Analía Cobas: Mejor hablar de ciertas cosas.

La sección “Mundos íntimos” del diario Clarin publicó su carta en la que describía con sensatez y sentimientos que su marido tenía una vida paralela. Un accidente le permitió conocer a la novia de su esposo en el hospital. Con una situación por demás dolorosa en la que la realidad superó a cualquier ficción, Analía Cobas cuenta como fue/es sobreponerse al engaño y la decepción para encarar la vida con otra actitud.

-Analia, ¿qué te llevó a hacer la carta que salió publicada en Clarín?

-Fueron mis ganas de ayudar a todas las personas que pudieran estar pasando por lo mismo. Dudé mucho si publicarla o no. Tenía miedo. Iba a ser mucha la exposición, aunque no fui consciente de cuánta. Entendí, que ese miedo era un escape porque la palabra dicha, sea oral o escrita, es un compromiso. Una confirmación con detalles de que todo esto había sido real y lo había vivido en primera persona. Era hacerme cargo de esa herida y hacer una gran revisión de los últimos 14 años de mi vida. No era una película sino mi propia vida. En febrero me decía una y otra vez: “Esto es una pesadilla, me quiero despertar”, “¿Por qué me pasa esto a mi?’ Rechazaba lo que estaba viviendo. Lo negaba porque quería escaparme del dolor. Había bajado 16 kilos. No podía comer porque sentía asco. Tenía miedo de no poder salir adelante. A todo esto, estaba en medio de una pandemia mundial, sola en mi casa frente a todo, sosteniendo a la vez a mi pequeño hijo. Entonces, entendí que debía atravesar el dolor. No podía huir de eso y tenía que aceptarlo. La mejor pregunta que me pude hacer era: ¿Hacia dónde me llevaba todo esto? Me di cuenta que podía transformar mi dolor en algo positivo, que quizás con mi historía podía ayudar a alguien más para que entienda que de esto se sale, antes o después, con fuerza de voluntad.

Los lectores que se iban enterando de lo que estaba viviendo empezaron a contarme sus historias, secretos guardados con veinte candados por vergüenza. “Mi abuelo sostuvo toda la vida dos familias y se supo luego de su muerte”, “Mi papá siempre la engañó a mi mamá y ella enfermó”, “Mi jefe tal cosa”, “Mi tío tal otra y mi tía intentó matarse”, “Un vecino que viajaba por trabajo”, “Mi hermano esconde otro hijo”, “Mi esposa me engañó y se fue dejando a nuestros cuatro hijos conmigo sin mediar palabra”. Me di cuenta que algo pasaba con mi historia. Ellos podían confiarme su sufrimiento porque yo no iba a juzgarlos y, de alguna manera ese dolor se liberaba. Al ponerlo en palabras, dejaba de ser tabú y se transmutaba. Los escuchaba y eso, quizás, no les había pasado antes. Cuando tu historia supera la ficción es muy poco lo que puede escandalizarte o sorprenderte. Siento que hay mucha carencia de escucha, sin emitir opinión. Solo escuchar lo que el otro necesita decir.

Como decis en tu pregunta, mi nota fue una carta íntima que compartí con el mundo a corazón abierto. Quería que sea una luz en la oscuridad. Pretendía llevar esperanza con mis palabras. Eso me ilusionaba. También quería reflexionar sobre cómo actúa el ser humano, por qué hacemos daño a las personas que amamos, qué estructuras operan para que se configuren ese tipo de psiquismos tóxicos y qué podemos hacer como sociedad para criar hijos con otra inteligencia emocional.

Respiré profundo y envié el texto a la redacción. Para mi sorpresa no me ajustaron ni una coma. Me entregué a la experiencia con el apoyo de las pocas personas que sabían y me llovió amor y respeto. Eso me envolvió por completo.

– ¿Qué sentías mientras la estabas escribiendo?

-Hace un año y tres meses que una parte de mi murió. ¡Tanto miedo le tenemos a hablar de la muerte y es una de las pocas certezas que tenemos! Sentir eso me asustó mucho, pero entendí que a pesar de todo esto, yo respiraba. Había vida y eso significaba esperanza, oportunidad de cambio y de renacer. Como las fresias (mi flor favorita) que esperan pacientes bajo la tierra seca a que llegue la primavera para florecer con fuerza. Ahí estaba la vida latente, esperando mi señal. Cuando pude visualizar esto, recibí la propuesta de escribir mi historia en el diario.

Durante meses tuve guardado el mail del editor de la sección de Mundos Íntimos. Tenía miedo de escribirle porque lo que escribiera primero me lo iba a decir a mí. Debía estar lista para escucharme. Me di ese tiempo. Un día le mandé un mail y le propuse tres temas y eligió el tercer ítem que se llamaba “¿Qué harías si tu vida cambia en un segundo?” Antes de dar ese paso lo hablé con mi ex, le avisé que no pondría su nombre. Parece una locura -en parte todo lo fue- pero hasta le tomé una entrevista telefónica larguísima con el rigor periodístico que me caracteriza. Me sorprendí de mi profesionalismo por la distancia que tuve al abordar la entrevista para hacerle ciertas preguntas. Antes y durante todo el proceso de escritura lloré mucho. Me enojé, me juzgué, me indigné, escribí, borré, volví a escribir, me di por vencida, volví y seguí.

Había hecho una catarsis enorme, pero debía revisarlo una vez más y ajustarlo a la consigna de la sección en tanto la cantidad de caracteres. Mientras escribía y borraba, empezaba a entender cada vez más porque había vivido todo eso y porque él se había hecho eso. Escribir un texto es ganar y perder y un poco es lo que hacemos a diario. Escribís una parte, borras otra y gracias a que soltaste esa otra parte, nace una nueva. En menos de una semana entregué el borrador. El camino de ponerlo en palabras fue un proceso catártico fuertísimo. Un camino para sanarme y sacar el dolor del cuerpo. Es algo que también me pasó cuando estrené mi obra “El Narciso” para Nueva York.

Mi ginecóloga Guillermina Tessari me dijo “Saca el dolor afuera porque sino el cuerpo se enferma y no quiero que te pase eso”. Siempre fui una persona muy sana en todo sentido por lo que entendí la advertencia. Encontré en la escritura un refugio y una forma de exorcizar el dolor. Me siento orgullosa del texto que escribí, pero nunca imaginé lo que iba a pasar con la nota.

– ¿Te sorprendió la repercusión que hubo?

-Sí, completamente. No esperaba tanto amor, apoyo y respeto. Fue como si miles de personas me abrazaran. Me hablaron compañeros de la primaria, del viaje de egresados, profesores de la facultad, compañeros de trabajo, también muchísima gente que no conocía y de alguna manera empezaría a conocer. La verdad no sabía que iba a pasar cuando leyeran mi nota. No pude imaginarlo y lo agradezco.

-Imagino la cantidad de mails y cartas que te llegaron…

– Recibí más de mil mensajes y respondí uno por uno. La gente me decía “No puedo creer que me estés contestando” y yo pensaba ¿Cómo no hacerlo? Te conté mi vida y ahora te leo. Es dar y recibir”. En plena época de “haters” el no haber recibido ni un solo mensaje negativo, con insultos o reproches, fue sorprendente. Recuerdo solo un hombre que me dijo por Twitter: “Es muy parecida a la peli de Suar” y le respondí que lamentablemente no era ficción sino mi propia vida y se disculpó. Con mi nota pasaron cosas inéditas… ¿Quién se disculpa en Twitter? A los pocos días más de 300.000 personas habían leído mi artículo sólo en la versión online. Recibí mensajes de todas partes del mundo.

Por otra parte, me sorprendió la cantidad de casos. Mi intuición de que no estaba sola en esto era real. Tanto amor fue inesperado para mí y fue una bendición que tomé con la responsabilidad con la que encaro todo en mi vida.

-¿Qué te escriben/preguntan?

