Una gema teatral brilla con luz propia en Buenos Aires. Con textos de Silvina Ocampo y la intervención de la cúpula del edifico Bencich, Florencia Carreras creó “No inventes lo que no quieres que exista”. En charla con ECDL, la joven actriz da cuenta de un proceso creativo por demás interesante de descubrir.
– Surge de una necesidad enorme por actuar, por interpretar algo que realmente me comprometería, que quisiera pertenecer y me gustase estar.
Entonces empecé a investigar autoras. De lo único que estaba segura era que quería autoras latinoamericanas. En ese proceso la encontré a Silvina Ocampo y me fascinó por completo. Creo que es una gran autora que pone al mismo nivel lo siniestro y hermoso. En sus cuentos te encontrás desde niños asesinos hasta mujeres vírgenes suicidas. Lo siniestro y lo bello conviven como yo creo que lo hacen en la vida, agregando el manejo del humor sutil y negro genial que además tiene.
El primer cuento que leí fue “Radhamanthos”; que trata sobre una mujer que tiene mucha envidia de otra que ya está muerta. Pensé que quizás podría interpretar a esa mujer, entonces con ese y otros dos cuentos más, empecé a probarlos en unas tertulias que hacía una amiga en su casa. Por suerte funcionaron por lo que decidí llevarle la propuesta al director Agustín Pruzzo, quien fue fundamental para esta obra, ya que fue él quien me ayudo a elegir los otros cuentos faltantes así como también a adaptarlos.
La verdad es que tenía una idea muy simple de obra. Quería un lugar no convencional. Imaginaba que los cuentos habitasen los cuartos de una casa antigua en donde se pudieran encontrar con cada uno de los mundos de los personajes creados por Silvina, mientras la gente paseaba se tomaban una copa de vino y se escuchaba un cello en vivo, esta idea estuvo en un principio, pero después con el director entendimos que era imposible por la inmovilidad que genera ese instrumento, y hoy ocupa ese lugar el violinista Eugenio Chuke Estela, quien crea la música tan hermosa que se escucha en vivo en todas las funciones. Lo de una casa antigua se me ocurrió porque me sacaba la preocupación de tener que llenar una sala grande, y además un lugar pequeño me podía brindar una intimidad interesante para trabajar con el espectador.
Creo, y es lo que intenta probar está obra (lo dice el mismo título), que el teatro puede existir en cualquier lugar. Se puede hacer teatro con cinco o con doscientas personas, en un escenario a la italiana; en el baño de una casa; o hasta en un conteiner, y no se necesita de una gran producción ni de una gran inversión. Si uno cree en lo que quiere contar, y se logra la comunión con el público, no hace falta nada más.
– ¿Cómo fue la selección de cuentos? ¿Quedaron muchos afuera?
-El primero fue muy fácil; “Rhadamanthos”: una mujer poseída por tanta envidia hacia alguien que ya no existe, me pareció fascinante y tuve un deseo enorme por entrar en ese mundo. Luego de “La oración” me pareció genial la mirada de una mujer de clase alta religiosa, que perfectamente podía ser una mujer que uno encuentra rezando en la iglesia del socorro o del pilar, con mucho humor negro. Después “El lazo” que relata el enfrentamiento entre dos enfermeras, y por último originalmente se proponía “El automóvil”, que trataba de una mujer perdidamente enamorada de su automóvil, pero con Agustín decidimos dejarlo afuera del proyecto porque iba en otra línea de lo que se quería contar. Finalmente con Agustín terminamos de elegir los otros dos cuentos: “La paciente y el médico” y “El sótano”.
Cada uno de los cuentos elegidos tiene una relación particular de la mujer con la muerte, ninguna es tibia.
Otros cuentos que estaban en la lista pero no entraron en la selección fueron “Memorias secretas de una muñeca”; “El vestido verde aceituna”; “Autobiografía de Irene”; “La continuación” “La furia”; “La boda” y “El vestido de terciopelo”. Es más para título de la obra había pensado en algún momento que sea “Las funámbulas” ya que me parecía que la frase “No inventes lo que no quieras que exista” era muy larga, pero finalmente terminó ganando esta última.
– ¿Fue arduo el proceso de ensayo?
– Creo que ensayamos entre dos y tres meses si mi memoria no me falla. Fue más largo el proceso de investigación que el de ensayo. El período de ensayos es siempre un lugar muy placentero; de trabajo, crecimiento y exploración. Así que aunque si bien fue arduo también resultó muy gratificante. En especial en esta obra en donde tengo la posibilidad de interpretar a cinco mujeres muy distintas. Me da la posibilidad para ampliar el registro y el abanico interpretativo, así como también para poder investigar seres con energías muy diferentes a las que yo suelo transitar, por lo que actoralmente implico un grande desafío. Igualmente tuve la suerte de tenerlo a Agustín Pruzzo como director quien me llevo a encontrarle la sutileza y el color a cada personaje.
– ¿Siempre pensaron en intervenir un espacio determinado? ¿La opción de la cúpula del edificio Bencich la manejaron desde el primer momento?
