-Lucas, fue muy bueno el ciclo de presentaciones de “Canciones con Pessoa” en Clásica y Moderna.
-Estoy con ganas de retomar la idea de hacer los conciertos con Kovadloff porque en Clásica y Moderna no pudo estar porque estaba dando un curso en ese horario. En general, mi idea es recrear el disco. Sobre todo porque tiene esa cosa de alternar lo literario y lo musical. Además, su voz le cae justo. Es más, diría que como recitador, es un eximio cantante. Tiene en claro que las palabras de una prosa como la de Pessoa, tienen su propia musicalidad, su cadencia. Si se la lleva a la oralidad, es necesario tratar de rescatar ese ritmo que es decisivo en la forma en que repercute en los contenidos de los poemas. Es como un combo indivisible, música y concepto. Esto Santiago lo entiende muy bien y se adapta a la dinámica.
-¿Te quedaron muchos poemas fuera?
– Si. Si uno se engancha con su obra, se va a dar cuenta que es casi inagotable. Es como Kafka. Siempre se encuentra algún texto póstumo. Se ve que Pessoa era muy crítico y severo con su obra –igual que Kafka-. Los que rescataron parte de su obra, ven que él mismo la hubiera dejado morir en el anonimato.
-¿Por qué Pessoa?
– Porque, al igual que Santiago y el blues mismo, me atrae por dos razones. Por un lado, me pasa lo mismo que con Botafogo y la forma en que me enganché con él, como estudiante. Son como un faro. Se codean muy bien con las cosas oscuras y echar luz al respecto. Cuando me fui encontrando referentes con Botafogo, Kovadloff y Pessoa, era yo mismo el que buscaba transparencia porque intentaba codearme con cosas difusas y sombrías. Santiago tiene una frase, respecto a la obra de Borges que al igual que Pessoa, son muy precisos para hablar de lo difuso. Lo loco es que todo lo que se refiere a Pessoa, Kovadloff y el blues, tiene que ver con el orden emocional de nuestras vidas. Se escapa a la lógica y se puede volver esquivo. Para poder llevarlo a cabo, hay que ser un Pessoa o un B.B.King en eso de simplificarlo y hablar al respecto. Su sentimiento tan identificable. Pessoa es una especie de traductor emocional. Encontrarle un discurso en aquello donde las palabras se quedan cortas.
-Esto lo llevas a cabo en el “Blues de Pessoa” que está en el libro…
– Exacto. De hecho, me baso en esa idea para cantarle a él. Me ofreció la posibilidad de añorar y sentir una “saudace” por una Lisboa que conocí a través de sus textos.
Santiago Kovadloff y Lucas Sedler, juntos por Pessoa |
-Cuando leí y escuché el disco, se nota que es absolutamente Pessoa a pesar de ser un disco de blues y jazz, con algún toque Beatle. No fuiste a hacer música de Portugal o fado.
– Estaba esa idea. Es curioso pero creo que no fue algo que me hizo falta Portugal o el fado. Quise ir por la via contraria. No voy detrás del fado y me fui para un lado en el cual me sea ameno asi como que sea conciliable al mundo pessoano. Ahí entra el blues. Son músicas, tanto el blues como el tango, que resultan de un fenómeno como la inmigración. El discurso callejero nace de hibridos del lenguaje y cruzas varias.
-¿Te sentiste cómodo cantando los poemas?
– Si. Te digo más. Me sentí más cómodo que cantando mis propias canciones. Te libera mucho cantar lo de otro. Dudo mucho de mi propia autoría. Es más, soy de componer bastante desordenadamente. Ojala pudiera detectar un sistema que este a salvo de errores. A veces, hay alguna palabra que, no tanto por su connotación, me atrae por algún motivo. Me engancho y me dispara la idea que quiero tratar. Me llevo bien el componer con los límites. Soy un poco “hijo del rigor”.
-¿Cuando comenzaste las clases de guitarra con Miguel «Botafogo» Vilanova?
– Empecé a los 14 años a tomar clases con Miguel. A esa edad, tenía una Gibson Les Paul. A las dos semanas de habérmela comprado, me la robaron. Estaba muy “blusero” por esto. Ya andaba codeándome con el blues. A través de mi viejo, descubrí que B.B.King me volvía loco. Es muy melómano. También tiene un gran amor con el rock inglés, sobre todo el rock sinfónico. El tema es que varios músicos ingleses rescatan a los viejos bluseros. Tal fue el caso de Clapton, Mick Taylor, John Mayall y Peter Green.
