Nüremberg (Teatro)

El odio en motor de vida
Autoría: Santiago Sanguinetti. Con Mateo Chiarino. Vestuario: Nicolás Nanni. Diseño de Objetos Lumínicos: Claudio Del Bianco y Nicolás Nanni. Música original: Tomás Carnelli. Diseño gráfico: Pablo Vega. Asistencia de dirección: Agustín García. Producción: Cecilia Cósero. Dirección: Pablo Finamore.
Sala El Ópalo. Junín 380. Sábado, 20 hs.
El odio tiene sus diversas vertientes y orígenes. Tal es el caso del nazismo y sus seguidores que, a pesar de la derrota del régimen de Adolf Hitler en 1945, siguen vigentes con su prédica. Igualmente, el formato cambia aunque el discurso sea el mismo. Odio a todo aquello que es diferente a la tan mentada “pureza” que ellos dicen representar. En este caso, un skinhead se encuentra frente a si mismo, minutos antes de llevar a cabo un atentado.
En un espacio absolutamente vacío e imágenes que irán desde el juicio de Nüremberg (donde se lo ve al petulante mariscal Göring en una de las tomas) hasta un mar bravío, se ubicará este joven, de frente al público, haciendo gala de su estado físico, para “luchar por la Patria”. Grita su ideología sin ningún tipo de reflexión al respecto. Cree en lo que dice y hace, aunque eso tenga consecuencias irreparables. Su objetivo y su ley están por delante de todo. Pero, ¿cómo se llega a ese lugar? Él mismo lo cuenta. Una niñez en la que sonreía pero solo para las fotos, en el marco de dolorosas relaciones familiares. ¿Tan corto es el pasaje a odiar a todo aquello que no es como uno? 

En ese encuentro entre lo que ocurre sobre tablas y la decodificación de esos sentimientos con la consabida relación con el contexto, establecerá algún tipo de diferencia. Es ver como se corporizan esas palabras de odio en una realidad tan palpable como “aceptada” en varios casos. Inclusive, implica una reflexión sobre las propias creencias y la validez de las mismas.
Su discurso es fácilmente reconocible. Linealidad que no resiste ningún tipo de análisis. Quizás, en este punto, es donde el texto tenga algún tipo de flaqueza por más que se haya decidido realizar un trazo grueso con respecto a la ideología del protagonista. Su propio relato de las “hazañas” en contra de “los indeseables” van más allá de la petulancia del texto para que establezca una relación directa con el público el cual reconocerá de inmediato, ese tipo de expresiones. Será ese trazo grueso el que intimida y lleva al espectador a realizarse -nuevamente- varios interrogantes dentro de su «racionalidad». ¿Es posible tener empatía con semejante individuo que no dudaría en «hacer lo que tenga que hacer»? ¿Cuál es el origen de su odio? ¿Es posible paliar el mismo en el marco de una sociedad que intenta -y fracasa- en ser inclusiva? 
La actuación de Mateo Chiarino es visceral. Pone todo en el escenario. Se paseo como un ser sediento de sangre, que busca satisfacer su maldad a costa de otros.  Su voz llena de rencor no da lugar a ningún tipo de debilidad. ¿O si?.

«Nüremberg» es una obra necesaria para ver. Más aún cuando aquellos fantasmas de antaño parecían derrotados pero vuelven con ánimos renovados, usando al sistema democrático para expandirse en la sociedad.  

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