergio Pangaro, tiene un lenguaje muy explicito….

– En realidad, es una letra de Pángaro, que la escribió a fines de los 80, cuando todavía estaba en La Plata, antes de que fuera músico y todo eso. Es algo medio de culto. Estaba en un proyecto llamado “Chacra 99”, una residencia abierta de artistas que duró cuatro meses. Era uno de los artistas que venía a la chacra. Por supuesto, todo el tiempo se cantaba, se tocaban instrumentos y él empezó a cantar esa canción que, en ese entonces, tenía tres estrofas. Las oí y le dije “Sergio, esto es extraordinario. Quiero hacerle tres estrofas más”. La hicimos y una de las actividades de la chacra fue producir esa canción. También participó Leo García. Finalmente, en el compilado definitivo, quedaron cinco estrofas porque hubo una que no le gustaba cantarla, que era demasiado asquerosa…

-Es que uno lo ve a Pangaro, tan caballero y con su vestimenta, cantando esas cosas…Era llamativo.

– Era un tema inédito del cual ni se quería acordar ya que lo había hecho muy de joven. Si no se hubiese dado la chance de hablar sobre la canción, quedaba oculta, aunque, la verdad es que no lo consideraba parte de su obra sino que era una broma. Estaba en el casillero de la joda. En los 80, era más difícil pensar que eso podría llegar a tener trascendencia pública.

-¿Cambió tu forma de escribir respecto de los 80? Había mucha burla respecto al rock y las cuestiones políticas pero hoy, ¿qué te inspira?

-Hoy, el contexto está muy difícil para trabajar en algo vanguardista. Me parece que, en música, no aparece nada nuevo. Estamos con las mismas cosas de hace diez o quince años. Los grupos nuevos que aparecen, se parecen a grupos de antes. Hay como un gran agujero el cual habría que saltar y nadie se anima a saltarlo…o hacia donde.

-Una de las preguntas que siempre hacemos es si el rock se volvió conservador….

– No te puedo decir algo tan tajante. Lo que veo es que, si bien hay muchos grupos y también recitales aquí y allá, no te enteras lo que pasa. Antes, por más que no investigases, te llegaban las cosas. No hay elementos de experimentación o novedad. Hay desconcierto, de cómo hacemos para seguir haciendo música; la crisis de comunicación en la que no se sabe como entrar a la gente. También hay una repetición constante. Lady Gaga es una repetición…

-Un cover malo de Madonna…

– Si. ¡Y esto es la gran figura del pop de hoy! ¡Es lo mismo que se hacía en los 80! Se convoca a la misma gente. Hay mucha repetición y poco nuevo. En ese sentido, si se puede decir que es conservador pero todo el fenómeno se está volviendo algo conservador. No encontras la novedad o algo que te entusiasme. Por ejemplo, en el disco, hay cancionistas de mucha calidad. Pero no creo que ellos piensen que están haciendo una revolución musical, sino canciones que les gusten. Que sean felices al cantarla y expresen lo que están pasando en ese momento. Hay una cosa que también hay que tener en cuenta que es el calendario.

-Nos vamos poniendo grandes…

– Si. Los abuelos le pueden decir al nieto “no sabes el músico que me gustaba a mi, un tal Jimi Hendrix”.

-Una vez, charlando con Fernando Samalea de estos temas, decíamos que, desde el momento que el padre, el abuelo y el hijo van al mismo recital, es que algo anda mal

– ¡Seguro! Ahí se terminó el rock como rebelión generacional, como lucha contra las imágenes paternas y la autoridad.

-¿Crees que el humor sirve para sacar de ese lugar, a las vacas sagradas de la música?

– El humor es algo que no se puede inventar. Hay gente que tiene humor y gente que no lo tiene. Es así. Cuando los que no tienen sentido del humor tratan de ser graciosos, son muy ridículos y hacen sapo. No es una fórmula que uno pueda decir “hay que ir por este lado”. Las fórmulas no sirven y harían todo muy fácil. Si hubiera fórmulas para hacer cualquier cosa, todo el mundo las haría. Entonces, en algún momento, el humor, el sarcasmo y la ironía (que no lo puede hacer cualquiera) son instrumentos críticos, de deconstrucción y de desarmar algo muy solemne e intocable, como una totalidad. Al hacer un chiste, se cae la máscara y es posible ver otras cosas. Esto ha sido así siempre. En todos los momentos históricos actuó la censura. Donde había un poder autárquico o monárquico, estaba el humor presente. Incluso la monarquía, con los reyes más absolutistas, tenía un bufón para que los divierta aunque les ponían un límite con las burlas que hacían. Se controlaba de alguna manera esa descarga humorística.