-Con Miguel, estudiaste blues o también jazz…
-Cubrimos algo de jazz pero no tanto…No fue esto por él sino por falta de disciplina mia. Miguel me abrió las puertas…y también los ojos respecto de sofisticar las armonías en la vida como música. Miguel entiende muy bien al blues cuando le queres sumar complejidad. Tal es el caso de Robben Ford, con armonias que suelen sonar como novedosas. Con Miguel, a nivel del jazz, estudiamos las armonias. Después seguí estudiando con Gustavo Sadofsky, guitarrista de Pedro Aznar. Había aplicado para estudiar en Berklee. Empecé a tocar con Memphis justo cuando estaba a punto de irme a estudiar a Boston.
-La gran “Aznar con Seru Giran”…
– Si, al menos desde la intención, era asi. Ahí decidí quedarme e ingresé en Memphis La Blusera. Ellos estaban haciendo audiciones. Creo que Otero lo llama a Vilanova y le pide un alumno. Ahí tengo la suerte que Miguel me recomiende.
-¿Cómo fue entrar a Memphis La Blusera con 19 años?
– Fue una experiencia necesaria ante todo. Y también aleccionadora. Aprendí a encontrar mi lugar como instrumentista dentro de una banda. Hay un riesgo con el cual te enfrentas al estar dentro de un género como el blues o el jazz como sería la voracidad respecto del instrumento, como protagonista dentro de la escena. La guitarra, en géneros como estos, está designada a tener cierto protagonismo. Entre eso y el ego propio, se vuelve desafiante ganar profesionalismo al entrar en una banda como Memphis. Si bien la guitarra tiene su protagonismo, hay que pensar en función de la banda y las canciones que estas tocando. La gente venía a escuchar las letras y las composiciones. Había rasgos mucho más característicos de lo que podíamos hacer por separado.
-¿Donde fue esa primera audición?
– En Boedo, Maza y Pavón. Llevé una guitarra media caja, roja. Una Gibson ES 335. Esta guitarra me llega de la siguiente manera. Mi viejo me había hecho escuchar a B.B y Freddie King. De Freddie King, escuché un disco que se llamaba “Getting ready”, que lo había producido Leon Russell. Usaba una Gibson ES 335 de la que me enamoré. Con esa guitarra fui a ensayar con Memphis y es la que sería «mi» guitarra.
-¿No tiene un sonido más jazzero?
– Es una buena pregunta. Esa Gibson es muy versátil. Tiene un sonido jazzero que ennoblece al audio porque escuchas la madera. Por otro lado, con distorsión gana mucha potencia y agresividad. Es más, Clapton la usaba en su época de Cream.
-Fuiste a Boedo…
– La verdad, fue asi. Después que Adrián lo llamó a Botafogo y me recomendase, me metí en una “encrucijada”. Mejor dicho, bifurcada porque estaba entre Boston y Maza y Pavón. En esa circunstancia me llama Adrián. Antes, me había llamado Miguel y me dijo que “Los Memphis quieren audicionarte. Si sale todo bien, sos el próximo guitarrista de Memphis”. A los pocos días me llama Adrián y me dice “Quiero saber una sola cosa, ¿vos te drogas?”. Le dije que no y me responde “entonces, podemos seguir hablando”. Me pidió que me sacara poco menos que veinte temas en diez/quince días porque estaba la fecha del 20 de mayo y me había llamado a comienzo de mes. A todo esto, tenía dieciocho años. El día que debuté con Memphis, cumplía los diecinueve. Miguel me puso en un aprieto porque buscaban un guitarrista que fuera corista. Había hecho algunos intentos como cantante pero voz líder, de una banda que tenía llamada Blues de Luxe. O sea, de armonizar voces, mucho no sabía. De a ratos, es más comprometedor que hacer una voz líder porque requiere conocimientos de armonía. Que nota se lleva bien con la otra. Afinar y ejecutar todo con el instrumento. En esos diez días tuve que hacer todo esto para llegar al primer ensayo. Lindo quilombo me metió Botafogo! Jajajajajajaja. Llegué con lo inevitable…nervios, dudas y mucho entusiasmo. Entendía que era por ahí donde iba lo mio.
-Con tu estilo, ¿te costó adaptarte a Memphis?
