Puesta en escena, dramaturgia y dirección: Mauro Molina. Con María Viau, Javier Pedersoli, Mauricio Morizze Borzone, Valeria Tercia y Gabriel Yamil. Vestuario: Lara Sol Gaudini. Escenografía: Jorgelina Herrero Pons. Iluminación: Horacio Novelle. Realización de máscaras: Valeria Dalmon. Audiovisuales: Isabel Estruch. Música original: Facundo Curcio. Asistencia de vestuario: Sofía Etcheverry. Asistencia de dirección: Mauricio Morizze Borzone. Arreglos musicales: Micaela Carballo.
Camarín De Las Musas. Mario Bravo 960. Jueves, 21.30 hs
María está internada por un accidente de tránsito que la dejó en estado de coma cuando recién entraba a los “treinti” de un largo camino de esperanzas y deseos a transitar. Pero será a partir de dicha internación y la visita de su esposo, vestido en su traje de oso por su trabajo, cuando se desencadenan los hechos.
La construcción onírica de las situaciones que atraviesan a María mientras se encuentra postrada es el nudo de una puesta que deja preguntas y sensaciones tan personales en su interpretación como en su –eventual- resolución. Con guiños y personajes por demás ilustrativos en su concepción, los hechos se suceden como si se relatase un cuento de variadas capas. Una rata será el alter ego de una María cuyos sueños y expectativas bailan al compas del sonido del monitor.
Si bien la historia gira en torno de María, el resto de los personajes cuentan con historias ricas que hacen a la cuestión. Javier es un buen marido pero también se debate en una espera sin tiempo o proseguir su vida como un individuo pleno. Esos deseos de libertad giran en la mente de María al tiempo que se combinarán en una metonimia teatral con Moby, un pez que vive y depende de los vaivenes del Todopoderoso Doctor. Serán éste y la enfermara los responsables de la salud de una paciente llena de interrogantes respecto a que es lo correcto y la forma en que se debe proceder frente a una situación como esta.
La puesta se interroga sobre el tema de la vida y la muerte asi como la calidad de vida en circunstancias no favorables. Culpa, creencias y el deseo de libertad juegan una partida de ajedrez donde no hay ganadores ni perdedores (con la salvedad que implican estos términos en el contexto de la puesta). La utilización de multimedia retomará ese pasado y pondrá algunas vivencias de la protagonista sobre tablas. Se ve a una María despierta y llena de vida a través de imágenes que recuerdan lo que fue y lo que dejó de ser. Acentuará el efecto de la puesta respecto de un final que abrirá la discusión para cuando termine la función.
El texto es de calidad al tiempo que la escenografía es buena al igual que el uso y desarrollo del espacio. Las actuaciones responden a lo requerido, en especial la pareja protagónica compuesta por María Viau y Javier Pedersoli.
«Eso que llamamos plenitud” plantea preguntas de todo tipo, tanto morales como éticas a través de una puesta fuerte y necesaria sobre un tema que no figura en la agenda del teatro porteño.
Crítica de Daniel Gaguine a Eso que vos y yo llamamos plenitud