-Hubo personas que me contaron que estaban devastadas y que les había dado esperanza y fuerza para salir de la cama. Me emocionó profundamente recibir una foto de una lectora desde Mendoza tomando un café con la montaña de fondo y diciéndome: “Gracias a tu nota me levanté de la cama después de un mes”. Fueron días de mucho movimiento porque no soy psicóloga y sobre la marcha tome decisiones para poder asistir a aquellas personas que más lo necesitaban.

– Deduzco que te contaron muchas situaciones límite. En ese caso, ¿cómo te paraste en tanto la “responsabilidad” que recayó en vos?

-En uno de los tantos mensajes que recibí, una chica me contó que su hermana había pasado por lo mismo que yo y que ante tanto dolor se había quitado la vida, dejando a sus hijos a su cargo. Eso me sacudió. Como Licenciada en Comunicación de la UBA (siempre lo aclaro porque es mi orgullo ser egresada de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires, -¡Viva la educación pública!-) entendí que era mejor hablar de ciertas cosas. Me contacté con Martín de Red Solidaria para poder conectar a las personas que estaban con cuadros de depresión grave o pensamientos oscuros y necesitaban ayuda psicológica urgente. La gente me daba las gracias y me decían “me acaba de pasar lo mismo hace unas semanas. Estoy embarazada y no sabía qué hacer hasta que leí tu nota”.

A cada persona según su historia le respondí específicamente, pero algo que sí repetía es que hagan algo con ese dolor, pero que lo saquen del cuerpo con teatro, baile, escribir, salir a correr, hablar con amigos, terapia, la que sea que les haga bien. Que todo lo que les haga bien lo dupliquen. De alguna manera, les (me) estaba diciendo que hay otra manera de pasar por esto y que lo que haya pasado no tiene que ser un ancla en su cuello que los arrastre al fondo.

– ¿Te escribieron hombres al respecto? ¿Hubo algún tipo de replanteo en cuanto al “machismo” en el que todos los tipos hemos sido criados?

-Recibí mensajes de hombres que les había pasado lo que me pasó. Eso me hizo pensar que si bien la mayor parte de los casos, las afectadas éramos las mujeres, entendí que esto no es una cuestión de género sino una cuestión de carencia de inteligencia emocional y responsabilidad afectiva. Esto hace que la gente vaya rota por la vida lastimando a otros. Entonces pensé en que educación recibimos de chicos. ¿Nos enseñaron a no llorar? ¿A soportar, tolerar y manipular? ¿A dudar de nosotros mismos y esconder nuestras emociones? Ya como adultos, como dice Sartre ¿qué hicimos con lo que hicieron de nosotros?

Los hombres me escribieron mucho para brindar su apoyo. Eso habla de un cambio de mirada. Lo celebro y es lo que estamos trabajando desde el movimiento feminista. Muchos hombres me decían que sentían vergüenza de su género, pero que no todos son así, que hay hombres buenos ¡Y qué bueno que los haya!

Que tantas personas se hayan tomado el trabajo de buscarme en Instagram (@analiacobas) para decirme “Te acompaño. Fuerza”, “Nunca hice esto antes de escribirle a alguien por una nota, pero necesitaba darte mi apoyo” me sorprendió mucho. También recibí mensajes de hombres que estaban haciendo lo que hacía mi ex. Me dieron las gracias por mostrar el daño que causan a diario ¡Eso tampoco lo esperaba! Uno de ellos me dijo que no podía dejar de pensar en sí mismo y su placer, pero que yo le había mostrado las consecuencias de sus actos, haciéndolo pensar al respecto. Les di las gracias por leerme y contarme su situación. Sentí que mi misión estaba cumplida. Tengo la idea de que uno puede ser un eslabón en una cadena de amor, mientras armamos un mundo mejor desde nuestro humilde lugar. Sí, como la peli “Cadena de favores”.

– ¿Cómo se podría linkear en relación a esta época de empoderamiento femenino y de lucha contra el machismo?

