Las mil vidas Enrique “Zurdo” Roizner: despidiendo a un baterista legendario

Por Alan Levy (@a.e.levy)

Este domingo se apagó la llama de Enrique “Zurdo” Roizner, un músico con una carrera inmensa y ecléctica. El carismático baterista falleció tras haber sufrido un ACV a los 84 años. Hace un cuarto de siglo venía tocando junto a Kevin Johansen, aunque también tenía una carrera activa en la Orquesta de Tango de Buenos Aires. Sin embargo, tocó con algunos de los máximos exponentes de la música popular como Mercedes Sosa, Toquinho, Vinicius de Moraes, Frank Sinatra y Les Luthiers, entre otros.

Aplaudido por la crítica, admirado por sus colegas, adorado por el público

Hasta hace poco, venía tocando con la Orquesta de Tango de Buenos Aires y desde el 2000, Roizner era ícono y formación estable de The Nada, la banda de Kevin Johansen. A partir de la puesta teatral y humorística que caracterizan al oriundo de Alaska, el «Zurdo», dotado de una modestia y un carisma excepcional, era por lejos, el favorito del público que aplaudía y vivaba cada una de sus intervenciones y apariciones estelares. Eso, por no mencionar el toque justo que pedían las canciones multigénero de Johansen. La batería remarcaba los graves de los temas western como “My name is peligro” o se coloreaba al ritmo del samba a través de temas emblemáticos como “Logo”. 

Fue precisamente junto a monstruos de la talla de VInicius de Moraes, María Creuza y Toquinho que el Zurdo tuvo su primer gran hito: participó del disco en vivo más importante de la historia de la Música Popular Brasileña. Nada más y nada menos que “La Fusa”, de 1970, grabado en el mítico local de Avenida Santa Fe. También formó parte de la banda de Frank Sinatra en los conciertos de Buenos Aires (en el Luna Park y en el Sheraton) organizados por Palito Ortega en 1981. Además, fue músico de distintas formaciones de Piazzolla, siendo la más emblemática de ellas, el Octeto Electrónico

¿Qué otros gigantes de la música que requirieron sus servicios? Mercedes Sosa, el Gato Barbieri, Dino Saluzzi y Les Luthiers, entre decenas de otros a lo largo de una carrera de más de 60 años. El Zurdo era (y es) una especie en extinción que va a dejar un gran espacio vacío en la música popular argentina y latinoamericana.

Una entrevista descontracturada y repleta de anécdotas

Que los lectores permitan una breve anécdota autorreferencial. En 2016, este cronista encuentra y saluda al mítico batero mientras degustaba una de sus más de 200 pipas en Panamá y Corrientes, pleno Villa Crespo. Allí intercambiamos números y acordamos una entrevista que se llevó a cabo días después en Los Caminantes que, por aquel entonces, era un bar universitario por el que pasaron eminencias de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Esto, antes de convertirse en una masiva y exitosa birrería artesanal -que luego se mudaría a Corrientes y Velasco-. Allí, en el Pasaje Anibal Troilo, Roizner hizo memoria y sintetizó seis décadas de música, anécdotas y amor.

Sus comienzos como sesionista  fueron vertiginosos.  Llegó a tener hasta seis baterías repartidas en distintos estudios debido al gran caudal de trabajo. ¿Cómo eran aquellos días?

-Era variado. Había días con dos o tres sesiones distintas en diversos estudios, con diferentes directores y artistas. Otros, tenías una sola, o directamente no parabas: en una oportunidad grabé durante 48 horas seguidas.

-¿Cómo se sobrevivía a esa vorágine?

– ¡A pura garrapiñada y café! (risas). Era lo único que podía comer y beber en escaso tiempo.  Terminaba en un estudio y tenía que salir corriendo a otro. Por eso, tenía diseminadas mis baterías por todos lados.

Nos referimos a los estudios Philips, RCA…

– Exacto: Philips, RCA, ION, TNT. Fueron aproximadamente 20 años comprendidos entre 1965 y 1985. Todo comenzó cuando volví de Europa…

Sabemos que estuvo tocando en la Filarmónica de Liverpool en 1964. ¿El viaje inicialmente fue por placer o nació por motivos profesionales?

-Fue por trabajo: me convocaron unos amigos músicos que estaban viviendo allí. Tenían la intención de formar un quinteto.

¿Tango o jazz?

