La puesta es una fabula con alusiones varias. El fútbol, los galgos, la revolución, navegando en diálogos disparatados pero solo en su superficie. La excelente escenografía enmarca un verter constante de palabras que irán zigzagueante en una dramaturgia rica en tirar temas y dejarlos para que el público los desarrolle. Allí es donde se va a completar una obra ambiciosa en tanto le exige –bien ahí- al público el finalizar lo vomitado desde el escenario. Si no se completa, quedará como una anécdota inconclusa y está bien que asi sea; que el eventual espectador se vaya con un gran signo de interrogación ¿Quién dijo que hay que darle todo al soberano, ya masticado y deglutido? Que ponga a trabajar a la materia gris frente a la provocación de conceptos y si no, “sorry, babe”.
La atmósfera kafkiana, de poca luz y ominosa soledad y depresión son el marco para que las ideas libertarias de un grupo de iluminados pero carente de luces (¿los Montoneros acaso? ¿Quizás el ERP?) sean la tierra fértil para que los de pocas neuronas encuentren un lugar para desarrollar su carencia de talento. La contrafigura sería el empleado de banco, como un lugar de supuesta “estabilidad económica”, tan venerado por nuestra gente como ideal a seguir. Aquél que no arriesga nada, después es el primero en criticar el devenir de los acontecimientos. Como dice un viejo refrán, “todos son héroes, viendo la batalla desde afuera”.
Me encantò borzoi. Hace mucho que no veo una obra tan trabajada y que dice tanto con poco.