-Tenemos mucho por hacer, pero noté como los hombres ahora entienden que la lucha es de todos. A ellos les enseñaron a ocultar sus emociones y a no llorar porque eso es de “nenitas” y a nosotras a soportar en silencio. Luego de 12 años de difundir cuestiones de género como Jefa de Prensa en Más Prensa, y con esto que me pasó, vi que podía alzar mi voz. No podía quedarme callada. Me sentí abrazada por una ola gigante de amor y hubo muchas personas pidiéndome que sea esa voz de quienes no la tienen. Como Comunicadora Social me sentí comprometida con erradicar estas miradas tan obtusas y primitivas, dónde hay un opresor y un oprimido. El amor no tiene que ver con eso. Debemos trabajar juntos como sociedad y educar sobre responsabilidad afectiva a nuestros hijos ¡Debería ser una materia más en la escuela!

Mirada interior

– A nivel personal, ¿cuánto hubo de catarsis y cuanto de sanación?

-¡Todo en ese orden! En la vida cuando das desinteresadamente recibís el doble. Escribí la carta con el deseo de ayudar y me sorprendí pudiendo soltar, de manera amorosa, una historia durísima que, muy pocos meses antes, me había hecho pensar que me iba a morir del dolor. Te aclaro que, de todas maneras, aún no llegué a la orilla. Es un proceso.

-Es un trabajo “día a día”…

-Si… No quiero decir “Listo, ya lo pasé”. El duelo es un camino con avances y retrocesos. Siempre supe que ahora era el momento para que duela porque si tragas saliva y fingís que ya todo pasó, en un año estás tirada en una cama con depresión. Lo que obturas a la larga o a la corta estalla en tu cara con más fuerza. El duelo es un camino lleno de pozos. Dicen que dura un año, pero estoy haciendo muchos duelos a la vez, como el de perder momentos, espacios, rutinas con mi hijo: “el baile del cepillo de dientes”, “la canción de la rana de todas las noches”, “la noche de cuentos”. Lloraba cada noche cuando veía su cama vacía hasta que aprendí a disfrutarlo cuando estaba conmigo y aceptar lo que nos tocaba vivir. Pensá que pase de estar 24/7 a solo verlo la mitad del tiempo. Esa separación es muy dura. Siempre tuve en claro que nuestro hijo nos necesita a los dos de igual manera. Pasa que, cuando estás en shock, es difícil darte cuenta que separarte de la persona que más amaste en el mundo es solo el comienzo de un largo camino.

Por otra parte, las pesadillas son una parte durísima ¡Mi psicóloga me ayudó tanto! A veces, me llevaba todo el día recuperarme. Durante meses, al dormir volvía a la habitación del hospital y esa mujer abría la puerta (N de R: Analía conoce a la “novia de su marido” cuando ella se presenta como tal en la habitación del sanatorio en la que él había sido operado tras un accidente de tránsito) y todo volvía a suceder, como en la peli, “El día de la marmota”. ¿Te acordás?.

-Si, si. ¡Me acuerdo! Veo que estas haciendo terapia…

-¡Si, por favor! ¿Qué sería de mí sin terapia? (risas) En febrero hacía dos veces por semana con mi psicóloga, Lic. Silvana Toscano, la más grosa de las grosas. Ella fue mi faro. Me ayudó a ordenar todos esos sentimientos y estuvo en los momentos más duros. ¡Incluso en fines de semanas de urgencia! Le estoy agradecida de por vida. Además, al principio tenía un encuentro semanal con la psicóloga de mi hijo. También, hice todo tipo de terapias alternativas, biodecodificación, biodanza, constelación, meditación, reuniones de budismo, yoga. De todo.

– ¿Cómo se maneja la ira?

-Con mi hijo le pegamos a algunos almohadones para descargar, rompimos varios. Llorar. Gritar, insultar al covid estuvo permitido en casa (risas) o poníamos rock y bailamos mucho. Saltar y mover el cuerpo para descargar. Para los momentos de mayor dolor e ira tenía el deporte. Entrenaba 30 minutos diarios cada día. Llueva o truene y hasta llorando, pero entrenaba. Mi amiga Silvana Acosta me acompañó mucho. Todo lo que das, vuelve…Ella está en Barcelona. Es profe y le dije, entre risas, que se haga unos vivos en Instagram de gym y diseñó #14diasdesudor. La alenté -suelo hacer eso naturalmente aun estando mal (risas). Le di una mano con la prensa y todo eso te mantiene la mente ocupada para no pensar en cosas que no suman. Ella me dijo “no tomes pastillas para dormir; entrená conmigo” y eso hice. El deporte me abrió el apetito. Mi papá me decía “las ganas de comer vienen comiendo” y comía pequeñas porciones a pesar de las náuseas. El deporte te hace querer comer sano. Te lo pide. Sin darte cuenta estás tomando más agua, limpiando tu cuerpo, sanando.