-Un quinteto “des-generado”, como diría Kevin Johansen. Me pareció fantástica la idea: estuve viviendo un año en Suecia, en diferentes ciudades. ¡Imaginate! Para la época, 1963-1964 era bastante insólita la movida. De la gira sólo guardo una agenda de los días y los lugares en donde estuve.

Hablamos de un período particularmente explosivo ligado a la Beatlemanía y el rock inglés en general a partir de la denominada British Invasion. ¿Pudo captar algo de toda esa efervescencia?

-Fue tremendo ¡Los Beatles eran dioses en Liverpool! Luego de seis meses maravillosos en la filarmónica, me contrataron para una orquesta, podríamos decir, de salsa, en Londres dirigida por Edmundo Ros (N de la R: un músico, cantante y director nacido en Trinidad y Tobago, mayormente conocido bajo el nombre artístico de King of Latin American Music). Cuando volví de Inglaterra me empezaron a contratar seguido porque pensaban que tenía idea de cómo era el estilo. ¡Engañé a todo el mundo! (risas).

¿Podríamos recordar los procesos de grabación de los discos de La Fusa? ¿Fue parte de sus presentaciones también?

-No, las distintas sucursales de La Fusa eran lugares muy chicos. Ellos tocaban prácticamente solos: Vinicius y Caimi llenaban. A él le encantaba tocar en estos boliches. La Fusa está grabada en Estudios ION que, para mí, sigue siendo el estudio más importante de la República Argentina. Para este propósito se recreó toda una estética de café concert: había mesas y bebidas. Fue  grabado en vivo: una toma de cada tema. Toqué tanto en la versión con María Creuza como en la de María Bethania. 

También fue parte de la orquesta de Frank Sinatra durante su paso por la Argentina. ¿Qué recuerda de aquella experiencia? ¿Cómo surgió la propuesta?

-La orquesta de Sinatra no quería tocar con Don Costa (N. de la R: Dominic P. Costa, músico, arreglador y productor de Paul Anka y Sinatra, entre otros) por una interna: no los había llamado a la hora de grabar “New York, New York”. El problema consistía en que Sinatra hacía un show de una hora. Nunca tocaba más que eso, por lo tanto, no se podían cobrar 1000 dólares en el Sheraton por un show de una hora. Había que poner algo más. Entonces, se contrató a Don Costa para que tocara una hora él y una hora Sinatra. Fueron dos Sheraton y cuatro Luna Park.

¿Pudo tener un mano a mano con «La Voz»?

-No, Sinatra tenía cierta fobia social. Saludaba, pero de lejos. Tenía fobia de que se le acercase gente que él no conociera. Si te acercabas unos metros ya tenías a tres tipos que te miraban con cara de pocos amigos.

A diferencia de muchas otras voces, usted comenta que Piazzolla era de lo más amable ¿Cómo fue su vínculo con él?

– Siempre, con muy buena onda. Además, tuvo un gesto maravilloso: compuso un tango para mí.

Hace no muchos años manifestaba que tenía cierto respeto por la obra y confesó no haberla tocado nunca ¿Pudo hacerlo?

– Sí, lo pude tocar y grabar en la Orquesta de Tango de Buenos Aires. Esto fue en la Usina del Arte en el marco de un homenaje a Astor Piazzolla. Fueron trece temas. Uno de ellos fue, justamente, “Tango del Zurdo”.

¿Qué baterías utiliza en la actualidad?

-Las que tengo ahora son todas vintage, de los años 60 y 70. La Ludwig que estoy usando con Johansen era de Black Sabbath. Se la compré a Teddy Goldman. Fue así: Black Sabbath iba a venir acá después del primer Rock In Rio. La guita acá no apareció y ellos habían mandado todos los equipos para acá: equipos, instrumentos, luces, sonido, ¡Todo!  Les resultaba más conveniente venderlos que volver a trasladarlos. Un día ,me llama Teddy y me dice “acá hay una bata que está genial”. La fui a ver y le pregunté cuánto quería. Me dejó pagarla en dos o tres veces. Nos conocíamos desde hace 20 años.

-Tiene un excelente vínculo con Kevin Johansen, con quien toca hace más de 10 años. ¿Cómo es Kevin cotidianamente?

-Lo quiero mucho. Además de ser un gran artista y compositor es, fundamentalmente, una persona increíble, de una gran generosidad. Lo que tiene como constante es esa ironía humorística llena de buena onda.

Es el Rey de los juegos de palabra…

-Absolutamente: creo que todo el grupo es juguetón con las palabras. Hacemos juegos de palabras de cualquier cosa.

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