Analía Rosenberg: «No puedo cerrarme a un solo género musical»

Mix de simpatía y frescura, no exenta de timidez, Analía Rosenberg se convierte, apenas se sienta al piano, en un huracán de creatividad musical. Al tiempo que reestrena “Abismarse”, su cautivante debut teatral en el Centro Cultural Ricardo Rojas, forma parte de “La Impertinente Señorita Orquesta”, un cuarteto femenino que recrea clásicos de la “chanson française”.

En una extensa y rica charla, Rosenberg cuenta sus múltiples proyectos, recuerda su experiencia en Los Amados, su gusto por la música francesa y las influencias que atraviesan su ADN musical. 


-Analia, este reestreno de “Abismarse” viene con novedades. ¿Es así?

– Si! Reestrenamos el 16 de julio. Para esta vuelta, incorporamos a Maia Mónaco en reemplazo de Barbara Togander que no podía seguir. Fue ella misma quien nos recomendó a Maia. Es una cantante diferente pero con un manejo vocal tremendo. Pienso mucho en cada uno de los integrantes y sus tiempos. En este caso, hicimos una serie de improvisaciones para juntarnos y conocernos. Era jugar y tocar. No quería que Maia sea un reemplazo sino que forme parte del grupo y aporte lo suyo. 
Por otra parte, trabajamos para ver que pedía cada cuadro de la obra y decidimos ir al extremo de lo que requería cada uno de ellos. Por ejemplo, el solo del percusionista se basa en la ira. ¿¡Como no íbamos a ir al extremo si es la ira!? Somos músicos que estamos dispuestos a jugar y a actuar. Si estamos cómodos con el instrumento, vayamos al límite con la ira o la transmutación, como en el caso del cello.


-¿Cómo surge “Abismarse”?

– Estaba en Los Amados y empecé a componer mis temas. Me junté con Rodrigo Sacco, que me había convocado a tocar temas de Piazzolla con arreglos originales. Después, hicimos nuestros propios temas. Le dije de armar un proyecto juntos y nos juntamos a improvisar junto con la cellista Emma Chacón Uribe y a un percusionista. A todo esto, me gusta mucho la animación por lo que cada uno tiraba ideas mientras yo sumaba videos. Era ver el video como disparador y empezar a tocar. De repente dejamos de hacerlo pero cuando me voy de Los Amados, le digo a Rodrigo de llevar a cabo este proyecto, al que se une el percusionista Emanuel Gaggino. Asi nos juntamos a tocar mis temas y a improvisar. Fue muy mágico el juntarse –algo que no es tan fácil de lograr- sin saber cuando íbamos a estrenar ni que íbamos a hacer. No sabía si va a gustar o no lo que estábamos planeando pero es genuino. Es lo que somos. En un momento, se suma a dibujar Adrián Lirman, que realizó el video final. Nosotros tocábamos y él dibujaba. No quería que solo fuese un grupo de música. Con mi amiga Mariana Cirulli, fuimos a sacar fotos al taller de mi abuelo, que era sastre. Por eso, el grupo Abismarse empezó a ser los músicos + Adrián Lirman + Mariana Cirulli + el bailarín Jack Syzard. Quizás eso arma un pequeño caos pero también soy eso. Un día le digo a los chicos que me gustaría que cada tema fuese un estado distinto. Por eso, en “Abismarse” pasamos por todos los estados en lo que sería un solo día.


-¿Esos cuadros cambiaban de acuerdo a los días?

– Había temas que había compuesto y me generaban tal o cual estado. Para mi, el cuadro completo de “Abismarse” es ese estado de ánimo que atraviesa las etapas de enamoramiento. Las llamo “abismamiento” (risas). Es la contemplación de esa persona que te fascina, el encantamiento que te genera cuando estas ahí, la angustia y después la incertidumbre. Ese cuadro es una obra dentro de la obra. El de la “alienación”, que es cuando vienen todos al piano a decirme que tocar, lo tenía muy presente, desde algo muy cultural. Tenes una idea y el sistema te llena de información. Hay que estar atentos con respecto a este bombardeo constante.

