Es una de las actrices más viscerales y talentosas del teatro porteño. Acaba de finalizar la temporada de “Chicas católicas” mientras se luce con su unipersonal “Turba”, donde mete el dedo en la llaga con el tema de la trata y la violencia de género. Nominada a los premios Luisa Vehíl como Mejor Actríz, Iride Mockert toma un café y reflexiona sobre varios temas que atraviesan al teatro y la coyuntura.
Fotos: Cecilia Villarreal
-Iride, ¿cuanto tiempo te llevó hacer “Turba”? – Creo que cuatro o cinco años. En realidad, antes de terminar “La fiera”, empecé con esta idea. Más que nada, con lo de las boleadoras, que es lo primero que me aparece. Siempre me interesó desafiarme técnicamente, además de actuar; el actor orquesta más que el que solo “parla”. Después agarré el “Martín Fierro” pero no para hacer una gauchesca. Quería hacer un paralelismo. De hecho, en un momento quería que “Turba” fuese toda en verso. Había pensado en Gonzalo Demaría pero quería que fuera un grupo más femenino y una autora mujer. Juan Dasso me dijo que me iba a recomendar “a tres compañeras de la EMAD que, por lo que tenes en mente, te pueden ayudar”. Ahí fue que me llegaron tres autoras. Una de ellas era Laura Sbdar, de quien leí “Vigilante” y me encantó! Tenía una poética muy particular y yo quería eso. Hablé con Laura y, por esas casualidades de la vida, había visto “La fiera” como cuatro veces. Nos pusimos a laburar. Le conté la idea general, de los dos personajes. Empezó a escribir y fuimos a intercambiar todo. Me dijo que no se veía escribiendo en verso por lo que fue una de las primeras cosas que tuve que resignar. No obstante, hizo que Plomito, que cantaba las cumbias, lo haga en un verso no tan cerrado. Laura escribió el texto en tres meses. Ahí busqué el músico antes que la dirección porque me parecía esencial lo sonoro. Paralelamente, quería que hubiese una orquesta de máquinas de coser que también se terminó dejando de lado. Después apareció Alejandra Flechner. Estábamos laburando juntas y le contaba todo lo que estaba haciendo. Me dijo que quería dirigirla y terminó siendo la primera dirección que hace con todo lo que eso implica. No es lo mismo ser una excelente actriz que dirigir. Es más, creo que es el rol más complejo porque es quien tiene que dirigir todo el barco.
-¿Pensaste en dirigirte a vos misma?
– No. No me gusta el monopolio de todas las áreas. Ahora, lamentablemente, estoy en varios rubros. Un poco porque es mi idea y en el caso de la música es porque hicimos un recorrido con el músico en el que ya no nos entendíamos por lo que terminé haciendo yo todas las melodías. El primer tema, el de las boleadoras, lo improvisé yo en mi casa, a capella. Después le quisimos poner música y no quedaba. Fue todo un devenir. No era que quise componer la música pero bueno. El unipersonal es bastante solitario por lo que está bueno tener miradas y crear entre varios el espectáculo.
-Además, en el caso de la dirección, tenes actriz que dirige y no tanto directora-directora.
– Si. En un momento, pensé en una directora teniendo en cuenta que el texto y la temática es durísima, abriendo la posibilidad de ir a contrapelo del material, para abrir otra dimensión en la puesta. No se me ocurrió quien podía ser. Además, con la Negra tenemos mucha afinidad actoral, en lo que nos conmueve e interesa asi como el tipo de humor. Fue apostar a eso con el riesgo que implicaba dirigir un unipersonal tan pretencioso como primera experiencia. Siento que la obra no es fácil, con dos personajes que todo el tiempo es un ping pong y un discurso fragmentado y poético. Es un bombardeo de información, lejos de un discurso realista en el que podes entender todo lo que se dice. Esto fue algo de lo que apuntó la Negra, haciendo un paralelismo a la saturación de lo que vive una víctima de trata. Es la ametralladora de un cuerpo que se vuelve un objeto, siendo casi inhumana la resistencia. Una despersonalización.