– No, desde lo que era estrictamente blusero. Estaba muy abocado y consagrado al blues más purista. Me desvivía por dar con la médula del blues como estilo. Estaba muy Clapton en tanto fundamentalista del blues, como cuando se fue de The Yardbirds por ser tan purista. Me sentía asi.
Sedler presentó «Canciones con Pessoa» en Clásica y Moderna |
– Y…había que entrar con mucho respeto. Adrián y el Ruso tenían muy aceitada la forma de componer pero mi ingreso se dio cuando yo estaba formando mi propio estilo. Apenas entré a la banda, me dieron el lugar para que interviniera. La idea era retomar la visceralidad que había tenido la banda. Revitalizar el sonido. Desde ese lugar y ese criterio, me dejaron ser libre. Después, dependía de mi entender yo que debía ajustar algunas cosas a las canciones. Como guitarrista, me fue muy placentero subir a ese tren. Además, todas las canciones estaban al lado del blues. Entendía como hacer para acomodarlo. Había temas como “Montón de nada” que sentía que, si quería enriquecerla, tenía que darle otro aire. Me empezó a entusiasmar la idea de darle un aire George Harrison. Ahí es cuando le agrego slide al tema.
-Es interesante lo que decís. El fan no es muy afín a que le cambien algo de la canción, como puede ser un solo.
– Es cierto. Igualmente, para mi, el rasgo más interesante del blues y el jazz es que el que lo toca y el que te escucha, espera que vos improvises. Son géneros que dependen de la espontaneidad. No así el rock aunque se puede, si uno quiere pero el blues y el jazz dependen mucho de la capacidad de improvisación que tenga uno para que todavía se sigan reconociendo como los géneros que son. Son músicas que necesitan estar en ese lugar de espontaneidad. Creo que es lo que más disfruto y me atrae de estas músicas. El blues te ofrece un marco que es lo que va aprendiendo.
El rock acentúa eso que tiene en el solo su identidad. En el blues no digo que pasa lo opuesto, al igual que en el jazz pero la identidad de lo que uno toca depende de la espontaneidad más que en el respeto.
-¿Que amplificador usabas para la 335?
– Al principio un Fender Blues Deville, que fue mi caballito de batalla. Después un Twin Reverb y en la última etapa, un Vibro King, que quedé alucinado cuando teloneamos a Clapton y lo vi con ese ampli. Imaginate como estaba yo…! Vi todo como armaban y el sonido de Clapton.
-¿Lo conociste después a Clapton?
– Si, me dejaron pasar a conocerlo. Tiene esa simpatía inglesa. Es muy respetuoso y muy amable. Es muy lindo encontrarse con un artista al que uno conoce a través de la música. La música de Clapton siempre me pareció muy verosímil.
-Vos tenes un estilo británico…
– Si. Tengo mis referentes por ahí. Además, Miguel es un fervoroso cultor de esa camada de violeros británicos. Me gusta el estilo inglés porque me parece que el mejor modo de articular toda la visceralidad de la música negra, es la elegancia. Esto fue lo que hicieron los ingleses.
– No se. Algo más voy a hacer con Pessoa. Son muchos los poemas que quedaron afuera. Con Santiago tenemos una amistad creciente. Quizás, de forma natural, puede ser que pase algo más…Igual, ahora tengo ganas de sacar un disco solista. Tengo muchas canciones compuestas y creo que estoy encontrando, de a poco, un nicho donde tengo algo para decir. Creo que tiene que ver con la idea de apostar a canciones con letras que tengan su guiño literario. Todo ese costado, alternando siempre con mi veta relacionada con el blues.
-Clapton sacó “From the craddle” como homenaje al blues. ¿Se te ocurrió hacer una cosa similar con blues de Argentina?
– Si, me encantaría. Pero el que tendría que hacerlo -y no se si lo editó-, es Miguel. Sé que estuvo versionando temas de blues de Argentina pero no sé en que quedó todo. A mi me gustaría hacerlo, agarrando temas de, por ejemplo, Botafogo. A Miguel se lo reconoce mucho como guitarrista pero tiene composiciones muy buenas. Me gustaría hacer un disco con sus canciones o con él, idea con la que venimos coqueteando desde hace rato.
-Si por la puerta de este bar entrase el Lucas Sedler que recién entraba a Memphis, ¿qué le dirías?
– Le diría que entienda que todos los errores que vaya encontrando, serán la materia prima de su crecimiento.