– ¿Hoy en día, hay humor en los músicos?

– Los grandes son como son…como celebridades…..

-Por ejemplo, en los 80, surgieron Virus, los Twist, con mucha frescura…

– Si hay frescura ahora, a mi no me llegó. Puede haberla pero no me enteré. También aparece el humor en cosas donde parece que no hay humor, en cosas ultra sentimentales.

– ¿Una vanguardia tiene que ser anti-institucional?

– Mirá, no sé si está bien dividir entre lo “institucional” y lo “no institucional”. Tampoco sé si sirve. Lo que si pienso y estoy seguro es que una vanguardia tiene que crear su propio público. Si no crea su propio público, no existe. Puede ser pequeño pero tiene que ser propio. Hay instituciones que no han generado un público sino que toman uno que ya venían. El crear un público implica una manera de oír, de ver, de recibir, de procesar lo que se está generando. También en el sentido material, que va a un lugar o compra algo, interactuando e interesándose al respecto, y participando. Gente que escribe y piensa sobre eso. Para mi, la vanguardia tiene que crear un público nuevo. Muchas veces coincide con la generación porque las anteriores ya están cristalizadas, con la cabeza ya hecha. Por lo que vienen las nuevas y más frescas, con la capacidad de escuchar lo diferente, que se separa de lo habitual, para engancharse con otra cosa. Es un trabajo muy difícil e importante que no se llega a valorar, la dimensión de lo que es cambiar de gusto. Te das cuenta cuando lo ves cien años después. Cambió esto de más aquí y esto de más allá, cambió la política, la música, la forma de tener sexo. Ahí hay un cambio de época pero si estas metido en esa coyuntura, es muy difícil verla y no percibís que puede estar sucediendo. Además, es difícil porque tenés el oído acostumbrado a un tipo de ritmo y suena otro lo cual es completamente disonante. Lo primero es siempre un rechazo, una molestia. Por lo tanto, tampoco es tan fácil hacer algo nuevo. Implica muchos problemas…

-Además, de donde te paras….

– Cierto. Tenes que pagar un costo, un derecho de piso. Vos mismo tenes que tener una capacidad para pescar -dentro de tu propia biblioteca-, qué elementos vas a tomar para lograrlo.

-Tenes que estar muy entero para superar ese rechazo…

– Hay que tener una gran convicción. Igual, Virus tampoco era la revolución musical. Lo fue en tanto producto integral, de conjunto. Por el tipo de grupo, de cantante y de letras. Todo el conjunto era irritante pero si hubiese sido solo a nivel musical, con la new wave que era en ese momento, no se si hubiese sido tan molesto. Ahí fue central la figura de Federico. Él condensaba muchas cosas. Como se movía, su forma de ser, la sensibilidad que tenía, la manera de cantar…

-¿Tenías un pedido en especial cuando componías con ellos para acoplarte a todo?

– Con Federico compartíamos muchas cosas. La gráfica de los discos la hacía un amigo, Daniel Melgarejo, que era quien le dijo a Federico que yo estaba escribiendo poesía y eso. Algunos de los espectáculos, trabajé en la producción, la escenografía y el vestuario así como ver a quien se invitaba a trabajar. El grupo no me bajaba ninguna línea. Además, tenía un liderazgo muy claro que era el de Federico.

-Hay quienes dicen que era Julio…

– Julio, musicalmente pero desde el punto de vista más ideológico y estético era Federico. Era natural que él se impusiera. A nadie se le ocurría oponérsele porque no había nada a lo cual oponerse. ¿Qué le iban a decir?

-Hace poco, vi el programa “LP” dedicado a “Locura” y había algunos músicos, como Serra, que se quejaron del cambio que hubo en la banda, con una tesitura más gay. 

– Con “Superficies de Placer”, que fue el último disco de Federico, no creo que se haya hecho gay allí…

-Serra decía que era muy explicito el tema gay en la imagen y en las letras, lo cual era extraño en ese contexto…

– Puede ser, será su punto de vista. Hoy en día, no escucho muchas canciones o material que vaya por ese lado. Hay tanta libertad que no se sabe que hacer con ella. No se la usa a nivel creativo, porque podes decir cualquier cosa. Está buenísimo pero se llegó a una situación en que los elementos y las fronteras que tiene un artista son tan vastas que no pueden llenar esos espacios. Con todo lo que hay como que con un teléfono te podes hacer un video o un disco y editarlo en tu casa. Haces todo, con nada. Arriba del escenario podes hacer lo que quieras y nadie te dice nada…Bueno, salvo las leyes municipales y eso. Es brutal la libertad que hay y la cantidad de materiales a disposición que tienen los artistas así como se ve que no se llegan a usar. Es como un niño en una gran juguetería: no sabe por dónde empezar. Hago esto, hago lo otro y después se quedan en un rincón, jugando con un trompo.

