Alejandro Paker: «Los ‘no’ me estimularon mucho en mi carrera”

La temporada teatral de reapertura del Teatro General San Martín ha estrenado obras de diversos autores. Tal es el caso de “Umbrío”, del catalán Josep María Miró, que tiene a Alejandro Paker encabezando el elenco junto a Eleonora Wexler. Talentoso y generador de sus propios proyectos, Paker se prestó a una charla sincera y distendida en la que habló de todo. El largo y sinuoso camino de “Umbrío” hasta su estreno, el público, los encasillamientos y su visión sobre la actualidad de los musicales.


Entrevista realizada junto a Fernanda Daniela Blanco (Área de Comunicación y Artes Escénicas. FSOC-UBA)


-Alejandro, primera y obvia pregunta. ¿Cómo surge “Umbrío”?

– Te voy a contar una infidencia del proyecto -que terminó siendo “Umbrío”- pero que, originalmente, era otra obra. Un proyecto que teníamos con Eleonora de hacer otra obra, que no podemos decir cual es porque denunciaría a quien nos trabó sus derechos. En la anterior gestión del San Martín, ya los habíamos pedido. Presentamos el proyecto y estaba todo bien pero trabaron los derechos y no se pudo hacer. A todo esto, me había hecho muy amigo de Josep María Miró, de cuando hice la segunda temporada de “Arquímedes” en el Konex, reemplazando a Juan Minujin. Inclusive fui a España para el estreno de “Priscila” y vi también el estreno de “Arquimedes” con elenco original de Barcelona que estrenaba en Madrid y en castellano. Allí es cuando Josep me dice que estaba escribiendo una obra (esto fue en el 2014) y que el protagonista masculino era para mí. Quedó todo ahí. Cuando sucede este percance con los derechos, en esa desesperación, empezamos a buscar obras de dos personajes. Le dije a Josep que me pase la obra que me había dicho. Me la pasó junto con otras dos anteriores que nos podía llegar a interesar. Peo leímos “Umbrío” y nos encantó. Dijimos “¡Es esta!” y entró en la propuesta de la gestión anterior. Se produce el cambio de gestión y Jorge (Telerman) nos apoya desde el primer momento. Era un compromiso que el teatro había asumido con nosotros. Después pasó lo que pasó con el retraso de la obra pero se pudo llevar adelante. Todo esto pasó en tres años. El día del estreno, hacía la cuenta de cuando habíamos traído la primera carpeta. Esto lo cuento para que no se piense que todo lo que brilla es oro. Pasaron tres años para que se estrene “Umbrío” en la Argentina a nivel mundial porque es la única obra que Josep no estrenó. Dejó que nosotros lo hagamos.


-Siempre fue el proyecto junto con Eleonora, ¿no?

– Si, y después se sumó Luciano Suardi.


– Justo te iba a preguntar por Luciano…

– Se suma porque ya había trabajado varias veces con Eleonora. Estábamos buscando un director para esta obra…que no es para cualquier director. Ellos son amigos inclusive y lo sugirió Eleonora, a lo cual no me negué en absoluto (risas). Nunca había trabajado con ellos por lo que nos mandamos a enamorarnos y a tener un hijo en la obra sin saber si íbamos a tener buen sexo (risas). Actuar, de alguna manera, es como hacer el amor.


-¿Cómo está saliendo la obra?

– Muy bien. Lo maravilloso del teatro –que es algo que destaco siempre-, y en lo que confío cada vez más, es que se va macerando con el tiempo. Mejora, como si fuera un proceso similar al del vino. Va cambiando el sabor y se pone más rico. Es increíble lo que ocurre de una semana a la otra, en la maduración que hay. No quiero imaginar como va a estar dentro de un mes.

-¿Qué les dice la gente cuando termina?

