El Principio de Arquímedes (Teatro)

Acción y reacción


Dramaturgia: Josep María Miró. Con Beatriz Spelzini, Alejandro Paker, Nelson Rueda y Martín Slipak. Asistente general: Mariana Pérez Cigoj. Vestuario: Julieta Risso. Adaptación y rediseño escenográfico: Lili Diaz. Escenografía: Enric Planas. Iluminación: Soledad Ianni. Música: Rony Keselman. Marketing y dirección: Digital Bronx. Producción Ejecutiva: Eduardo Estrella. Producción General: CHCH Producciones.


Jueves 30 y viernes 31 de octubre. Ciudad Cultural Konex. Sarmiento 3131. A las 21 hs.


El famoso aporte de Arquímedes a la física va más allá de su expresión “Eureka”. Su principio se basa en que, al momento de ingresar a una bañera, Arquímedes notó que el nivel de agua subía cuando él entraba. O sea, se desplazaría una cantidad de agua igual a su propio volumen.

Este teorema, llevado a la puesta que tiene su mismo nombre, tiene una relación similar. En este caso, Rubén, un profesor de natación es acusado de un trato «excesivamente cariñoso» a un niño que no quería meterse en la pileta sin su flotador. A medida que se va desarrollando la puesta, se desplazan cada vez más las ideas. La fuerza del cuerpo contra el agua –no en vano todo ocurre en un natatorio- hace que salgan a la superficie, una serie de prejuicios y preconceptos respecto de un hecho que no se ha probado. Hete aquí el “desborde” que produce el agua en el principio de Arquimedes.


En medio de la vorágine, aparecen frases que brillan con luz propia al tiempo que llaman a la reflexión de una sociedad que escribe con la mano para después borrar con el codo lo escrito. “Lo que antes era progresismo, ahora no se puede aplicar”, dirá Ana, la dueña del club donde se desarrollan los hechos.

Los tiempos trajeron modernidad respecto a la tecnología más no en los usos y costumbres de la sociedad. El fuerte posicionamiento de tradiciones que se repiten pero que no se pueden probar, es elocuente. Inclusive la famosa pregunta de Mirtha Legrand a Roberto Piazza, asociada a la homosexualidad y la pedofilia, atraviesa el relato con la inocencia que reviste el tiempo legitimador de discursos erróneos. Para tal fin, nada mejor que el personaje de David, el padre del niño afectado para brindar ese marco de identificación inmediata que, pareciera, lo legitima para pensar y afirmar cualquier cuestión, aunque nunca lo haya llevado a la pileta…..

Tampoco es para olvidar el rol de Héctor quien será aquél personaje que está a la espera de cualquier traspié para hacer leña del árbol caído pero sin la capacidad de generar nada por propios méritos.

El principio de “todo hombre es inocente hasta que se pruebe lo contrario” libra una batalla quijotesca contra la voracidad de ideas que se esparcen como un reguero de polvora, gracias a las redes sociales, lugar donde se instalan verdades no escritas, donde todo se repite y nada se comprueba.

El juicio de valor será la salida fácil de una puesta fuerte e inquisidora en la que todas las posiciones tienen flancos débiles para defender. Los personajes están bien definidos, con muy buenas actuaciones a cargo de un elenco de probada calidad.


Pero, más allá de este análisis, la puesta en sí es destacable en si misma. Se podrá ver la puesta desde distintas perspectivas, con los cambios que requiere una escenografía tan exacta como versátil para su movimiento. La vuelta atrás en el tiempo, con cierto dejo cinematográfico “a lo Tarantino” (como en “Pulp Fiction”) no se ve afectada por la utilización del lenguaje teatral, sino que sumerge –volviendo al Principio de Arquimedes “original”- al recinto en distintas ópticas. Cada cambio será una nueva sorpresa que provocará tanto fascinación como esa molestia propia de un espectador que busca la “comodidad interpretativa”, fallando en dicho cometido. La iluminación será fundamental para la creación de los climas de la puesta en neta sincronía con la música de Rony Keselman, fundamental en la creación de sentido, en sus mínimos de detalles.


La puesta no brinda “una” verdad sino que muestra un hecho determinado siendo el espectador el que quiera establecer dicho juicio de acuerdo a su situación. Allí, en esa intersección entre hechos y creencias propias, radicará el momento de quiebre, ruptura y a la vez, de enriquecimiento de lo apreciado sobre tablas. No hay “respuestas” pero si permite abrir un poco el espectro a cuestiones ligadas con una vorágine de noticias y hechos en la que todo se encuentra digerido para el consumo rápido y poca reflexión. Que esto es una obra de teatro absolutamente ficcional, no cabe la menor duda pero ¡qué bueno está que el teatro inquiera y perturbe…..a través de la ficción!

«El Principio de Arquimedes» es una ficción que llama a la reflexión, a través de una puesta de excelencia. Cualquier otra requisitoria requerirá aventurarse a nadar en su propio ser, dispuesto a atravesar sus propias aguas turbulentas de prejuicios, sin ahogarse en los mismos. 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio