Teatro: Las damas de las tablas 2015

En el rubro de las actuaciones femeninas, hay un punto de continuación de lo relatado la semana pasada como “Mejores obras”. No hubo tanto como en otros años pero si, un buen número de actrices que se han destacado a nuestro considerar.

Analía Couceyro y una Constanza inolvidable

Habíamos mencionado a “Las mutaciones” como una de las mejores obras del año. Allí,  Lorena Vega llevó a cabo un sentido y profundo trabajo con un personaje de vuelo íntimo y sutil pero con sin caer en una languidez extrema. Por el contrario, logró una contundencia a partir de los pequeños gestos que resulta por demás destacable. La sutileza para enmarcar las palabras por más que el desborde emocional esté a flor de piel. Muy buen trabajo de una de las mejores actrices del teatro porteño.

Otra de las puestas destacadas del 2015 fue “Prueba y error”, donde Anabella Basigalupo se desdobló en dos seres difíciles de llevar adelante como Silvia y Lorena, ex pareja y hermana de un atormentado artista que no puede/sabe hacerse cargo de una traumática separación con una hija de por medio. Vínculos familiares y furia puertas adentro tanto de los hogares como de los propios individuos fueron algunos puntos de una puesta en la que Basigaluppo realizó un trabajo de precisión quirúrgica junto con la sensibilidad que requiere cada uno de los personajes que compone. Dos mujeres contrapuestas en el marco de una realidad por demás cotidiana que se trasladó al escenario en el que el dolor, la impotencia, la bronca y la –falta de- autocrítica, se linkea con la vida real. Dentro de la obra, párrafo aparte para la niña Luna Etchegaray, como Camila, la hija de la pareja protagónica, con una frescura no exenta de estudio. Todo un hallazgo.

Gran trabajo de Elisa Carricajo
Hubo puestas que tuvieron una fuerte dupla femenina en los roles protagónicos. Tal fue el caso de Stella Matute y Fernanda Mistral en “Despedida en Paris” o Leticia Torres y María Rosa Frega en “La mujer cama”, la última y arriesgada puesta de Diego Casado Rubio. En el caso del dúo Mistral-Matute, encarnaban a, nada más y nada menos que Sarah Bernhardt y Eleonora Duse en un encuentro ocurrido –dicen- en el verano de 1897. Ambas llevaron a cabo una tarea excelente que iba desde la visceralidad de las palabras y la sutileza de los gestos hasta las voces que se elevan y las tensiones contenidas.
En el caso de la segunda dupla mencionada, sus actuaciones fueron fundamentales para conducir a buen puerto la pluma de Casado Rubio. La vertiginosa Leticia Torres llevó la puesta adelante con un ímpetu no exento de emoción al crear una hija abordable desde diversos aspectos. Su voz clara y los matices de su personaje eran fundamentales para guiar un paseo a un infierno familiar absorbente. La precisa María Rosa Frega mantenía el frenesí de Torres pero desde intervenciones más esporádicas, conformando una dupla fuerte que navega en la relación madre-hija, con tanta furia como amor. Un juego de la interacción milimétrica al tiempo que se trabaja con sentimientos y emociones que saltaban desde el escenario a la platea, tomando por asalto a los espectadores.

Desde estas líneas, podríamos decir que, en casi todos sus trabajos, Julieta Vallina es una abonada a esta sección de balance anual. Su participación en “Demasiado cortas las piernas” y “Cuando vuelva a casa, voy a ser otro”, última y sublime creación de Mariano Pensotti dieron cuenta, por enésima vez, de su calidad. En el primer caso, con la exactitud que la caracteriza, creó una niña/mujer con un universo de emociones y sentimientos tan contradictorios como valederos en relación con su padre y su familia. Ella encarna la dicotomía normal/anormal al tiempo que todo es puesto en tela de juicio, dependiendo del prisma con el cual se mire.
En el caso de “Cuando vuelva a casa, voy a ser otra”, será junto con Andrea Nussenbaum –que también realiza un gran trabajo- las partes femeninas de un bombardeo constante de ideas bien dosificado. Su cuerpo y alma serán el vehículo exacto de una creación de sentido constante con precisas dosis de humor e ironía. La creación de todo un universo que saldrá del escenario para instalarse en cada uno de los presentes, aprehenderlo y resignificarlo «a gusto y piaccere».


Florencia Carreras y las vidas de Silvina Ocampo
Por su parte, Analía Couceyro realizó una labor memorable en “Constanza muere” donde encarnó a una anciana que se preparaba para un destino común a todos los mortales. Ella reía, bailaba y relataba los pormenores de quien elige vivir y reflexionar como estilo de vida. Una combinación de adulto mayor que danza con lo inevitable con gracia y precisión al tiempo que espera que llegue “ese” momento inevitable. Su cuerpo era la herramienta precisa para la creación de imágenes y climas únicos. Un trabajo sublime para la última puesta pergeñada por Ariel Farace.

En la que muchos han considerado la mejor puesta del año, «Mi hijo solo camina un poco más lento», es menester destacar a Pilar Boyle y a Paula Fernández Mbarak. Boyle es una Sara tan freak como encantadora, que busca el amor como salida a una vida que no la ha tratado lo bien que se merece. En cambio, Fernández Mbarak es una madre dura que se debate entre aceptar el destino que le ha tocado a su hijo y sus propios deseos al respecto. Amor y orgullo juegan una partida despiada dentro del sentir de una Fernandez Mbarak sublime.

ECDL también estuvo por Córdoba, en el marco del Festival Mercosur 2015. Destacamos dos unipersonales femeninos tal como “Damiana, una historia silenciada” y “Despierta corazón dormido, Frida”.

 Frida y su vida en Camila Sosa Villada

En el caso de “Damiana”, la visceral Raquel Martínez encarna la vida de una joven que es secuestrada de su comunidad aché e inicia un periplo por Buenos Aires y Alemania con un resultado trágico. En un texto que incluye tres idiomas diferentes, Martínez realiza una actuación plena de energía y pasión. La obra es ella tensando los límites de su ser como actriz, convirtiéndose en un “tour de forcé” en el que puede pasar cualquier cosa. Más aún con la cantidad de objetos y momentos que debe atravesar su Damiana a lo largo de la hora y veinte que dura la puesta.
En cambio, fue Camila Sosa Villada quien le dió vida a uno de los personajes más difíciles de llevar a escena como es Frida Kahlo. Se encargó de prestarle su cuerpo a Frida para que de rienda suelta a su pasión no exenta de dolor. Pero era esa oscilación la que dotaba a la puesta de una riqueza y un dinamismo atrapante. Cada una de las particularidades de su carácter conformó la personalidad arrolladora de la artista con humor e inteligencia, sin perder la mordacidad. Su amor por Diego Rivera, su vida por la pintura, las traiciones, su ideología política y su precaria salud serán algunos puntos que se tocarán en una puesta que denota la exhaustiva investigación que se encaró para llevar a cabo el proyecto asi como una gran actriz como Sosa Villada.

Con respecto a otros unipersonales que hemos visto, destacaremos a Mijal Katzowicz en “En corral ajeno” y Florencia Carreras en “No inventes lo que no quieras que exista”. En el caso de Katzowicz, realizaba una tarea atrapante tanto a nivel actoral como en su trabajo con el cuerpo Con una energía y visceralidad bien dosificada, le dio vida a un personaje tan entrañable como subyugante. Su “En corral ajeno” era de esas puestas que, como la gota que horada sobre la piedra, tiene su proceso de decantación a medida que pasa el tiempo.
Con respecto a Florencia Carreras, fue quien llevó adelante una travesía atrapante y singular en el marco de un viaje que combinó teatro y poesía siendo su hilo conductor cinco cuentos de Silvina Ocampo. Una mujer que convivía con ratas, la amante de un médico o una esposa que pedía redención por su deseo de matar a su esposo, eran algunos de los relatos de Silvina Ocampo que se hacen carne en una encantadora y exacta Florencia Carreras en los diversos personajes que debe encarnar. Fueron las mutaciones que realizó en esos seres tan queribles como oscuros los que llevaron adelante las palabras de Ocampo para ponerlos en tiempo y espacio. “No inventes lo que no quieras que exista” trajo la magia de Silvina Ocampo al corazón de Buenos Aires, con sabiduría y calidez, en una experiencia teatral que era menester atravesar más de una vez para dejarse empapar por la beldad de unos textos sublimes, encarnados por una excelente actríz.


Dos puestas para ratificar el talento de Julieta Vallina

Para finalizar, destacaremos por enésima vez a Elisa Carricajo quien, ya sea con su grupo Piel de Lava o por cuenta propia, crea seres por demás destacables. Tal fue el caso en “Un trabajo”. Alli, Elisa Carricajo está todo el tiempo en escena. Su presencia llenaba el espacio y brillaba con luz propia en el marco de un preciso dispositivo escénico. Un estudio tan lumínicamente oscuro como asfixiante desde una mirada externa. Casi como una celda panóptica. Los diversos estados por los que atraviesa Carricajo en lapuesta es una montaña rusa de creación de sentido que navegará por las relaciones de trabajo y la explotación por la precariedad de los empleos al tiempo que son atravesadas por el ejercicio del poder a través del discurso y la palabra, combinado con una fuerte crítica al individuo en cuanto a sus elecciones laborales. Inclusive, meterá la cola el deseo a través de la posesión de la persona, la cuestión de género o la concepción de la vida poniendo a la puesta en otra dimensión a nivel de los diálogos.

La semana que viene, será el turno de los actores.

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