– Sucede un poco lo que pasaba con “Arquimedes” -que me sorprendía tanto en esa obra-, que cuesta el aplauso de arranque. La gente queda consternada. Primero que nada, está la pregunta “¿No me vas a dar el final masticado?”. El que sigue al autor, sabe que se puede encontrar con este tipo de material pero muchos no. Por eso, te dicen “nunca me apoyé en el respaldo de la silla”, por la tensión que se genera. La sensación de incomodidad o el sentirse alerta todo el tiempo. Después, recibo tweets o mensajes de gente que me cuenta que siguen debatiendo sobre la obra. Cada uno va elucubrando sus propias hipótesis y desenlaces. Me gusta eso de Josep ya que nunca lo subestima al espectador. Lo tiene vivo y activo, hasta el punto de generar estas hipótesis que cambian cuando vienen a verla de nuevo. Josep te diría “¿Es eso lo que vos elegiste? Entonces, ¡es eso!”. Nosotros obviamente, trabajamos en base a una hipótesis concreta, en la que creemos pero también vemos como manipular al espectador….


-Es una palabra que atraviesa toda la obra…

– …es como el subtitulo, ¿no? (risas). Es una gran manipulación del autor.


-Josep es un autor que habla de política pero sin hablar de política…

– Claro. En otras obras es más obvio como por ejemplo en “Humo” con respecto al tema del “otro”, el “extranjero” en su país. En “Umbrío” se habla de «el otro». Hay una mirada prejuiciosa con determinada gente por una forma de vestirse e imagen o por tener cierto estrato social. Los personajes son de una clase social determinada. Inclusive, es el sostén por el cual siguen aceptando esta relación. El mantener cierta apariencia para el afuera y el adentro de este matrimonio. Aquí hay una crítica a esta sociedad que ha construido -en el caso de Rafa, mi personaje-, a un hombre de bajos recursos que se ha “colocado” una vez que conoce a su mujer y por su suegro, tiene un nuevo status social.


-Hablando de eso, ¿cómo es Rafa?

– Estos personajes creen que son felices y no lo son. O la felicidad está en esas cosas que intenta sostener Rafa como un malabarista que está jugando con fuego. Creo que no es consciente o que lo es por momentos. Es negador porque la conciencia al 100% generaría mucho dolor. Lo que tiene es por eso en lo que se ha convertido pero es lo único que posee. Nunca juzgo a mis personajes pero debo decir que hace su elección y tiene un precio que lo paga en las cosas que no puede tener y elegir. Mejor dicho, que decide no poder elegir. Nosotros investigamos en la historia personal previa que ellos -la pareja que forman con su esposa Julia- se conozcan, más allá de los quince años de relación que tienen. Estos personajes responden a una historia familiar de carencias intelectuales y afectivas. Se tapan o rellenan esa realidad que eligen. En ese sentido, la obra es muy psicoanalítica.


-¿Crees que va a ser una obra “divisoria de aguas” tanto para público como para crítica?

– Si, totalmente. Hemos tenido algunas críticas muy demostrativas y elogiosas y otras no tan generosas y más austeras. Depende de la disponibilidad del espectador. El que ya conoce al autor viene de una manera diferente. Están abiertos. El que no lo conoce, se sorprende y ahí está la cuestión de abrirse y darle la oportunidad a lo que ve…o no.


-El público se pone un poco a la defensiva…

-Mirá, hace muchos años que no trabajo en el San Martín pero te digo que el público es muy heterogéneo, más en las edades. Veo gente de un rango de edad de más de 60 años y tuve unas devoluciones muy buenas pero ya habían visto “Arquimedes” y eran teatreros. Me sorprendió la devolución de quienes están relacionados con el teatro y son más jóvenes. Pensaba que iban a estar más disponibles y abiertos y no fue así. Pero bueno, me encanta la controversia. No creo ni una ni la otra. Me pasó siempre eso. Inclusive que me hayan salido el mismo día, dos críticas. Una que era “excelente” y la otra, “regular”. Es lo que se genera y me parece maravilloso. No creo ni una ni la otra. Las dos existen y la generamos nosotros.


-Es paradójico que, a veces, los más grandes son los abiertos y los más cercanos, los más herméticos.

