Carolina Guevara & Leticia Torres: «El humor de ‘No tengo tiempo’ disloca lo moral»

En este 2022, primer año pospandémico completo, de teatros abiertos, “No tengo tiempo” se ha consolidado como uno de los mejores estrenos del año. A partir de la adaptación de la novela homónima de María Pía López y dirección de Cintia Miraglia, Carolina Guevara y Leticia Torres se lucen en una puesta corrosiva y atrapante. 
En una charla divertida y picante, ECDL charló con las reconocidas actrices sobre la génesis de este proyecto, el humor, el público, la «seriedad» del teatro y el gran peligro de ser “políticamente correcto”. 

Fotos: Cecilia Inés Villarreal

A cuatro meses de haber estrenado, ¿les sorprendió la repercusión de “No tengo tiempo”?
Leticia Torres
: Si…y no. (risas). Por un lado, el texto es maravilloso. Sabía que podía ser controversial (lo es) y generar algo que está buenísimo. Confiaba mucho en el trabajo que hicimos que terminó siendo mágico, en el escenario. Es una bomba que nos gusta y divierte mucho hacer, en porciones similares. Se está dando el combo completo. Más que sorprender, superó mis expectativas.
Carolina Guevara: Siempre estuvimos seguras respecto de lo que hacíamos. Después, una lo tira a la cancha y ahí se ve en tanto no podes saber de antemano si va a gustar. Además era un desafío y una responsabilidad enorme hacer un texto de Pía (María Pía López) que era una novela y que había requerido un trabajo de adaptación muy importante. La dirección de Cintia (Miraglia) fue impecable. Después, lo azaroso y hermoso de trabajar juntas. Era la primera vez que lo hacíamos y parecía como si ya lo hubiésemos hecho durante mucho tiempo.
LT: La gente nos preguntaba “¿En serio es la primera vez que trabajan juntas? ¡No parece!”. Fue muy loco eso. 

CG: Además, Cintia nos decía “¡sabía que iban a laburar bien juntas!”. Más cuando había que desdoblar esa voz única que hay en la novela. Creo que con todo lo que hemos vivido –pandemia de por medio- y la forma en que están rotos los lazos sociales, es muy difícil sostener las grupalidades en tanto los lazos humanos, el disfrutar lo que pasa en la obra, es genial. Si bien nos conocíamos con Leti, es muy distinto el trabajar juntas, sostener dos años de la pandemia, con los ensayos y eso, se disfruta y agradece. De alguna manera, se entrega al público, que lo percibe.
LT: Es muy lindo el clima de trabajo y amistad que se ha generado entre todas.
 
-Vi «No tengo tiempo» (¡felicitaciones!) y es como un partido de tenis, en tanto ese ida y vuelta en las actuaciones. Además, Caro hiciste la adaptación con Cintia….
CG
: Si, y con la propia Pia. Pensamos que iba a ser un monólogo (tal como era la novela) con una música en vivo, pero después, por suerte, entró Leti y ganó la obra en teatralidad. Además, se mantuvo la música de Vicky Balay, un trabajo bellísimo de composición.
 
-¿Cuando surge la idea de las esgrimistas?
CG:
En el momento en que se desdobla la voz. No queríamos con Cintia “repartir textos” sino de crear… A Leti le tiramos una muy difícil.  Al aparecer este segundo personaje, por llamarlo de alguna manera, se generó otro mundo que tenía que ver con una destreza física. Esto nos permitió armar situaciones con un despliegue escénico de mucha corporalidad. La obra (y la novela en realidad), plantea un ritmo y un jadeo que no es “nos sentamos a conversar”. Cintia no quería esto y yo vengo de laburos en que el cuerpo es otro texto. No puedo quedarme sentada. Leti, ¡ni hablar! Entonces se empezó a pensar en algo relacionado con los deportes. Ahí apareció la idea de la esgrima que, además, es una metáfora del tiempo, la batalla, el duelo.
LT: Cuando me sumé, no había otro personaje sino dos o tres textos. Fue muy desafiante entrar a un proyecto en el que no sabes que vas a hacer ni que vas a decir (risas). Solo que estoy con Caro, con un texto genial y una directora por la que me tiro de cabeza. Surgió la idea de la esgrima y de donde están estas dos mujeres. El vínculo que tienen… quizás más internamente. Nos organizó el pensarnos en un gimnasio. Entrenamos y conversamos; una habla más sobre un tema y la otra, sobre otro. Fue la estructura que nos acomodó todo.
 
-La obra tiene mucho humor. ¿Cómo fue el trabajo al respecto?
CG:
La novela lo tiene. Pia tiene un humor salvaje en casi todas sus ficciones pero más aún en ésta y en “Teatro de operaciones”. Cuando la leí, me gustó mucho porque disloca lo moral. ¡Por eso es humor! Lo incorrecto pasaba por ese lado. 
Teníamos que incorporarlo a la adaptación porque nos iba a permitir también jugar las partes más oscuras de la novela así como fortalecer el hilo dramático de la obra. Pía recuerda que, cuando laburabamos el texto, Cintia decía que había que animarse ir al fondo con esto sino quedas en una línea delgada. 
 
-Ambas venían de unipersonales. ¿Cómo fue volver a trabajar en grupo?
CG
: Lo quería y lo necesitaba. Trabajé un montón en un grupo, durante muchísimos años. Laburar en unipersonal tuvo que ver también con un deseo artístico de trabajar la comedia y la narración oral. Pero no era algo que quisiese hacer siempre. Deseaba trabajar con alguien en escena. Más aún con Cintia y con Leti. Me gustaba mucho sus trabajos y me parecían muy buenas minas. Lo mismo que con Pía, por supuesto. De hecho, había expresado alguna vez las ganas de poder trabajar juntas. Al final, sucedió.
LT: El trabajar de a dos, está buenísimo. Recién decías lo del partido de tenis…es cierto. Es como darse constantemente un pase-gol y lo disfruto enormemente. Cuando trabajas en grupo, tenes un momentito con un compañero o compañera. Acá estamos las dos todo el tiempo en el escenario. No salimos nunca de escena y en ese vértigo nos sostenemos mucho. 
CG: En mi caso, nunca me había pasado de trabajar de a dos. Venía de una cosa más coral donde tenes una escena con uno. Lo que se da de a dos es muy particular. El amparo que tenes de la compañera. Te llevas bien o es un desastre (risas). No hay posibilidad que no necesite el sosten de Leti. De esta manera, la comunión se establece. Además, el texto no implica un protagónico. De hecho, dicen muchas veces que somos el mismo personaje o la voz de la conciencia.

-Pasaron de los domingos a los viernes, ¿cómo tomaron el cambio de horario?
CG:
Costaron las primeras funciones. Una se tiene que adaptar, en tanto la sala lo dispuso. No lo elegimos nosotras. Fue una sorpresa porque veníamos llenando los domingos. Pero bueno, la semana pasada volvimos a llenar. Es un carreteo hasta que la gente se vuelve a enterar. A veces parece que en las redes sociales todo el mundo sabe y no es así.
 
-¿Cambió el público con el horario?
LT: No sé…porque nuestro público es bastante variado. Si bien nos dicen que “vienen todas mujeres”, también hay varones. Últimamente vienen señores grandes, de 60 años para arriba así como adolescentes y jóvenes…
CG: También está el público que tracciona Pía por ser una referente. Es su primera obra de teatro y tiene su gente con sus estudiantes y el mundo académico-intelectual. El público teatrero conoce nuestros trabajos y el de la sala misma, que tiene gente que ya va a ver lo que hay. Hubo varias cosas que se fueron amalgamando. Fueron tres meses a sala llena. En agosto, si bien las dos primeras funciones no se llenaron, después retomó el ritmo que tenía. Esto fue porque hubo un “boca en boca” importante, más allá de la prensa que fue muy buena. Tenemos laburo en redes aunque no hay un comunity manager produciendo contenido. ¡Somos nosotras mismas! (risas). La obra sonó, se recomendó y fue eso.
 
-Además, tuvieron un reconocimiento de la Legislatura Porteña. (N de R: La obra fue declarada de “Interés para la Promoción y Defensa de los Derechos de las Mujeres y Diversidades)
CG: Creo que, alguien vinculada a una legisladora fue a la primera o segunda función y quedaron impactados con lo que vieron. De esta manera se pudo llevar adelante esta declaración. Además, Pia es una referente para quienes están en espacios concretos de gestión. La verdad, me alegró mucho. Estuvo buenísimo.
 
Más allá de la risa
 
-Recién hablaron del humor. ¿Hay límites?
CG: Creo que sí, pero no, morales, desde “lo correcto”. Se me vienen cosas muy concretas para no hacer humor, como una violación, un femicidio o los desaparecidos. Sí creo que es una herramienta política muy fuerte de interpelación y de denuncia. Pasa que también se lo terminan apropiando los medios hegemónicos de comunicación y lo hacen burdo, a través de la burla. Deja de ser el que sostiene la comedia. Para que haya humor tiene que haber un piso trágico. También hay pulsos de época que me dicen que con esto “no podría”.
 
-No da…
CG:
Claro. De hecho, cuando hicimos “Los golpes de Clara” o “Cuerpo de baile” también me preguntaba “¿No es demasiado?”. Lo pensábamos y veíamos como. No podría hacer humor con todo. Ojo, puedo estar equivocada pero me pasa así con algunas cosas puntuales.
LT: Me pasa algo parecido. Siento que, a través del humor podes hablar de lo que sea, de cualquier tema. Creo que no es un límite pero si hay momentos para hacer chistes sobre determinados temas. También hay gente que no lee el contexto al respecto. Podemos hacerlo con el aumento de precios o con un político (burlate directamente) pero no con un pibe que está rascando un tacho de basura buscando comida. Vamos con el humor, entendiendo a quien estás interpelando y qué estas denunciando.
 
-Siempre apuntó al poderoso y no al débil..
LT:
Claro. Ahí está la esencia de la Commedia dell Arte. Son los comediantes saliendo a la calle a denunciar al policía, a la iglesia o a la Corona. 
CG: También hay una cuestión tanto de idiosincrasia como generacional. Cuando vivía en Tres Arroyos, con 15 o 16 años y veía “Cha cha chá” (no nos vamos a referir a la actualidad de este señor….), fue como un aire fresco en tanto hacía mucho tiempo no se veía un programa así en la televisión. A la pendejada nuestra le copaba eso pero a mis viejos no le llegaba. Ahora, viéndolo a la distancia, es muy urbano. Quizás pasa lo mismo con Capusotto que es brillante, pero no deja de serlo. A alguien como yo, de Tres Arroyos, no nos termina de hacer gracia lo de “Pizzería los Hijos de Puta” en tanto no me ubico donde es, ponele, Gerli. Es algo muy territorial e identitario. Después está lo que trasciende. Chaplin va a lo macro con “El gran dictador”, pero también hay un imaginario que acompaña eso y nos permite entrar.
 

-En el teatro no hay mucho humor…
LT
: No..no hay mucho.
CG: ¿En serio pensas eso? Admito que no estoy yendo mucho al teatro…
LT: Me pasa que me dicen “que buen trabajo”, “que fuerte”, “que impecable” pero no un “me cagué de risa”. En el caso de nuestro, el humor viene hilvanado de un texto potente.
CG: Para algunos sorprende lo de Pia porque quienes la siguen por su trayectoria académico-feminista, era un “no pensé qué…”. Pia tiene un humor muy inteligente y es lo que sorprende en la obra. En obras como “Rayito de sol”, “Los golpes de Clara” o “Cuerpo de baile”, que tienen perspectiva de género, sorprende que les imprimas humor. Te corres del lugar de hablar de esos temas desde la victimización de la mujer y de ser «las-que-nos-quejamos». Podemos ser estas y muchas más. Además, de última, me río de mí. Ese lugar déjamelo a mí.
 
-Hay cierto miedo de meter el humor con el feminismo, por miedo a caer en la frivolidad…
CG:
En mi caso, me la jugué con “Los golpes de Clara”. Sabía que estaba trabajando con un director que labura comicidad. Que sea lo que Dios quiera y terminó gustando. Sabía que era desde ahí y me tiré. Si me asesinan, me asesinan. Gustaba que la obra tuviese humor. Al fin y al cabo, era una comedia. Lo mismo con “Cuerpo de baile”. “Rayito” también tenía humor….
LT: Pero sorprendía que una laburase desde ahí.
 
-Volviendo a la actualidad, ¿qué les dice la gente cuando termina «No tengo tiempo»?
LT:
De todo. Desde que la pasaron muy bien hasta que se van pensando. Es muy hermoso que cada persona se queda con algo distinto, como si la obra hablase de eso con lo que se quedaron. Me encanta que a cada uno le pegue como le pegó. Alguno sale y dice “esto lo tiene que ver mi hermana con 40 y pico y quiere ser mamá “ o “que tremendo esto que hablan de la venta de pibes”.
CG: También agradecen que nos metimos con estos temas. O “me reí pero pensaba de qué me estoy riendo”, “es fuerte pero es necesario hablar de esto”. Aprecian que haya tanto trabajo detrás de la obra. Desde el lugar de los feminismos, se hizo hincapié el poder discutir de estos temas. Nos gustaba de la obra que no es solo una mujer que quiere tener un hijo y cómo lo hace sino la crítica necesaria y conmovedora respecto a la cuestión de clase, asi como los consumos y deseos. Quien tiene los recursos para comprarlo todo, puede pensar de qué manera cumple sus deseos. Todo eso que se pone en juego y le imprime algo diferente a la obra. No es solo la mujer de cierta edad que está viendo de tener un hijo sino la ferocidad en el planteo del tiempo en la vida que vivimos.
 
-El reloj que nos corre…
CG:
Si! El sistema que nos quiere productivos. La otra vez lo decía Cintia eso de que “cuanto más ocupado estás, más cotizas”. Por ejemplo, te digo que “vine caminando, tranca y tengo un día re-piola”, empieza el “uhhhh”. Casi que tenes que decir que estas a pleno para tener un valor en la vida. (risas)
 
-¿Se les enojó alguien con la obra?
LT:
Si! En una función se nos fueron dos señoras. (risas)
CG: Empezaron con que “¡No pagué para ver esto!”. Está bien eso. Una de las cosas que nos pasó, que nos sorprendió, fue que la gente se ríe en partes que no esperamos. Entraron en el tono y la cadencia de la obra.
 
Seriedad y solemnidad
 
-¿Por qué el teatro está tan “serio”?
CG:
Estamos complicados en el área. Nos está comiendo lo “políticamente correcto”, como también corremos el riesgo que nos pase lo mismo en el feminismo.
LT: Totalmente. Para mi, históricamente, el humor siempre fue considerado un género menor. “Una comedia…”, “una obrita y te reis”. Si te reís, es menos importante que si lloraste una hora y media. La tragedia era la que iba a hablar de los temas importantes. Era la que venía como aleccionadora de los pueblos en esas épocas pero la comedia era la que metía el dedo en el culo. Por eso molesta la comedia. Habla de cualquier cosa. Pone en la mesa cualquier tema y báncatela. 
CG: Lo jodo a Leandro (Rosati, director de «Los golpes de Clara» y «Cuerpo de baile») en que, la única manera en que nos ganemos un premio es que me haga llorar o me ponga en bolas. Estamos viendo cuando lo hacemos. (risas) Hay algo de eso. De hecho, actrices dramáticas podes nombrar muchas pero ¿comediantes? 
LT: Nini Marshall. Ok, la amamos pero ya está. Pero hay un montón de comediantes. En “No tengo tiempo” sabíamos que ese humor tenía que estar y queríamos que estuviera. Éramos conscientes que iba a ser incómodo y a rozar lo incorrecto pero era parte de la novela. No se podía traicionar su esencia ni su ácidez.


-Hay mucha «corrección» en el teatro. Está durito…
LT:
Estamos en un momento bisagra. Hay pocas preguntas. Eso es lo “políticamente correcto”. Se habla de lo que hay que hablar y de la manera que en hay que hablarlo, como si no hubiera preguntas para hacernos o incomodar un poco. Ojo, no de la incomodidad en si misma de pararte en pelotas en el escenario y gritarle al público porque es desagradable. Hay que hacerse preguntas y no querer solo agradar y hacer las cosas bien. El teatro debe ser un espacio de creación…
CG: …de transpiración. El otro día lo hablamos. Vemos actores y actrices que están impolutos arriba del escenario. Prolijos, lindos, bien vestidos. No sé…Le decía a Leti que si no salgo transpirada, despeinada o escupí…no sé. Desde lo corporal mismo. No podría responderte al respecto pero si notamos eso de la “corrección”. O vamos al otro extremo de que si no estamos hablando de “la revolución o la política” no hablamos de nada. En realidad, eso también es ser “políticamente correcto”.
LT: ES una mezcla de todo. No es que me considero afuera. Celebro un proyecto como “No tengo tiempo” que me invita a eso que quiero hacer en teatro. Trabajar el humor, transpirar, dejar preguntas. Muchas veces me encuentro, cuando pienso un proyecto o me invitan a participar, en que todo se ha mercantilizado. Toda esa rosca de “Esto va a funcionar o no” o tener un “gancho”. El director, los actores, la temática. Todo está al servicio de eso y se come la parte de “¿por qué quiero hacer teatro?”, “¿qué quiero contar con la obra?”. Es muy difícil todo. También uno tiene que comer y vender entradas…
 
-No hacemos fotosíntesis para alimentarnos…
LT:
No, ¡para nada…!
CG: Está bueno pensarlo porque nos reconocemos como trabajadores y trabajadoras. Entonces, tendríamos que discutir otras cosas. A la pregunta de cómo está el teatro, uno la piensa desde el teatro independiente. El teatro comercial es diferente. Ahí, toco de afuera y lo puedo entender de otra manera porque es un circuito más industrial. Estamos en una época muy álgida, como dice Leti, desde lo mercantil de lo que uno no escapa, la imagen que tenes que vender, etc. En el medio entra lo que deseas crear. 

Por otra parte, en la pregunta entran en juego las políticas culturales. Vos decís que el teatro que está “durito” y yo pensaba a qué público le llegamos. ¡Al de siempre! El público que consume y vibra con el teatro independiente es siempre el mismo. Es un poco más amplio el de teatro comercial en tanto pueda garparse una entrada o lo que sea.
En tanto no haya una discusión de una política cultural de generar públicos, eso va en relación con el teatro que haces. Si vos como artista independiente, sabes que llevas un público al que lo tenes medio traccionado y te ve, seguís produciendo para él porque la fórmula funcionó. Te terminas mordiendo la cola haciendo siempre lo mismo. Salir a buscar un público nuevo tiene un costo enorme para el teatro independiente.
 
-Y un riesgo importante.
CG
: Claro! También está eso de querer salir a buscar público es “trabajar por amor al arte” y no es así. ¿Cuántas veces lo podes hacer?
LT: También puede ser un laburo de militancia. Lo hemos hecho y lo banco pero también está lo otro. No puedo salir a buscar un público sola. Me tiene que acompañar una institución.
 
-El tener un respaldo atrás….
CG
: Y si…! Discutimos trabajo y también subsidios. Es el gran problema de nuestra actividad. Todos los necesitamos,  los defendemos y los vamos a querer ampliar pero hay otra cosa que no vemos que es que el Estado nos reconozca como trabajadores, sobre todo en CABA. Esto explotó en la pandemia. Había un sector enorme de trabajadores formados, de clase media que estaba tan vulnerabilizado como el que más. Pasó la pandemia y ¿no te haces una pregunta al respecto, como Estado?
 
