Un domingo en familia (Teatro)

Una mirada interna y descarnada

Autoría: Susana Torres Molina. Con Lautaro Delgado Tymruk, Anabella Bacigalupo, Juan De Rosa y Jose Mehrez. Vestuario: Roberta Pesci. Escenografía: Paola Delgado. Iluminación: Patricio Tejedor. Músico en escena y música: Guillermina Etkin. Asistencia de escenografía: Verónica Copello. Asistencia de iluminación: Martín Fernández Paponi. Asistencia de dirección: Esteban de Sandi Sansiviero. Producción: Lucero Margulis. Dirección: Juan Pablo Gómez.

Teatro Nacional Cervantes. Libertad 815. Jueves a domingo, 21 hs.

Los años 70 siguen siendo motivo de debate. No obstante, en muy pocas ocasiones se llega al hueso de la cuestión. Ni hablar del teatro actual que, pareciera estar más interesado en lo que ocurre en Berlín que en González Catán o al divertimento consumista y vacío, determinado por el costo de la entrada. Obviamente, hay excepciones y estamos frente a una de ellas.
En este caso, Juan Pablo Gomez tomó el texto de Susana Torres Molina para la creación de una puesta tan inquietante como audaz. Desde el primer momento en que se ingresa a la sala, se ve al escenario como una playa. La sorpresa es inmediata aunque será aún mayor apenas empieza el oído a despertarse a los estímulos que salen del escenario.

La acción viaja a través del tiempo y se ubica en el 28 de diciembre de 1975, día en que Roberto Quieto (a quien se alude pero no se nombra nunca), dirigente de Montoneros, es secuestrado por las fuerzas de seguridad, en la zona de Playa Grande, de Martínez. A partir de ese hecho puntual, los acontecimientos van y vienen en esos años, con el punto siempre puesto en la vida y obra de dicha organización, extensible al peronismo. Las voces de Juan Domingo Perón y Mario Firmenich, ilustrados por medio de sendas caretas cortadas por la mitad, dan testimonio del cisma ocurrido en el movimiento.

Quien se encuentre sentado en la platea, será tomado por asalto por una puesta completa. El texto de Susana Torres Molina es elocuente. Muy pocos han realizado una autocrítica tan feroz y sincera. Es mirar hacia adentro para sacar a la luz la gran cantidad de “errores” cometidos por la organización. Las comillas dan cuenta de las dudas en la concepción de los mismos. Una especie de “sin querer queriendo” que, al día de hoy, sigue abriendo dudas, debate y acusaciones cruzadas entre la dirigencia y la militancia. La sensata cobardía frente a la inocente valentía. Los imberbes que no eran tales en la cúpula pero si en las bases. Quijotes frente a los molinos de viento. 
De más está decir que la imagen de Perón también es sometida a revisión en esta cruda reflexión teatral. El león herbívoro que dividía para reinar, usando a quien tenía que usar en pos de su vuelta al terruño y llevar adelante su designio.
Es tan amplio el texto en sus alusiones y debates que hay un momento dedicado a la traición y lo que podría haberse dicho bajo la tortura (ver el juicio realizado por Montoneros a Quieto) a través de frases como «La tortura se aguanta, todo depende de la fortaleza ideológica», retomando incluso al “Señor Galindez” de Eduardo “Tato” Pavlovsky, personaje al que nombran por su propio nombre («Perejiles. Eran más útiles dejándolos sueltos para que hablen y trasmitan el horror. Como decía uno de los nuestros, Galindez, por uno solo que es torturado, mil paralizados de miedo«)
  
Pero este texto -con una gran investigación detrás- será intervenido por Juan Pablo Gomez que crea un universo poético para un relato histórico, haciéndolo aún más contundente. La polifonía resultante es pura creación de sentido, que apunta desde varios lugares. 
El trabajo en el diseño sonoro y música en escena de Guillermina Etkin es excelente. Los sonidos realizados a través de algunos objetos, instrumentos y palmas es un mix de sencillez e imaginación puesta al servicio de la obra. Inclusive, termina constituyéndose como un personaje de la puesta por todo lo que emana desde su concepción y realización.
Las actuaciones están al nivel de la sana ambición de la puesta. Si bien realizan varios personajes, habrá uno en particular que atraviese a cada miembro del elenco. José Mehrez tiene una presencia escénica acorde a un Perón de la época al tiempo que Juan de Rosa presta su voz para un Mario Firmenich polémico -como mínimo- en sus dichos y acciones. Lautaro Delgado Tymruk es quien llevaría adelante al líder montonero cuyo secuestro arrojó una gran cantidad de dudas (¿Presentarse un domingo a la tarde, en familia, en público, cuando estaba en la clandestinidad?) asi como los hechos que lo siguieron, tal como la caída de varios lugares de la organización. Párrafo aparte para Anabella Basigalupo y la visceralidad que lleva adelante, en perfecta concordancia con la decepción y tristeza de las bases frente al devenir de los hechos.

Al finalizar “Un domingo en familia”, una sensación queda flotando en el aire. Podrá ser la curiosidad, la bronca o la decepción pero en absoluto la indiferencia. La reflexión sobre el pasado, con fuertes vínculos con el presente (desde la voz de Patricia Bullrich hasta el resurgimiento de la teoría de los dos demonios, pasando por la política de “aguja hipodérmica” con frases de autoayuda como “setenta años de fiesta”) no puede pasar desapercibida. Más aún cuando el teatro establece un vínculo poético y sensible con la historia más dura de nuestro país. Imperdible para ver, debatir y reflexionar y, por que no, volver a verla a la brevedad.

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