-¿Siempre tuviste la cumbia presente?
– ¡Si! Hasta aprendí a tocar el keytar! Antes de llamarla a Laura, tenía muy en claro que era una madre buscando a su hija, víctima de trata. La madre tiene su poder en las boleadoras. Se escapa mordiendo los testículos y la hija es una cumbianchera que entra a los prostíbulos para buscar a la madre. Era la base porque quería mezclar las dos cosas “popu” como algo más gauchesco. Lo de la cumbia me interesa mucho porque soy santafesina y me gusta. Además es una música fiestera en un lugar de tanta opresión, sin olvidar que es muy machista. Deseaba fusionar todo eso para que dialogue. Mezclar una víctima de trata con la hija que es víctima artística. Una piba secuestrada que está para tocar y divertir en la previa antes del coito de los clientes. Quizás es un montón para el espectador que viene y no pueda leer todo esto. Ojalá que si pero quería hablar también de la trata de artistas.
-¿Cómo son los cinco segundos de bajar del escenario?
– Quedo knock out, pero haciendo el paralelismo con “La fiera”, allí me agotaba más vocalmente mientras que en “Turba” es físicamente. El otro día, al hacer el último tema, me emocioné y me temblaba la mano al tocar el teclado. Es muy agotador y muy fuerte. Es un intercambio con el público que queda en shock. A veces uno quiere, con el tema del humor, coartar algunas cosas pero después pensaba que la obra habla de una emergencia mundial. La trata es un negociado de los más grandes del mundo. Lo sabe la policía, los gobiernos y nadie hace nada. Esto es extensible a los femicidios y la mujer como objeto. Hice “La fiera” hace cinco años y está la cuestión que no se puede hablar del tema de manera tan inocente. “Turba” es más adulta y cruda. Ahora, tal como me decía un espectador, se ve la sordidez de ese mundo. Lo que vive una víctima de trata se vuelve carne con la obra. Creo en este tipo de teatro. Como hago como artista para comprometerme y denunciar esto, además de ir a una marcha y estar en contacto con madres de víctimas de trata.
-Recién hablaste del humor. ¿Cómo se lo maneja? ¿Tiene límites?
– Si. Un poco si, y un poco no. La Negra tiene mucho humor negro y siempre va para un lugar en el que sabíamos que no es el más común. Hay cositas en la obra que habrá gente que se va a copar pero no tanto un público más conservador. Pero me parece necesario que lo tenga la obra. Es identitario. No me interesa una víctima de trata dogmática, que baje el dedito con “yo-la-víctima”. Hacemos un laburo desde lo físico y lo sonoro sin caer en la victimización. Exponemos la situación y se lo interpela al espectador. Hace poco me dijo una señora que “vi que la gente se reía y yo no podía porque estaba llorando”. Eso está bueno porque cada uno hace su viaje. El que necesita reírse para descargar o suavizar la situación. También pasa que los varones se ríen más con la obra que las mujeres.
-Justamente te iba a preguntar por la reacción de los hombres…
– Antes que nada, digo que no se puede generalizar obviamente. Me tocó escuchar a chabones que me decían “me mató” o un tipo de unos veinticinco años, totalmente conmovido que me saludó al final de la obra. Lisandro Fiks me decía que todo aquél que contrató prostitutas se va a sentir totalmente interpelado. Está bueno que pase eso.
-Además, no se si soy exagerado pero el 80% de los tipos de más de 30 años, debutó con una prostituta o usó sus servicios…
– Habría que hacer una encuesta o un estudio pero fue, en un momento, una cuestión muy generacional. También creo que eso es lo maravilloso del arte. En cada persona puede despertar algo distinto. Esta obra no es tan cuadrada como una comercial que es plana y te explica que 2+2 es 4. Tiene muchas aristas asi como lugares donde quedarse que está buenísimo. A cada espectador lo interpela de diferente manera y nadie sale indemne.