– ¿Cómo surge la idea de “El banquete” que fue un tanto controvertida?

– No fue tan controvertida. El problema de Virus no fue que era controvertido sino que, directamente, lo ignoraban, que es peor. Tal vez no entendían algunas cosas. Lo que te puedo decir fue como lo pensé aunque no como funcionó. El disco “Recrudece”, se hizo en el momento de Malvinas. Recordaba muy bien el primer momento de explosión del rock nacional, que fue con la dictadura de Lanusse. Su política fue utilizar el rock, habilitando lugares públicos como el Velodromo, donde tocaban los grupos de la época. La idea era engancharse a la juventud cuando esa dictadura emprendía la retirada mientras empezaba el pacto con los partidos políticos. Cuando fue lo de Malvinas, vi algo muy parecido. Se esperaba enganchar a la juventud. Por eso, en ese disco, hay varias letras que aluden a la relación del rock o de la juventud con la Dictadura. Por ejemplo, esa letra, la de “El banquete”, no me gusta mucho. Es muy obvia y directa pero corresponde a la sensación, la rabia y la indignación que sentía. Después tiene la anécdota de “nos darán sorbetes” que era, en realidad, “nos darán soretes”.

-¿Cómo tomaron los periodistas y los músicos de la época, los cambios de la banda?

– No había muchos que los registraran. Era un momento bastante conservador dentro del rock y especialmente en los medios de rock. No recuerdo, en ese momento particular, de los primeros discos.No había mucho comentario o análisis. No existía la “rockología”, una disciplina que empezó mucho después, con sus licenciaturas en rock. Los periodistas venían de épocas anteriores y eran muy conservadores. Igual no te creas que no nos molestaban. Por ahí salía una nota porque alguno se ponía en bolas pero bueno….

-Trabajas una música de referencia o primero las poesías y después las ensambla un artista determinado.

– Hice todas las formas en realidad. Depende de la relación con el artista. Las primeras letras con Federico las hice yo, ya estaban escritas. Le gustaron una o dos cosas y el resto las escribí en base a canciones que ya tenían letra y con las que no estaba del todo conforme. Tal fue el caso de “Wadu Wadu”, el álbum. Después, otro que hicimos la letra sobre la música, probando acordes. En “Tocame el rok” ya estaba armada la letra.

-Letras como “Rock mi forma de ser”, “Bandas chantas”, ¿cómo cayeron en el establishment rockero?

– Era una letra que estaba escrita que llevo Federico y Marcelo le agregó el estribillo. Era una letra irónica, una broma. La recepción fue variada. Hubo gente que lo entendía y otra que no. El doble sentido siempre tuvo problemas. Era más difícil. ¡No lo recomiendo! (risas). Si uno no quiere tener problemas, no lo recomiendo.

-La idea de “soy moderno, no fumo”…

– Estábamos en la casa de Federico, mirando televisión y así surgió la idea. El estribillo partió de una frase que le dijo un amigo a Federico y la respuesta de éste. No hay una técnica al respecto.

-Consideras a los Redondos como referentes de la ironía y de la utilización del humor arriba del escenario; desde el Indio hasta sus propuestas actorales.

-Esto venía de la peor época de la Dictadura. Fue una tarea extraordinaria y nunca me canso de señalarlo. Normalmente se pone la fecha de comienzo de los Redondos con la aparición del primer disco, en el 85 y esto ya venía de diez años antes. Siempre insisto en ese punto, que me parece clave para la lectura de toda la acción cultural durante la Dictadura. Hubo una idea que, durante la Dictadura, no se podía hacer nada salvo irse del país. Para mucha gente era cierto ya que si se quedaban, no iban a poder resistir. Pero cuando volvieron, eso se convirtió en una interpretación convencional de que no se había hecho nada al respecto. Es un error pensar de esa manera. Se pierde de vista que, en todas las situaciones, se puede hacer algo. En los peores momentos es cuando tenes que pensar que se puede hacer. Siempre se puede hacer algo.