-El tema de la gran cantidad de información debe ser difícil para el músico, ¿no?

– Si, y es cada vez peor porque estamos cada vez más llenos de data. Trato de educarme para limpiar esos momentos, que son sagrados para la creación. De «Abismarse” me hace bien no solo la obra sino el grupo humano que se armó. Se delineó la obra como distintos estados psíquicos o anímicos. Ahí me junté con Claudia Carbonell, la directora actoral que me ayudó mucho con respecto a definir cómo iba a ser todo. Que función iba a tener cada personaje y que quería decir. Igualmente, me encanta “soltar una imagen”, que es algo que viene de mi gusto por ciertos directores del cine experimental o teatro de imágenes. Soltar…Es esta imagen y se vino de esta manera. Por ejemplo, en la obra, cuando se vienen todos los músicos arriba mío cuando estoy componiendo, surgió completa, de principio a fín. Es la alienación. Todas esas imágenes que tuve tantos años en la cabeza, las tenía que soltar. Ahora para el reestreno, estamos trabajando cosas que, antes no se me habían ocurrido. Queremos ubicar a la soledad desde la ternura y la fragilidad. Como Chaplin en “Tiempos modernos”. Hay cierto humor que me llega mucho, que viene desde cuando era Raquelita en Los Amados, que se le siente la soledad, la fragilidad.


-“Abismarse” no tiene un lugar reconocible en tanto tiempo y espacio…

– En realidad, después de reflexionar sobre los estados del individuo, pensé en una fábrica donde los músicos están encerrados y sometidos, creando momentos para decirle a la sociedad qué tiene que sentir. Pero, en vez de textos o máquinas, a través de obras musicales. El “1984” de Orwell fue muy importante. Quería que “Abismarse” fuese ambiguo. Se puede ver en los uniformes que usamos para la obra, que no se sabe bien de qué época es ni de donde son. Las polleras son antiguas y también posmodernas. Eso podría haber sido en cualquier época de gente sin tierra, nómade. Un no-lugar que podría ser cualquier lado aunque con una impronta europea. También influyó mucho el ser nieta de sobreviviente del Holocausto. De hecho, “Abismarse” está relacionado con lo atravesada que estoy por este tema.


– Combinas el arte con la ominosidad de esa fábrica que tener muchos significados en relación con los individuos.

– Exacto! Me interesaba contar que somos seres sometidos a que nos digan que componer o creer. Un tanto alienados y grises pero con una relación muy particular –en la obra- con nuestro instrumento, que es el que nos devuelve a la vida. En estos tiempos, creo que el arte nos salva y nos da alegría. No sé si «Abismarse» es bueno o malo y a quien le va a llegar. Es lo que tenemos para brindar. Está perfecto que a alguien le llegue más y a otros menos. Hay que ir soltando las obras que a uno se le surgen. Quiero afianzar la relación con el instrumento que nos vuelve a la vida. Que nos devuelve a nuestro lugar de placer cuando nos perdemos.

  ¿La música de la obra es la misma o se da la posibilidad de improvisar de acuerdo a cada función?

– En este caso, la música es lo que más armado estaba. La tenía compuesta y ensayada desde hace mucho tiempo. Con la llegada de Maia, repensé algunas cuestiones. Hicimos ensayos con ella sola, con los músicos o con el bailarín, con el que interactúan bastante. Las pasadas, al principio, no eran enteras. Me preocupaban más los cuadros que eran nuevos. Hay un número nuevo en el que nos va prendiendo a cada uno. Es la “sincronía” que entra con cada uno y nos dice que tocar. Es un cuadro en el que hay pautas pero es un poco improvisado. No tiene partitura y jugamos entre dos patrones armónicos. Todo lo demás, está escrito salvo la introducción en la que improvisamos. Podríamos haberlo hecho todo improvisado pero salvo en estas que te mencioné, está todo escrito. Igual, hay un número nuevo con respecto del año pasado.

¿Vas a grabar la música de la obra?

– Quiero hacer un disco al respecto. Me gustaría que sea una obra de arte pequeña, en tanto incluya todas las disciplinas que atraviesan la obra. Que tengan los dibujos, las fotografías, los videos y vaya más allá de la música. Nuestro colectivo artístico debe tener un CD que sea lo más fiel posible a la obra entera, que incluya el diseño de arte y de la puesta. Estaba pensando en la caja del CD con las pinturas y que puedas ver videos o escuchar música. Igual hay que trabajar con algunos estados porque no es igual una escucha en una casa que estar viendo el espectáculo.
  

-¿Cómo recordás tu paso por Los Amados?

– Fue una universidad en la que aprendí un montón. Entrar en un grupo es como ser parte de una familia. Entré a los 21 y me fui a los 31. Diez años, ¡casi una carrera! Viajé y aprendí de los compañeros que tenía. La tensión en escena, lo que le pasa a la gente, como se prepara un espectáculo. Hacer reír a la gente es difícil y a la vez, reconfortante. Empecé a tocar a los 17 y desde los 21 a los 31, toqué caracterizada, en personaje. Es más, toqué más caracterizada que de “civil”. Aprendí mucho para lo que iba a ser mi propia obra. En algún punto tenía que ser valiente para mostrar lo que tenía encima.


-Contame sobre las presentaciones de La Impertinente Señorita Orquesta

– Tenemos ganas de hacer presentaciones con invitados. Está bueno tener siempre una sorpresa. De acuerdo a cada invitado, armamos el repertorio. También estamos viendo de hacer más temas, como más tangos que nos dimos cuenta que es algo que gusta mucho. Lo mismo de combinar más idiomas. Algunos boleros en italiano…Estamos en etapa de volver a sacar otros temas.


-¿Los van a grabar?

– En realidad ya tenemos catorce canciones como para otro disco. Estamos buscando fondos para hacerlo. Por suerte “Voila”, el primer disco se agotó y sacamos una segunda edición pero queremos sacar el segundo disco. Ya pensamos como sería e inclusive hasta a quien invitaríamos para cada tema.


-Se nota una energía bien dosificada en los recitales que brindan.

– Si….! Nos dicen mucho con sorpresa “¡Que bien que se llevan!”. Con Melina Kyrkiris, la cellista me miro constantemente por la relación de instrumentistas que hay. A veces, funcionamos como dos dúos que nos complementamos perfectamente. También hay una idea de ver donde se luciría cada una. En esto, nos diferenciamos a los grupos que se forman alrededor del cantante. Aca pensamos en todo. Las versiones, lo que se puede aportar para que la gente se sorprenda, ya sea desde el humor, las voces o los aportes melódicos.


-¿Cómo se conforma La Impertinente Señorita Orquesta?

– Daniela Horovitz y Soledad Maciel son amigas desde la secundaria. En mi caso, a Daniela la conozco desde Los Amados. La banda empezó cuando a Sole y a Daniela las invitaron a tocar en un homenaje a Jacques Brel. Ahí me piden que las acompañe con el piano y el acordeón. Había un productor que nos vio y nos dijo de armar una banda de chicas con este repertorio. ¡Nunca se nos había ocurrido! Ahí pensé que faltaba alguien más. Pensé en la cellista Emma Chacón Oribe, que terminó tocando en «Abismarse». En ese momento, Emma se iba de viaje y me recomendó a Melina, que se incorporó al toque. El francés fue el disparador para la banda. Surgió todo de este homenaje y que las chicas hablan y cantan muy bien en francés. Yo misma estoy sorprendida de estar en una banda de música francesa. Es muy loco pero son esas cosas que te presenta la vida y de repente, somos todas amigas, con muchas ganas de hacer. Cada una puede traer lo que quiere. El disparador fue la música francesa pero ahora metemos un tema en inglés o un tango en castellano. Es la impertinencia que usamos para hacer música. De ahí, La Impertinente. Por eso hay humor y distintos idiomas.