– Desde un principio estuvo la idea de intervenir un espacio no convencional, en este caso una casa antigua, que de hecho sucedió el primer año de la obra, la hacíamos en una casa antigua en Palermo, y sucedían cosas hermosas también.
Me acuerdo que terminaba la obra sacando la cabeza por la ventana de un altillo y gritando a los espectadores que miraban desde el patio de la casa. Siempre había alguna vecina que pensaba que los gritos eran reales y terminábamos teniendo un dialogo, eso era muy divertido.
Pero al finalizar el año el dueño de la casa se tuvo que mudar, por lo que tuvimos que salir a buscar otro. Y es en este momento donde creo que la suerte entra a jugar de nuestro lado, porque Agustina Russo quien ya había visto la obra nos recomienda que vayamos a Estudios Caracol. Entonces caí, sólo con una carpeta con los cuentos de Silvina y le propuse a la dueña, María Eugenia Cabezas (quien hoy forma parte de la producción de la obra junto a Florencia Costigliolo) hacer la obra en ese lugar, y aunque no lo podía creer me dijo que sí. Y los cuentos de Silvina llegaron a esa cúpula, espectacular.
Luego se incorporó al equipo Marcos San Millan, su función no es para nada menor, ya que es quien hace que se muevan los hilos invisibles durante cada función para que la obra suceda.
– «No inventes….» es una puesta en la que, también es fundamental la dirección. ¿Cómo fue la interrelación con Agustín Leon Pruzzo en un trabajo que debe ser tan aceitado y preciso para la puesta?
-El trabajo de Agustín claramente fue fundamental para esta obra, además de ayudarme con la adaptación de los cuentos, él es quien decidió la incorporación de la actriz An Dopslaff y escribió los textos que ella interpreta.
Creo que es excelente la composición precisa y sutil que hizo con la puesta de cada uno de los mundos que representan los cuentos de Silvina. Es maravilloso el universo que se crea cada función y eso es gracias a la composición que hizo el director.
– ¿Te sorprendió la respuesta por parte de la crítica?
– Si mucho. Tenía una idea de que la obra podía gustar principalmente por la combinación de la autora con un lugar tan increíble (Estudios Caracol). Pero la verdad es que fue mejor de lo que habíamos pensado y también por parte del público. Tuvimos que agregar una función más los lunes a las 21hs.
– Qué te dice la gente cuando termina la obra?
– Lo mejor que he escuchado es que me pregunten cuales son los cuentos que están en la obra y quieran ir a comprarse los libros de Silvina para leerlos. Mejor respuesta que esa para mí no hay. Es muy satisfactorio poder transmitir a otro una gran autora como Silvina.
También me han dicho que les ha pasado que al empezar la obra se olvidan de todo, y sienten que están como en un sueño, en otro tiempo, como si estuvieran en un viaje, en este caso el viaje sería literario.
– ¿»No inventes»…es tu debut como dramaturga?
– Podría decirse que sí, aunque con Agustín respetamos muchos los textos ya escritos, tratando de no cambiarlos, para poder transmitir mejor a la autora.
Lo que si representa “No inventes” para mí, es que por primera vez tengo una idea teatral y puedo llevarla a cabo, concretarla, claramente tuve la suerte de haber contado con un equipo maravilloso que lo hizo posible.
– ¿Hay posibilidades de ver a una Florencia Carreras…directora?
– No creo por ahora, me gustaría poder seguir actuando cada vez más, me fascina la adrenalina que se produce antes de cada función y el desafío de tener que estar presente cien por cien en lo que se está haciendo para lograr la milagrosa comunión con quien esta del otro lado, esa lucha de todas las funciones, que aunque parece un sacrificio sin sentido antes de cada función, al finalizar es tan gratificante que te dan ganas de querer ir de nuevo.
– ¿Quienes son tus referentes de teatro?
– Helena Tritek fue una profesora muy querida para mí y es un referente, me gusta la mirada que tiene del teatro, como es ella como persona y como profesora.
El IUNA también es un pilar fundamental en la enseñanza, tuve a profesores como Cristian Drut y Analía Cruceyro que me encantaron.
– Si Florencia Carrera no era actríz, ¿qué hubiese sido?
-Por deseo propio hubiera sido bailarina definitivamente, sigo amando el baile, es un lugar al que siempre quiero volver.
Por deseo de mi familia, abogada hubiera sido, mi mamá se llama Florencia y es abogada, creo que no hace falta decir nada más
– Si por la puerta del edificio Bencich entrase la pequeña Florencia que recién empezaba a acercarse al teatro, ¿qué le dirías? ¿Algún consejo, recomendación?
-Le diría que se olvidé de todos los prejuicios y que tiene el terreno listo para poder empezar a jugar en serio.
“No inventes lo que no quieres que exista”. Estudios Caracol, Cúpula Del Edificio Bencich. Av. Roque Saenz Peña 615. Lunes y viernes, 21 hs. Reservas: www.noinventes.com.ar