-No hay muchas obras sobre esta temática (salvo Beya Durmiente, la obra «Hay alguien que nos odia» o lo que hizo Mariel Rosciano) ni sobre política y demás. Me da la impresión que el teatro independiente se maneja muy “pour la gallerie” con estas temáticas.
– La verdad, no lo sé. Una amiga me decía que los actores estamos muy al servicio del deseo del otro. Que venga un director o directora, un dramaturgo o dramaturga y te pregunte si queres actuar en tal texto. Ya, por ejemplo, eso es una diferencia. Creo que el tema es el motor de lo que te moviliza a contar algo. Lo que veo últimamente, es que hay problemas familiares, en un código más realista y que van al humor. Hay algunas temáticas feministas como “Beya” que todavía no la pude ir a ver o “La Niña Vergüenza” que hablaba de un abuso, pero siento que el teatro se vuelve medio “pancho”, soso. Lo hablo mucho con amigos. Uno dice “Ok, las reglas del teatro oficial y comercial son otras”, está bien pero lo que uno pone para llevar a una obra adelante, la cantidad de plata que sale montar una obra, por más que uses nada de escenografía…el tiempo que lleva todo…y más de una vez, al ver una obra decís, ¿por qué hiciste todo esto, para contar eso? ¿Cuál es?
-La famosa pregunta “¿es necesario?”
– ¡Si! Para la persona que lo hace, lo será –y está perfecto-, pero una como actriz, que sabe todo lo que implica llevar adelante una obra, decís ¿qué querés contar con esto? Por eso, volviendo a la pregunta, siento que hay un teatro que se queda en un lugar más pasatista, de divertimento (lo cual está bien porque el arte también lo es). No digo que está mal pero adhiero con que falta algo de teatro político.
-Da la impresión que al teatro independiente le falta calle. Se sabe lo que pasa en Berlín pero no en Lugano. Una vez, charlando con Andrés Binetti, me decía que no iba a pagar para ver como se separa un chabón de una mina. “No le pido a la gente que venga a pagar mis dramas” (https://n9.cl/ann2)
-De esto, hay miles. Hasta hay teatros que programan todo eso. Una se separo, otra que tiene un hijo discapacitado, el otro que tiene un cáncer terminal. Estaría bueno que haya un poco más de todo, sino se copian formulas. Funcionó tal autor y se hacen todas sus obras. Hay una tendencia de ir a lo efectivo en vez de bucear y tratar de asumir riesgos. Igual, cada uno encontrará el motor para hacer esto. Uno pone tanto en un espectáculo independiente que me da pena cuando veo cosas que me pregunto “¿para que haces esto?, ¿para qué reunís a toda esta gente?”.
También hay otro tipo de teatro muy intelectual, que es una paja. Vas a ver una exposición literaria de monografía de lo que vos pensas de Ibsen. Para eso, lo leo. Me torra la paja teatral del sermón y que no haya acción.
Después hay algo que está pasando, que todo está tan terrible, que se piensa que “la gente quiere reírse”. ¡Se montan obras pensando eso porque piensan que va a funcionar algo –supuestamente- con humor! Están estos proyectos asi como hay gente que se queda en un lugar de menor riesgo.
-¿Cómo ves a la colectiva Actrices Argentinas?
– Es una entidad que tiene más popularidad porque hay actrices famosas que tienen más exposición. Sirvió para ayudar en una denuncia social por la legalización del aborto. Siento que abre un campo más de discusión que está ligado a la denuncia de los abusos de poder, las violaciones morales y éticas que recibimos las actrices y demás trabajadoras del arte. Sirvió para denunciar y para unirnos en pos de la igualdad en los puestos de trabajo. Es más de acción política, de unión y apoyo. Tratar de trabajar en función de que todo sea más justo.