– En tanto “sanación”, ¿cómo influyeron tu familia y tus amigas/os?

-¡En todo! El primer mes, antes del COVID mis amigas se turnaron para dormir con nosotros cada noche. Eso jamás lo voy a olvidar. Mi hijo lo vivía como un juego “¡Pijamadas con las tías!”. Me gustaba darle momentos de felicidad en medio de todo lo que estábamos viviendo ¡porque la vida sigue!

Hubo una parte del aislamiento que fue durísima porque, cuando más necesitabas un abrazo, no lo tenías. Igualmente, fue positivo en muchos aspectos, por ejemplo, ¡no tenes que pilotear nada! El aislamiento social me obligó a estar conmigo misma, en una situación extrema y a conocerme más, a amarme, a perdonarme. Entonces, pude estar con mi cachorrito haciendo el duelo, juntos a nuestro tiempo sin presiones externas.

Hace un tiempo atrás una amiga pasó por un proceso de depresión. Hoy me di cuenta lo inútil que fui al acompañarla, ella dice que no pero bueno… Esto de querer que la persona que amas esté bien, que no sufra, pedirle “¡Dale arriba, levantá el ánimo!” o “salvar” al otro del proceso que debe hacer, no es bueno. ¡Es necesario caer! Que no se entienda mal. No hablo de abandonar a la persona sino de permitirle ser vulnerable y acompañarla con amor, sin presiones. Estar mal es parte del proceso para estar bien. Yo toqué fondo sintiéndome acompañada y muchas manos amigas me decían “acá estamos”. En los peores momentos siempre levanté el teléfono y ahí estaban mis amigas de toda la vida y las que la vida me regaló hace poco. Amigos y colegas que me daban su mirada masculina que nutría mi proceso de sanación.

Mis padres, mi hermana, mis amigas, mis amigos, mis compañeros de buceo, todos los seres queridos fueron la red de amor más hermosa. Mi tío Daniel Cobas, llamándome con sus charlas de dos horas me obligaba a salir de la cama con su manera de ver el mundo. Aprendí siempre de él, desde chica. Es artista y pinta hermoso (pueden ver sus obras en www.masprensa.com.arsección “Galeria de arte”). Desde chiquita me enseñó sobre metafísica y yoga. Hoy entiendo que todo lo que viví a lo largo de mi vida fueron piezas de un rompecabezas que está tomando una forma inesperada. No sé cómo será la foto final, pero sé hacia dónde no quiero volver. Aprendí a abrazar “el aquí y el ahora” como dice mi amado Merleau Ponty.

Cambio de paradigma

– ¿Cómo era tu relación con el matrimonio y/o concepto “pareja”?

-Mi pareja fue muy especial porque primero fuimos amigos y creí conocer el amor ¡Yo tenía veinte años! pero había un pesado mandato de casarse de blanco. Estuve 18 años en un colegio de monjas… Idealicé todo eso de “la pareja para toda la vida” como mis abuelos. “Hasta que la muerte nos separe”. Ahora cambió toda esa mirada romántica del amor ¡Por suerte! Si bien soy una persona romántica, pienso que una pareja tiene que durar todo el tiempo que esté sana. Tengo claro que cuando duele y te aplasta no es amor. “Salí de ahí Maravilla” diría un colega.

– ¿Cambió tu apreciación con el sentimiento “amor”?

-Sigo amando porque no entiendo otra manera de vivir la vida. Un día, Juan Carr (Red Solidaria) me compartió esa frase tan linda de “El que ama puede equivocarse de sujeto pero no de verbo”. Es así. Amo la vida y amo amar lo que hago, a mis amigos y a mi familia. Soy una persona que no necesita lujos para estar bien. Disfruto del sol en mi cara, en las mañanas cuando tomo el desayuno. Lo simple, me hace feliz.

– Sé que sonará a pregunta amarillista –no es la intención obviamente- pero ¿cómo está tu corazón para volver a entablar un vínculo de pareja?

-Sé que la próxima vez va ser de otra forma. Soy otra persona, una versión mejorada de mi misma. Como te dije, una parte de mi murió y está bien que así sea porque esta nueva versión mía me gusta mucho más. Aunque esté pasando por un proceso muy doloroso sé que al final hay recompensa, como dice Mercedes.

Me escribió un hombre haciéndome una pregunta que todavía no puede responder: “¿No será hora de que repensemos los vínculos de pareja y analizar si le damos mucho protagonismo a esa construcción social?”

En el nombre del….

– ¿Hablaste con tu hijo sobre la nota?

-Tiene 5 años, pero siempre le digo lo que considero que puede asimilar. Le hablo escuchando primero sus preguntas. En este caso solo le dije “Mirá, mamá salió en el diario”. Vio mi foto y me dijo “Mi mamá hermosa”. Después, me abrazó.

– Al respecto, ¿Cómo fue hablar sobre la situación en sí, que viviste con su papá?

-Mi hijo no sabe los motivos, y jamás le voy a hablar mal de su papá.  Todo este tiempo hice de puente para que ellos tengan un buen vínculo. Cuido mucho a mi hijo, desde que me enteré que estaba en mi panza ¡Soy muy mamá! Entendí que no puedo protegerlo de todo, pero en lo que lo pueda cuidar, lo haré. Ese día, fuimos a la plaza – nunca lo voy a olvidar-, nos sentamos en un banquito y le hablé con amor. Le dije que su papá y yo ya no íbamos a vivir juntos porque ya no seríamos más novios. Que lo amábamos profundamente y que él no tenía nada que ver con la decisión. Sin más detalles. Nunca voy a olvidar su mirada y sus palabras (que me las reservo). Nos abrazamos y me preguntó “¿Ahora jugamos?”. Me sorprendió. Recuerdo que me puse en el medio de la plaza a hacer de “animadora” y nos pusimos a jugar a “la mancha” con todos los chicos que estaban ahí. Pasamos de algo doloroso y duro a reírnos, como la vida misma. Tengo un diálogo fluido y sincero con mi hijo y me encanta.

– Al día de hoy, ¿Tenes contacto con tu ex?

-Es el papá de mi hijo y lo respeto. Tenemos un trato cordial. Mi camino siempre fue la paz; las guerras solo lastiman y te hieren más. Las venganzas, los odios solo te enferman y con eso también a todos los que amamos y nos aman siendo la primera víctima nuestro hijo. Ambos queremos que sea feliz y eso me alegra. Nos va a unir siempre. Entiendo que esto lo tuvimos que vivir para aprender algo y en ese camino estoy, haciendo la parte que me toca con amor. A él le deseo solo cosas buenas. Su felicidad será la de mi hijo también. Me alegra saber que mi hijo puede disfrutar de amar a su papá y de ser amado.

La vida continúa

-¿Tu obra “El Narciso” va a cerrar el FESTIVAR?

-Si! Es una alegría inmensa. “El Narciso” es una pieza corta (microteatro) y contundente que habla sobre la violencia psicológica. El 28 de mayo se mostrará gratis y online acá: https://festivar.org/ Este festival tiene la particularidad de tener piezas con impacto social ¡Definitivamente es lo mío! Los invito a que entren y vean el cronograma, es muuuy interesante.

Dejame agradecer a quienes trabajaron conmigo: a Lupe Gehrenbeck quien fue mi docente en la beca de estudio que gané en CUNY (City University of New York – Estados Unidos) ella me ayudó a poder decir lo que necesitaba decir con su sabiduría y amor. Aprendí muchísimo con ella, la admiro. A Galto Teatro por invitarme a dar una segunda función y charla debate post función para Venezuela y el mundo por Zoom. A mi tío Daniel Cobas por su óleo “Narciso” que me inspiró. Y especialmente “a mis flores”, mis actrices maravillosas, que creyeron en mí y me apoyaron desde el comienzo: Florencia Otero y Florencia Santangelo.