-Y….
CG
: Quedó algo para discutir después de lo que pasó. De alguna manera, se resolvió la inmediatez pero después, ¿qué se hace al respecto?.
 
Sobre públicos y otras yerbas
 
-Me quedé con lo de construir nuevos públicos. En el teatro hay un público guetificado.
CG
: Por más que no se diga, hay una idea de cierta exclusividad del teatro. Que es para un sector que “lo entiende” y “lo paga”. Hay un montón de cosas que se ponen en juego. Siempre me preocupó esa sensación de exclusividad en el arte que hacemos. La hay, al igual que una franja etaria que queda fuera del teatro como la adolescencia.

-Hay teatro para niños y para adultos. En el medio, ¿qué pasó?
CG:
Ese guante lo tiene que levantar el Estado de alguna manera. Esa adolescencia a la que no le invitas al teatro como arte que le pueda interesar, la terminas perdiendo como espectador adulto. No es que tenes que hacer “un teatro para adolescentes” pero hay una buena cantidad de obras que son para ellos. Con “Los golpes de Clara” hice funciones para estudiantes, que la miraban tranquilamente. A “Cuerpo de baile” la van a ver chicas de 13 o 14 años y se cagan de risa. Así debe haber un montón. Yo misma vi obras que me decía “¡lo tienen que ver los pibes!”. Lo digo para no caer en que después se pidan subsidios para hacer obras en relación con las materias que se dan en la escuela….
 
-Estamos a un paso del manual Kapelusz.
LT: ¡
Claro! Que vean teatro y pasen por las subjetividades que sean. En todo caso, que las aulas sean espacios para conversar de eso con los pibes y se hagan cargo de lo que salga.
 
-Está bueno el salir del teatro y sentarse a charlar respecto de lo que se vio. Al día de hoy, hay mucha “anécdota larga” hecha obra de teatro, con favor de la crítica, que lo único que te inspira es preguntarte a la salida…
LT:
Muzzarella o asado…Si, si. Hay mucho así.
CG: Pasa bastante.
LT: Igual hay un público que está ávido de obras que vayan más allá de lo que decís.
CG: En mi caso, me gustan aquellas en las que salís y queres ir a comer para charlar al respecto. Hacer una obra para que la gente salga igual a como entró, me pongo un kiosko. Insisto, no tiene que ver con la obra de “quiero cambiar al mundo con la revolución y esta es mi verdad”. Se corre el riesgo de ser aleccionadores desde el escenario y ese es otro peligro.
LT: Un desastre.
CG: Rosati me dice que “si hay algo bueno que tiene la comedia es que no va a aleccionar”. Muestra -de la manera más descarnada-, te interpela, te hace reflexionar pero no te alecciona.
 
-¿Qué sienten cuando suena el celular o empiezan a pelar el caramelito en medio de la función?
CG:
Tenemos espadas con filo… (risas)
LT: Nos pasó que una vez que lo incorporamos….
CG: ¡Estaba él!
LT: ¡Cierto! Entonces lo viste. Fue maravilloso. Entró cual canción de cuna.
CG: En una de las últimas funciones se empezaron a carajear. “¡Señora, apague el celular!”.
LT: También es un poco pensar como vivimos. Me pasa mismo como espectadora, no entiendo como podes contestar un mensaje.
 
-Me da bronca que se pide por favor que apaguen los celulares y no lo haces!
CG:
Es pensar como estamos atravesados por este aparato. Vivimos todo urgentemente. Todo tiene que ser inmediato, ya mismo. Mentira! Pregunto (y también me lo hago a mi misma), ¿Cuántos de los mensajes que te mandan por whatsapp son realmente importantes para contestarlos ya? Dale!
LT: ¿Qué hacés mirándolo todo el tiempo! No hay nada realmente urgente. No seas hincha.
 
“No tengo tiempo”. Teatro El Extranjero. Viernes, 20 hs.


“Cuerpo de baile”. Sábado 10 de septiembre. Complejo Cultural Sanidad. Venezuela 2255. A las 20 hs.

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