-Que vos lo hagas o no, es otra historieta…

– Si. Podes tener miedo, disfrazándolo, o hacer un show en un teatro y con muñecos. Algo que parezca inocente y no te caiga la policía ni la censura. Hubo muchas cosas que se hicieron que, aquellos que volvían, no querían reconocer. Los que volvieron, quedaron a cargo de todos los medios por lo que la narración de toda la historia es por parte del exilio. O sea, el exilio cuenta la historia de lo que pasó en Argentina, sin haber estado. Esa es una versión muy parcial, y en cierto modo, consciente o inconscientemente, interesada. Incluso acusaban a los que se quedaron de traidores, de colaboracionistas. Tenían la idea de “ahora venimos nosotros, que somos puros y no tuvimos nada que ver con la dictadura” y todos los puestos fueron para ellos. En la narración de la historia cultural, es importante ver el detalle, las cosas que se hicieron. Algunas podrían haber sido colaboracionistas. Obvio, hay de todo, como la película que hizo el hijo de Sábato sobre el Mundial.

-“La Fiesta de Todos”.

– Si. Esa película es colaboracionista. Pero también hubo gente que trabajó en contra de la Dictadura, desde aspectos de los más sencillos, como dar clases de filosofía en la casa, tener una librería o una disquería abierta, trayendo información y discos de afuera. Una idea era la de la alegría, donde se hiciera tolerable estar en semejantes condiciones. Eso fue lo que me atrajo al proyecto de Virus. Estar a las 22 hs (en ese época empezaban los recitales a esa hora, lo cual añoro) y ver que había 50 personas bailando, te daba un oxigeno terrible.

-¿El rock perdió la capacidad de interactuar con otras disciplinas?

– Si, o está bastante diluido. Al menos, cada disciplina está por su lado. No te podría decir el porqué. En parte se explica en el hecho de la imposibilidad de plantearse algo novedoso. El que no aparezcan cosas nuevas es una endogamia en la que salen todos parecidos. Se casan entre los parientes y todos tienen los mismos genes. En cambio, si hay exogamia, se introducen elementos diferentes. Si no está “lo diferente”, no hay nada nuevo. Es el paso necesario. Para que aparezca algo nuevo tiene que haber algo diferente. Si los grupos culturales se mantienen aislados, es muy difícil que aparezca algo interesante. Aparecerá algo bueno, bien hecho, profesional pero es más difícil que aparezca algo vanguardista. El problema es que hay una gran profesionalización de todo. Ahora todo el mundo quiere ser “profesional”. Empiezan tres chicos a hacer música en su casa y ya están pensando en ser músicos profesionales, un chico pinta dos cuadros y ya está buscando galería para una exposición. Dirijo un centro de arte en el que trabajamos sobre el cómo lograr la conexión y el contacto entre distintos sectores culturales. Una de las actividades que hacíamos era como unas clínicas en las que íbamos vestidos de médico y decíamos que atendíamos “cuadros agudos”. Así se llamaba y era los sábados. Era los días sábados pero ¿qué pasaba? Nadie venía con un problema artístico sino de marketing y nosotros queríamos hablar de problemas artísticos. “¿Cómo hago para conocer un curador para que me recomiende en tal galería?”.

– Hay músicos están más preocupados por llegar al éxito antes de grabar la primera canción.

– La gente que piensa de esa manera, no son artistas. Le decís “mostrame lo que haces” y no te vienen a mostrar eso porque no es lo que te vienen a preguntar. No te llama la atención porque, en vez de pensar “¿como hago algo interesante?”, te focalizas en “¿como lo meto en una muestra?”. Tu pasión está puesta en otro lado. Tu deseo es otro, diferente al arte.

-¿Desde el pop hay más posibilidades de expresarse que el rock?

– Las fronteras en Argentina son un tanto borrosas. De golpe, el ska es rock..y el blues… Me parece que es un poco convencional. Si nos referimos a una cuestión compositiva o rítmica o si es una onda cultural, ideológica y estética. Siempre me sentí más pop en ese sentido. Los Rolling Stones son pop. Igual yo trabajo de una manera tan rara…Hubo un momento que estuve trabajando con Virus y después con otros artistas. A veces con nadie y después la letra termina trabajándola desde otro lado. No tengo una forma muy establecida. Por ejemplo, me gusta mucho como escribe Calamaro…

-La forma en que combina las palabras…

– Me gusta todo. Su pensamiento, como surge la idea y la forma en que encuentra palabras para que funcionen musicalmente y artísticamente. Nunca es vulgar y siempre es sorprendente.

– ¿Cual Calamaro? ¿El de la primera época o el más cercano al Salmón?

-El del Salmón, pero siempre fue bueno y original. Veo que les llama la atención…

–  Me gusta el de la época de “Nadie sale vivo de aquí”, un discazo; lo último es repetitivo.

– Si, es un poco repetitivo pero hay que poder llegar a esa magnitud de producción.