– ¿Te surgió la idea de escribir un libro?

-Escribo desde que soy chica. Hace poco fui a la casa de mis viejos y encontré poemas muy bellos. Me dio mucha ternura. Los había escrito en la primaria, tan chiquita y con tanta sensibilidad. Mi libro ya lo había empezado a escribir en el 2019, pero tenía muy poco tiempo para dedicarle. Estaba tapada de trabajo, además de cuidar a mi nene, la casa, y el resto que ahora ya lo saben… Estoy terminando el libro que es para adultos con crónicas, cuentos, relatos, algo autobiográfico.

Por otro lado, escribo para la niñez. Ya está listo así que estoy buscando editorial para publicarlos. No descarto que se pueda transformar en libro toda esta experiencia, más con las reuniones que estamos teniendo con los lectores, pero aun no me lo ofrecieron.

-¿Cómo surgen estos encuentros de resiliencia que estas realizando?

-Surgió por pedido de mis lectores. Armamos una red de apoyo en Instagram. Voy enviando material inspirador para ayudarles en el camino. Las devoluciones son maravillosas. Este domingo cerró el encuentro el psicólogo Diego Quindimil. Me emociona ver como esos hombres y mujeres que me escribieron destrozados, hoy tienen las riendas de su vida y cada día están más despiertos, la clave es el amor propio.

Lo que vendrá

– ¿Qué depara el futuro?

-Ya no pienso en el futuro. Antes me mantenía en esa frase de “mañana todo va a mejorar”. Eso me hizo perder de vista cuánto sufría cada día. Ahora vivo el presente y mi único plan en el futuro es concretar sueños con mi carrera profesional con la misma pasión de siempre y con todo lo que me hace feliz. Bucear, andar en bici y compartir la vida con mi hijo, criándolo con amor y verlo feliz. Mis sueños son muchos, como editar mi libro para adultos y libros para la niñez, que motive a les niñes a compartir momentos sin pantalla. Cantar, actuar, escribir, dirigir teatro y amar.

– Abrís los ojos cuando te despertas, a la mañana, ¿en qué pensas?

-¿Por qué no duermo más? (risas). Efecto stress post traumático, pandemia o la mezcla de ambas, la cuestión es que arranco muy temprano. Aprovecho a trabajar a full mientras mi hijo duerme. Después hacemos recreos, salidas en bici, dibujar, pintar mientras mamá trabaja, cocina, etc. Las peores horas de una persona en duelo son los amaneceres y los atardeceres. Hace poco volví a disfrutar del amanecer. Soy de esas personas que se levantan y dicen “¡Iupi un nuevo día!”. Si, así de positiva, ¡y eso en febrero era un yunque!. A veces me despiertan las pesadillas, pero es todo a fuerza de voluntad y deseo de estar bien. La mente es muy poderosa así que trato de ser impecable con mis palabras y me propongo salir adelante cada día.

– Si por la puerta de tu casa, entrase la Analía que estaba haciendo el CBC para entrar a la facultad, ¿qué le dirías?

-“¡No dejes de estudiar y trabajar nunca!” que es lo que hice (risas). Cuando tenía 17 años me tuve que pelear con mi viejo para empezar a trabajar. Él quería que estudie y tenía miedo que deje la facultad por querer ayudar a mi familia económicamente, que es lo que él vivió. Mi viejo es un ejemplo de trabajo y perseverancia. Eso se lo agradezco.

Algo más que me diría es “Por favor, nunca dejes de escucharte y respetá tu instinto. Sea quien sea la persona que tengas al lado, no soportes el dolor. No dejes que nadie oscurezca tu vida ni te robe la alegría. Sé la protagonista de tu vida siempre. Amate tanto como puedas y luego ayudá a los demás. Amar no es soportar el sufrimiento. Amar es ser libre con el otro y no ser de otro”.

Analía Cobas: @analiacobas

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