«Saving Capitalism»: Robert Reich y su cruzada por el «American way of life».

El contexto de aislamiento, pandemia y crisis, cortesía del Covid-19 hizo que se busquen alternativas para pasar el tiempo en casa en lucha constante contra la abulia y el aburrimiento. En la sección «Las joyas perdidas de You Tube» habíamos recomendado en este sitio a “Inequality for all”, el primer documental que llevó a cabo Robert Reich, ex secretario de Trabajo de Bill Clinton . Un trabajo relevante sobre lo que fue la crisis norteamericana de principios de siglo de una manera didáctica, sin perder un ápice en la precisión de los conceptos e ideas vertidas.

Ahora, presenta “Save Capitalism” en Netflix, que sería una continuación del mencionado.  Si bien mantiene la misma línea, se mete en nuevos aspectos que nos interesan analizar a través de sus sutilezas. Aqui, Reich no sólo parte desde sus clases en la Universidad de Berkley sino que viaja al interior de Estados Unidos para dialogar con distintas personas atravesadas por las consecuencias de la debacle económica.

En este punto es donde se aprecia la diversidad de matices en la conformación del sujeto político norteamericano. Es menester recordar que en Estados Unidos el voto no es obligatorio. Hecha la salvedad, se presentan varios casos que serán por demás ilustrativos en tanto su heterogeneidad. El encuentro con un grupo de empresarios que le manifiestan su parecer se contrapone con el de una joven inmigrante que trabaja en la asquerosa cadena de comida chatarra del payaso nefasto pasando por una familia de campesinos, una estudiante con cáncer, un matrimonio con su hijo y un inversor con conciencia social, entre otros.

Las preguntas que plantea el documental son fuertes y piden una urgente y seria reflexión. El uso de cuadros y gráficos dan cuenta de las falsas dicotomías que nos atraviesan. Las cifras son elocuentes y demuestran que, al día de hoy, con todo el desarrollo tecnológico e industrial, una persona de clase media gana menos que en la década del 60. A esto, hay que sumarle que, en el marco de una pareja, trabajan ambos y apenan llegan a fin de mes. Ni hablar de los complejos de culpa que viven los individuos al ver que el dinero no alcanza en trabajos cuyos dividendos terminan siendo usufructuados por los grandes empresarios (¡es la venta de la fuerza de trabajo y la plusvalía! –perdón por el lenguaje marxista-). De más está decir que la brecha entre los ricos y el resto de los mortales se ha ensanchado hasta niveles inimaginables.

Mientras transcurren los setenta y tres minutos, se aprecia ese mix de carisma y conocimientos que tiene Reich para que gire todo alrededor suyo pero sin acaparar la atención plena. Es simplemente el nexo entre los hechos y un análisis pormenorizado que realiza con una «pequeña» salvedad. Casi no hace alusión al gobierno de Barack Obama. También debemos mencionar que renunció a su puesto en el gobierno de Clinton como respuesta a la mayor injerencia de los poderes financieros en las decisiones del saxofonista devenido presidente.

Desde ese lugar intenta responder “¿Quién puede salvar a los Estados Unidos?” para responderse de manera obvia: “Los Estados Unidos”. La solución es “simple”. Retomar las ideas de Roosevelt de desarrollo constante de la economía. Un Estado poderoso y fuerte presencia, el desarrollo de la asistencia social y de los sindicatos así como la regulación del mercado. Todo esto en contraposición a la política neoliberal cuyas consecuencias se ven a largo plazo. Para esto, el contraste con las medidas tomadas por el ex cowboy presidente Ronald Reagan, es elocuente.

A partir de su historia personal y su carrera profesional, Reich establece una línea de tiempo que lo deposita en el 2017. Con simpatía y autocrítica, desarrolla sus ideas sobre el futuro del Tio Sam. No le escapa a la responsabilidad de un gobierno al que deja porque “empecé a ser una molestia”, según sus propias palabras.

En un momento del documental, mientras afirma su firme creencia en el capitalismo, Reich pisa el palito de su locuacidad al referirse a los ciudadanos que no quieren el cambio de sistema. “Ellos creen en un mundo libre de populismo y maldad”. Sería bueno que le haga una gambeta corta al típico ombliguismo estadounidense que no conoce nada que salga de las fronteras de su país -salvo que sea una invasión de un Estado que sea «antidemocrático»- y se sumerja en las políticas económicas desarrolladas por quienes critica. No sea cosa que se lleve una sorpresa. Al fin y al cabo, él mismo se terminó dando la mano con un otrora «enemigo» republicano en pos de luchar contra las corporaciones económicas, ese “monstruo grande que pisa fuerte” que viene ganando la batalla con comodidad.

El poder económico posee la capacidad para comprar un sistema político al tiempo que el colectivo denominado pueblo deja de confiar en el sistema democrático. Serán los testimonios de los entrevistados los que dan cuenta no solo de la confusión reinante así como de cierta apatía en las sociedades. Desde el momento en que uno de los consultados tiene dudas entre votar a Donald Trump y Bernie Sanders es porque, a partir de cierto “sentido común”, se deja llevar por aquellos discursos basados en alejarse de las estructuras partidarias.

La desconfianza en los partidos políticos es inversamente proporcional al todopoderoso mercado el cual termina teniendo adeptos que nunca verán los beneficios de dicho apoyo. El mismo Trump recuerda que aportó dinero a campañas de presidenciales para terminar ocupando él mismo el cargo. Siempre con ideas más cercanas a los republicanos pero con toda el aura de los “outsiders” del sistema.

Con un poco de sentido crítico y lectura atenta, es posible vincular varias características de lo acontecido en Estados Unidos con Argentina. Poblaciones anómicas, sin memoria ni identidad pero con un fuerte deseo por la bonanza económica, apoyando al que pueda brindársela. Eso si, no importa quién sea el que le cumpla el deseo/capricho a la clase media y continúe alimentando a la clase alta.

Filmado apenas asumido Trump en la presidencia de los Estados Unidos, pareciera que los pronósticos cobraron realidad de una forma por demás grotesca. Más allá del sentido pesimista del documental, Reich deja abierta la puerta de la esperanza y, mal que le pese, se basa en dos puntales del “populismo”, tal como es la participación política a través de la militancia. Las imágenes de grupos de civiles copando las calles norteamericanas protestando por la desigualdad en el reparto de las ganancias y la concentración de las mismas en pocas manos –que no suelen verse en los medios hegemónicos- visibilizan el hartazgo frente a una situación de callejón sin salida. Ni hablar cuando esto se mezcla con el racismo y la discriminación, caso George Floyd mediante.

Didáctico e ilustrativo, “Save capitalism” abre la puerta al debate y al intercambio de ideas. Más de uno, se enojará tanto por lo que se muestra como las consecuencias de la elección de poblaciones enteras que eligen a sus opresores. Pero ahí está la cuestión. Es tomar lo que se vio (y se vivió bajo los gobiernos neoliberales) para empezar a ver como se cambia la mano.

Ficha técnica:

Dirección: Jacob Kornbluth y Sari Gilman. Con Robert Reich. Distribución: Netflix. Estreno: 21 de noviembre de 2017. Duración: 73 minutos. País: Estados Unidos. Idioma: Inglés.

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