– Hiciste una muestra “El 68, el culo te abrocho”. ¿Cómo te llevás con el tema de la reivindicación constante?

-Esa muestra la hice justamente porque tenía hinchada las bolas, de cierta aproximación muy banal que hace la prensa y los medios en general. Comprendo que estas trabajando y tenes que escribir una nota para mañana. No te vas a poner a investigar la historia de todo por lo que miran una nota que salió en una revista X, que ya venía con un error. Y así, se pasa el error de una nota a otra, y a otra. Finalmente, termina siendo un conjunto de errores y tonterías que es lo que aparece normalmente. Eso funciona para el Di Tella, Montoneros o la Batalla de San Lorenzo. Cuando se acercó el aniversario del 68, se vino encima una ola de basura mediática y pensé hacer una revisión de mi propia vida. Busqué todos los documentos y participaciones que hice ese año y lo convertí en reproducciones grandes. Podía ser un afiche, un volante, una fotografía o un recorte de diario. Distintos materiales que habían quedado como un resto. Todos guardamos cosas y esto fue intervenido. Las fotografías las amplié y encima de ellos, les apliqué textos que escribí en otro momento. Podía ser una letra, una traducción, una frase. Era medio arbitrario, como repetir esa compulsión de textos e imágenes que no tienen mucho sentido. Las letras que estaban encima tenían una tipografía de colores muy fuertes y alegres, mientras que lo que estaba abajo eran papeles más viejos, tipo documento. Quería superponer capas de significados y textos. La base es un año determinado, de corte, de cambio y encima, le ponemos otros tiempos, creando una especie de intertemporalidad.

-Había una burla a un afiche del Che Guevara, un héroe no muere para ser pegado en una pared y cosas asi…

– Ese es un trabajo que hice en el 68. “Un guerrillero no muere para que lo cuelguen en una pared” es un afiche que hice en el 68. Es el más famoso de mis trabajos y que siempre me piden…Si hubiera hecho solo eso en mi vida….

-En el momento, ¿cómo se lo tomó?

– En realidad, ese afiche se repartía de forma clandestina. No era que se vendía en los kioskos. Era una crítica a la comercialización de la imagen que, todavía, no había empezado. Al final, terminó siendo muy comercial. Ahora lo venden el afiche…

– ¿Te quedó algún registro de eso?

– No. Me pagaron $2.500 de derechos y los doné para una escuela de arte.

-¿Cual es el límite del humor?

– Es social. No lo pone uno sino los demás. Hay gente que tiene vuelo corto. A mi me salen muy fácil los chistes y me dicen que tengo “el chiste prohibido”, porque puedo ser muy jodido. Cuando se me ocurre, trato de postergarlo un ratito. Si sobrevive, lo hago. Cada uno lo piensa a su manera.

– ¿Hay algún tema en el que no te meterías a hacer humor? Hay quienes dicen “Cromañon”.

– A mi se me ocurren mil chistes con Cromañon. Mirá, después de “Maus”, se ve que no hay territorio hacia adelante. Es extraordinario. Tiene un humor muy particular. Habla de su familia, y del Holocausto, todo con dibujitos y está lleno de chistes. Todo depende como lo haces. El límite es si el chiste es bueno o no y si es pertinente. Obviamente que un chiste nazi sobre judíos tampoco causa gracia. O los desaparecidos. No me imagino un chiste bueno o interesante al respecto. Te das cuenta si te repugna o no, si te da asco o no.

-Dentro de la actuación, sé que hiciste algunas cosas…

– Si pero como alumno. Estudié con Gabriel Chamé, Sokolovich, Vivi Tellas y trabajé con Chabán, en la única vez que me presenté con público, que fue en Cemento. También hice talleres de máscara balinesa. La experiencia con Chabán era gratificadora pero muy catártica. No teníamos guión por lo que eran improvisaciones en las que empezaban a aparecer muchas cosas. En la improvisación tenes que tener un control porque, lo que aparece, te puede hacer daño y nos íbamos muy lejos. Chaban era muy zarpado. Teníamos una calavera que era de verdad, de una persona muerta. Empezamos a jugar como si fuera un elemento dramático, a patearla, lavarla con detergente, garcharla. Terminaba siendo algo terrible y me sentía muy inquieto. Dejó de ser algo placentero para ser perturbador.

-Si por la puerta del bar “La Academia” (N de R: bar donde se hizo la nota), entrase el Roberto Jacoby que estaba en el Di Tella, qué le dirías?

– ¡Qué bombón! ¿Qué haces hoy a la noche?

-Le darías algún consejo?

– No. Solo un beso.

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