– Es cierto pero te soy sincero, una parte mia disfruta más ese “no”. El “No sé….”, “no me sentí…”. Me gusta más eso aunque mi ego va a agradecer mucho el elogio. Pero me gusta esos “no” que me han estimulado mucho a lo largo de mi carrera. Recibí muchos más “no” que “si”.


-En su momento, habíamos charlado y estabas un tanto molesto porque te convocaban siempre para hacer musicales. ¿Cambió eso, no?

– Si pero es un prejuicio con el que me sigo enojando. Pero el prejuicio en general tiene que ver con el ser humano. Me molesta que no se den oportunidades a los artistas al encasillarlos. “¡Que buen comediante! Se dedica al humor” y al toque te dicen que no lo pondrían para hacer drama. Si no lo probaste, ¿cómo sabes? Si es actor es porque se ha preparado. Seguramente tendrá un lenguaje con el que le sea más fácil pero eso no significa que no pueda hacer otros, con diferentes matices. Como en muchas cosas de mi vida, intento convencer y me corro de la queja. ¿Por qué me voy a quedar sentado en vez de llevar a cabo la acción de lo que quiero generar? Tanto en “El hombre elefante” como ahora con “Umbrío”, han sido proyectos generados por mi. Si no me llaman, no me voy a quedar sentado esperando o quejándome porque no me dan la oportunidad. Me la voy a generar yo y me van a ver haciendo otra cosa. Fue lo que pasó en el último tiempo y cambió la opinión respecto de mi faceta como actor. Asumí los desafíos de quedarme en paz conmigo mismo; de no esperar las oportunidades de los otros sino de generarlas yo. Me pongo a prueba en el desafío de trabajar en otro lenguaje y otro código. Me estimula y me da motivos para seguir enamorado de la profesión.

Igualmente, me siguen gustando los musicales pero siento que se deja de lado la dirección actoral. Al respecto tuve la gran suerte de trabajar con un gran director de actores como el Indio Romero en «Casi normales». Por eso tuvimos ese resultado. Hubo mucho compromiso de la dirección. Creo que, muchas veces, en el musical nuestro, el argentino, la pata floja es la actuación. Una gran responsabilidad es que no haya directores de actores como que haya muchos actores de musicales que no estudian actuación.


-Cantan o bailan muy bien pero la actuación no es correcta.

– Exacto. Se la deja de lado con la idea de “si manejo bien estas dos, pasa”. Y no es asi. Esto después cae por su propio peso. Se escucha todo lindo, se canta bien pero a nivel actuación es donde más agua hace. Obvio que hay excepciones.


-¿Cómo ves el desarrollo de los musicales?

– Musicales monstruos, con una gran producción, queda uno solo que es “Sugar” ya que “Lord” y “Jekyll & Hyde” bajaron.  Pero eso responde a la situación económica, al terror que tienen los productores para hacer estas apuestas. Lo genial es que se generen proyectos y creativos nacionales, con otros niveles de producción. Lo veo a favor de nuestro propio sello.


-¿No puede pasar como en su momento con la impro o el clown que explotó y después se pinchó?

– Son indicadores sociales. Ahí me dejo llevar. No sirve ni enojarte ni ponerte en contra de eso. Entonces, voy con la marea salvo que tenga algo diferente para presentar. Mientras no tenga otra cosa para proponer, digo que está sucediendo «tal cosa» y es un indicador con el cual hay que acomodarse. Si hay algo que entrené a lo largo de los años de trabajo, es la cintura. Adaptarme y entender las necesidades y lenguajes nuevos del público. Más que nada, del más joven, que es el que consume y quiere otras cosas diferentes. El artista tiene que ir para ese lado y si quiero contar lo mio, tengo que ver como debo sonar para que me quieran escuchar.


-¿Cómo recordás a “El hombre elefante”?

– Muy bien. Tengo muy lindos recuerdos del proceso. También fueron cuatro o cinco años hasta que se hizo realidad. Fue un proceso muy largo. Si la gente supiese todo lo que costó…Pero como la profesión del actor es trabajar con la frustración, no hay nada más frustrante que el proceso de ensayo. Todos los días volves sabiendo que no te sale. Te lo dice el director y te vas a dormir con eso. Esto llevado a gran escala tiene que ver con la profesión, no solo con el trabajo del actor sino con la construcción. Tengo recuerdos contradictorios de ese proceso.


