Mas allá del bat.
Dramaturgia y dirección: Hernan Grinstein. Con Carlos Bembibre, María Soledad Fernandez Anguisola, Laura Gdinsky Orgambide, Diana Jaunzarás, Romina Juarez, Sebastián Lis, Ariel Lotersztein, Luis Luchessi. Escenografía: Luis Luchessi. Iluminación: Nicolás Spada. Diseño de espacio: Hernan Grinstein. Redes Sociales y diseño gráfico: Darío Morales. Fotografía: Carlos Bembibre y Martín Olgiati. Asistencia De Producción: Ariel Lotersztein. Asistencia de dirección: Laura Casco y Gustavo Ducasse. Colaboración en dramaturgia: Gustavo Ducasse.
Espacio Gadí. Av. San Juan 3852. Viernes, 21 hs.
La comunidad judía suele brindar historias por demás entrañables y con mucho por debatir «puertas adentro» pero sin perder el amor por sus propias raíces. Diversas figuras de la misma se han incorporado a cierto inconsciente colectivo a partir de su raigambre dentro de la sociedad. Esto incluye el constante debate respecto de la cuestión identitaria y cómo las tradiciones se insertan en los tiempos modernos que nos atraviesan.
Tal es el caso de la familia Goldstein que tiene el bat mitzvá de Luli a la vuelta de la esquina y tiene revolucionado a todos. El mantenimiento de la tradición que lleva adelante Rubén, el padre, choca contra los deseos –y la salud mental- de su hija que encuentra refugio en la amistad de Celina, la chica que trabaja en la casa y el negocio familiar, de venta de telas en el barrio de Once.
Aquí hacemos un paréntesis ya que nos negamos a llamar “shikse” a Celina por más que sea moneda corriente usar ese término dentro de «la cole», el cual es muy bien criticado –lo cual aplaudimos- en la imperdible puesta que lleva dicho nombre y la explicación de su director que abre un debate que la amplia mayoría de los miembros de la comunidad no se hace cargo .
El texto es dinámico y cuenta con la utilización de haikus y constelaciones abriendo el abanico hacia otras creencias y a la psicología espiritual. Como no podía ser de otra manera, aparecen personajes reconocibles como la “idishe mame” de Rubén y los clásicos choques con su nuera, el hermano díscolo, la pica entre ashkenazis y sefaradíes y el amigo goy que es fiel y compañero frente a las vicisitudes de la vida.
Pero más allá de este cuadro de situación, que plantea una comedia bien resuelta, la pluma de Hernán Grinstein va por otros lados. Plantea el ríspido límite entre ese tradicionalismo que atrasa años y los lazos que trascienden todo tipo de creencia religiosa que va desde un “enamoramiento mixto” hasta una sincera y profunda amistad. Esa fe puesta en ese elemento intangible llamado Dios mientras el mundo cercano se desmorona, sin que haya milagro divino que lo pueda salvar. Será en ese momento en que el espectador “de la cole” se sentirá interpelado en su propio ser, frente a lo visto sobre tablas. Inclusive, preguntándose al respecto, como si hubiera un “judeómetro” que legitimase su propia condición así como la confirmación del porqué se ha alejado uno del dogma.
Ironías al margen, Grinstein plantea una historia dentro de una familia tradicionalista de la comunidad judía para hablar de las relaciones humanas al tiempo que, pareciera, exorciza algún fantasma que lo habita.
Con un final que se condice con lo planteado desde el mismo comienzo, “Diáspora” da cuenta de varios dilemas que atraviesan a la colectividad judía, extensible a toda aquella persona que se enfrenta entre su sensibilidad y el dogma que –dice- establece las reglas para vivir. Cada espectador podrá ubicarse en el lugar que le compete y/o se sienta más cómodo. Ahí será cuando la reflexión y el intercambio sea casi obligatorio después de la finalización de la puesta.
La obra excelente, la cual tiene un contenido para qué muchas personas reflexionen.
La obra excelente, la cual tiene un contenido para qué muchas personas reflexionen.