-¿Cuáles son tus influencias en tu formación como pianista?

– Muchas. Cuando estaba en Los Amados escuché a pianistas cubanos como Rubén González, Bebo Valdes y Ernesto Lecuona. Me gustaba mucho su combinación de la música clásica con el toque popular. Tenían mucha data sobre lo clásico sumando la improvisación propia de los músicos populares. Fueron una influencia muy grande. De acá, me gusta Diego Schissi, gran compositor y arreglador. Después, muchos músicos emparentados con el cine. Me encanta Bernard Herrmann. Escuché mucho a compositores de películas como John Williams o Danny Elfman e italianos como Nino Rota y Ennio Morricone. Obviamente Vladimir Horowitz.

Siento que aprendo de todo tipo de artista. Cuando empecé a tocar, tenía que seguir un determinado tipo de género. Jazz, tango, folklore, el que sea y yo no me quería atar a ninguno. Escuché jazz pero no soy jazzera. Lo respeto mucho y estudié con Alvaro Torres, tremendo pianista y docente. Pero no iba a ser jazzera porque no me veía con algo para proponer. Después estudié con Daniel Montes, composición de distintos períodos como el Renacimiento, Barroco, Clásico, con compositores que son obvios como Mozart, Bach, Beethoven o Chopin y después, los compositores rusos como Shostakovich. 

Siempre sentí que me forzaba a mi misma si me cerraba a un solo género musical. No podía. No era tan “yo”. Escuchaba a otros músicos que hablaban de tal pianista, como si lo “tuviese-que-admirar” mientras me quedaba colgada, mirando videos. Hasta sentí cierta culpa porque no encajaba.

-Si no te dedicabas a la música, ¿Qué hubieras hecho?

– Aunque no lo creas, me gusta mucho bailar. Podría haber sido bailarina sino…¡neurocirujana!. Me interesa mucho cómo funciona el cerebro. Leí al respecto…y mis padres son médicos pero ninguna de mis hermanas se dedicó a la medicina. También me interesan otras artes como la escritura. Igualmente te diría que, si bien empecé a tocar antes que a componer, me siento más cómoda en el escritorio –en este caso, el piano- con las partituras. Prefiero dejar un tema hecho antes que me estén mirando arriba de un escenario. Podría no estar arriba del escenario pero no dejaría de escribir. Esto no implica que no toque en vivo pero siento que el laburo artesanal de la creación que, si bien es parte de la música, me gusta más que ser interprete. Cada vez veo más al piano como un medio para tocar lo que compuse. Todo el tiempo tengo ideas que necesito bajar. El piano es mi instrumento para plasmar las ideas que se me ocurren.


-Si por la puerta de este bar entrase la Analía Alicia Rosenberg que recién empezaba a estudiar piano, ¿qué le dirías?

– Le diría que no trate de encasillarse en un género. Como el piano es un instrumento en el que se pueden tocar tantos géneros musicales, empecé a preguntar “¿qué tengo que tocar? ¿Jazz, tango, folklore?”. Esto me llevó a estudiar muchos géneros lo cual estuvo bueno pero sentía que trataba de “encajar”. Le diría que no trate de encajar, que vea quien es, pero eso también es una búsqueda que uno quizás, debería atravesar. Que se relaje, que ya va a encontrar un lugar donde encajar aunque sea un tanto ambiguo. Todavía me falta muchísimo al respecto. Siempre es difícil encontrar quien es uno pero en un momento, me vi como una suma de cosas que estudié y me influyen. Hacer “Abismarse” fue una parte de ese “¡Soltá! Sos todo esto. No tenes porqué ser solo una cosa”. Y si esa cosa es amplia y caótica, hay que bancarselá.


“Abismarse”. Centro Cultural Ricardo Rojas. Sábado, 21.30 hs.

La Impertinente Señorita Orquesta. Viernes 29 de julio. Bebop. A las 21 hs.   

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