– Fue uno de tus grandes trabajos…

– Si…Siempre me preguntan si fue mi mejor laburo y te digo que lo sentí asi. Durante años fui imaginando como lo iba a hacer, como iba a hablar o moverse. Con Suarez Marzal (el director) coincidimos en la construcción física pero lo venía imaginando. Lo probé tanto en el subte, el ascensor o el colectivo. Caminaba así en la calle para ver que generaba. Iba a un kiosco a pedir caramelos de la forma en la que terminaba hablando “el hombre elefante”. Era probar y experimentar. No solo actúo arriba del escenario sino que se construye a través del tiempo. Es como el vino. Sacar las uvas, pisarlas, ponerlas en frascos, el reposo, macerarlas. Seguramente me habré equivocado en un montón de cosas –hoy lo creo asi- pero eso es el teatro. Lo maravilloso es que te da la chance al otro día de mejorar, perfeccionar o equivocarte. Hoy en día, en «Umbrío», Luciano nos da devoluciones todos los días y ve todas las funciones. Él también es responsable de este vino.


-¡Qué bueno! Vos sabes que hay directores que no van todos los días….

– Si, hay directores abandónicos como padres abandónicos. Hay que construir a pesar de lo que ocurra, de estos padres. Luciano cuida a su criatura y la sigue guiando porque se sigue macerando. Lo cree así. Nosotros creemos en esto.


-Pones a “El hombre elefante” por encima de “Cabaret” o el Dan de “Casi normales”

– Sé que son diferentes pero debe haber sido porque fue mi primer proyecto generado por mí, en un 100%. Tiene ese corazón, como el de un hijo propio. Fue muy deseado y ahí radicaría la diferencia.


-¿Se vendrá un Alejandro Paker director?

– No sé. Me lo han sugerido y preguntado. Inclusive es una pregunta de mi terapeuta, cada vez, más seguida. Pero algún momento caerá, nacerá. De momento, estoy resolviendo mi hijo, como para tomar las riendas de ser padre. Es contradictorio con lo que te acabo de decir pero tiene que ver con la complejidad de dirigir actores, vidas, personalidades, el trabajar con un equipo creativo. No sé si estoy listo para esto. Es eso, correrme de mi hijo para ser padre. Pero por ahora no. Me da un poco de miedo. Además, creo mucho en el estudio. De hecho, le preguntaba a directores, por curiosidad concreta, donde podía estudiar dirección y me decían “Si vas a tal lado, te vas a encontrar con docentes que saben menos que vos”. Me sugirieron que empiece a hacer mi propia experiencia, comenzando con algunas cosas pequeñas. «Empezá con un cuento si estas ansioso». Creo mucho en lo académico. No me hubiese atrevido a meterme a hacer ciertos lenguajes hasta que no me preparé. No tenía lo académico como respaldo para afrontarlo.


-¿Cómo sigue “Umbrío”?

– Estaremos hasta el 2 de septiembre. Después no sabemos si continuamos aquí o si se genera una coproducción o un productor comercial se asocia al complejo, tal como había pasado con “Arquimedes”. La nueva gestión está en un proceso de reorganización y no tienen muy claro que va a pasar con estos espectáculos que están funcionando muy bien.


-Si Alejandro Paker no era actor, ¿qué hubiera sido de su vida?

– Mirá, estudié tres años de Medicina en Rosario. Dejé la carrera por la actuación. Creo que hubiera sido médico. Pero nada es casual, todo es psicoanalítico. Mi elección de especialidad era neonatología, obstetra, por lo que quería traer niños al mundo. De alguna manera, lo hago que son estos “niños” que generan controversia, emoción, risa y generan. Hablan de la vida y la muerte. Te invitan a experimentar, probar y reflexionar.


“Umbrío”. Teatro General San Martín. Av. Corrientes 1530. Jueves a domingo, 20 hs.

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