-Si en el teatro independiente se hicieran las denuncias que corresponden, ¿no queda nadie?
– Creo que, como todo, alguien queda pero abusos hay todo el tiempo. No solo de hombres sino también de mujeres. El otro día estuvimos hablando con amigas y decíamos que hay un montón de directoras que maltratan. Todos nos estamos deconstruyendo. Las mujeres tenemos una estructura machista con las que fuimos criados. Me parece muy bien esto de hablar, de ir entre todos, tratando de estar atento a estas situaciones. Sobre todo porque en el arte hay mucho ego, tensión y pasión. Hay una delgada línea con los nervios preestrenos, en los que se dan situaciones de violencia en el que se le saltan los cables a un actor/actriz o director/directora. Todos hemos vivido situaciones y ahora hay que estar atentos a deconstruirnos y no replicar estas cuestiones machistas que están intrínsecas en todo el mundo. Hay un trecho muy largo para recorrer. Los jóvenes vienen con otro chip.
-Contame como fue hacer “Chicas católicas”.
– Fue lo opuesto a “Turba” lo cual me viene muy bien. Fue un espectáculo de mucha calidad para ser teatro comercial. No solo divierte al espectador sino que Daniel Casablanca, el director, hizo un recontra laburo para no quedarse en la planicie del humor. Encontró otras zonas, mas de inocencia y sensibilidad que hicieron que tenga unas aristas más interesantes. Nos moríamos de risa. Daniel apostó mucho a la actuación. La obra que se hizo hace quince años tenía a las actrices jugando a full. También conecta a la gente y se siente idetificada con la infancia que tuvimos todos. El colegio, los primeros amigos, el amor. Todas esas cosas de primer descubrimiento que Daniel recapituló y reconstruyó.
– Pasa el tiempo, cambia el humor, las generaciones, los códigos.
– Daniel hizo un laburo para eso. Quedaba medio vieja con los chistes que tenía. Apostó mucho a nuestro universo imaginario. Desde el vamos, planteó dejar un poco el texto y que nosotras trajéramos números, las canciones que escuchábamos en la infancia (ya sea católica o no). Situaciones, sueños, pesadillas. Hizo todo un laburo para que nosotras trajéramos material. Todo eso está en la obra lo cual está buenísimo. Una como actriz se siente representada porque te conmueve o representó en algún momento. Ahí es cuando el público entra con vos en ese viaje. En mi caso, tengo el tema “Aprender a volar” de Patricia Sosa porque me marcó en la infancia. Queda la canción en la obra y después llega a la obra Marta Mediavilla –la hija de Patricia- en reemplazo de Sofía Gala Castiglione. Le expliqué que no era una falta de respeto sino un homenaje.
-¿Como fue laburar con Sofía?
– Muy bien. Nos llevamos muy bien. Lo que hace está muy bueno. Además, es desde un lugar que la gente no está acostumbrada a verla. Hasta han dicho que es el mejor laburo en teatro que se le vio. Es otro lugar de Sofi que está muy graciosa, muy tierna. Es una compañera de oro.
-¿Tele?
– No. Estos últimos meses fui una esclava teatral. Ensayaba casi doce horas por día. Ahora se están armando unas tiras pero no sé bien. La verdad es que estoy abocada con “Turba” y viajar con el proyecto. Estamos barajando algunas posibilidades de ir a España pero bueno. Para mi, lo más maravilloso es hacer lo que uno le representa como artista. Siento que “Turba” me toca en todos los lugares. Como artista, ciudadana, compromiso político con la sociedad, con la realidad que estamos viviendo. Quiero volar con este proyecto y actuarlo mucho. Hacerlo, que viaje y lo puedan ver muchas personas.
“Turba”. El Portón de Sánchez. Sánchez de Bustamante 1032. Lunes, 21.30 hs.