Merlina: Pintala de negro.

Por Cecilia Inés Villarreal

Tim Burton lo hizo de nuevo. El -la, en este caso- “freakstrikes again”, diría Patrick Steven Morrissey, parafraseando una de sus más bailables canciones. Desde hace varios años que los monstruos han dicho «presente» en la televisión y en el cine del Tio Sam. Las típicas series y películas adolescentes norteamericanas muestran una población con los estereotipos de los “populares” y los “marginados”. En algunas ocasiones, se glorifica al paria y se condena al top-top en un simbólico acto de justicia, o directamente satirizando a los bullies. Esto se ve en «Glee», «X-Men», «El mundo oculto de Sabrina», «The Big Bang Theory» y «Stranger Things», con sus historias y temporalidades diversas. Todas tienen en común el empoderamiento del raro, el nerd, el/la considerado/a «oveja negra».
 
Retomando nuevamente al ex líder de The Smiths, “Noviembre engendró un monstruo” en Netflix llamado “Merlina” (o “Wednesday” para los angloparlantes), desde el día 23. Pero no solo es para consumo de todos los admiradores de Los Locos Addams sino para quienes deseen ver otro tipo de serie protagonizada por la hija de tan querida familia.
Muchos tenían reservas acerca de esta serie- me incluyo- pero el trailer y el sello inconfundible  del director de películas de mágica -y oscura- belleza como «Charlie y la Fábrica de Chocolate» y «El joven manos de tijera» y tantas otras de animación como «Frankenweenie» y «El extraño mundo de Jack», me instaron a disfrutar de esta nueva producción.
 
Jenna Ortega es una Merlina modelo 2022, un atrapante mix entre esa niña excelentemente interpretada por Christina Ricci y esta adolescente old fashioned, necrofílica y gótica que podría invitar a Mariana Enríquez a tener una rica charla. Es una rara avis que no se adapta a los colegios hasta que logra ingresar a la academia Nevermore, instituto educativo le abre sus puertas a los excluidos, a los raros (sirenas, hombres lobo, incomprendidos sociales de toda índole), marcando una barrera con los normies. Sus padres, Morticia (Catherine Zeta Jones) y Gómez -u Homero como lo conocemos en estas latitudes- (Luis Guzmán) quieren lo mejor para su hija, pero Merlina se rehúsa a continuar con el legado familiar dado que su madre había sido una alumna modelo en su paso por ese colegio. Las comparaciones, siempre odiosas, la sublevan mientras crece el deseo de tener personalidad propia y no ser una fotocopia materna. Puro “smell like teen spirit”.
 

El guión es acertado y respeta el espíritu e idiosincrasia de la reconocida familia. El desarrollo de los capítulos es dinámico y las sorpresas están a la orden del día. Es por demás abarcativa en tanto captará la atención de los nostálgicos como de los amantes del humor negro y temáticas sociales actuales como el bullying y todo lo que implica ser “aceptado” en determinado marco social. Siempre girando alrededor de una chica por demás peculiar que también abre el juego a otros personajes.
En lo que a actuaciones se refiere, Jenna Ortega alumbra a una Merlina cínica, solitaria, que nada contra la corriente impuesta por el mundo del “deber ser”. No le importa el qué dirán, lo cual es realmente envidiable. Su expresividad y carisma se canalizan en esos ojos profundos que, tal como suele decirse, son el espejo del alma y la ventana de las emociones. En una entrevista televisiva dijo que, una de sus inspiraciones fue el inquietante Alex de Large, de “La naranja mecánica” de Stanley Kubrick. ¡Alta referencia!
Ortega no solo rinde homenaje a su predecesora de los años 90 sino que perfecciona su rol, ubicándolo en tiempo y espacio sin perder nada de su esencia. En cambio, la dupla Zeta Jones- Guzmán (Morticia y Homero Addams) carecen del atractivo y erotismo diabólico de Anjelica Houston y Raul Juliá. Si bien sus actuaciones son correctas, se suele exigir un poco más a criaturas con una impronta tan personal. Peor es el caso de Pericles, el hijo menor de la familia, de poca participación en la serie y con un carácter en las antípodas de lo que se le era reconocido.
 
Las referencias literarias y homenajes a otras sagas son algunos de los puntos más suculentos de la serie. «Nevermore» podría ser un «Hogwarts» del multiverso de Harry Potter. Edgar Allan Poe, Mary Shelley, Agatha Christie y otros autores intervienen de manera solapada en la serie aportando información valiosa. El negro es el color predominante, configurando un clima sombrío y darkie, que contrasta con los colores pastel de Enid Sinclair (la dulce y precisa Emma Myers), la compañera de cuarto de Merlina. Enid será su antítesis aunque esto no implica que no haya algún punto de encuentro.
Párrafo aparte para la música que merece un capítulo en particular, en lo que construcción de sentido se refiere.


Más allá del entretenimiento y los trends que provoquen en Tik Tok e Instagram, este tipo de series tiene el enorme plus de sembrar la semilla de la curiosidad en los espectadores. En su momento, adolescentes, jóvenes y -por qué no decirlo- adultos que ahora tienen 30 años, se acercaron a la lectura gracias a “Harry Potter” y accedieron a un mapa enorme de cultura general, mitologías, seres fantásticos e historia, además de ser una saga por demás entrañable. Otro tanto puede decirse de lo ocurrido con “El Señor de los Anillos”, mientras que los +40 y +50 tienen su corazón con «Star Wars». Todas franquicias que comparten el heroísmo, la noción de justicia y la toma de decisiones en torno al camino del bien y del mal.
Por otra parte, la serie transita el camino que construyó en los últimos tiempos, “Stranger Things” que reflotó los años 80, los juegos de mesa, lo analógico y visibilizó a artistas performáticas como Kate Bush. En el caso que nos compete, no faltará quien se pregunte por cuentos como “El gato negro”, el post punk de Joy Division, bandas de particularísima estética como The Cure, Siouxsie And The Banshees, The Cramps o donde los lleve el oído musical.


No hay nada más importante que una producción artística tenga esa chispa que llame la atención y alumbre el contexto. Si queda reverberando, es porque impactó. Corrosiva, pero sin perder ese humor que apela a una media sonrisa sarcástica y reflexiva, “Merlina” cumple con su cometido de entretener y dejar cierto sentido crítico en el tintero, al alcance de quien quiera internarse en esas aguas de búsquedas identitarias personales. 


1 comentario en “Merlina: Pintala de negro.”

  1. Es un producto entretenido. Pensé que iba a asumir algún "riesgo" y que en el guión iban a asumir una perspectiva neurodivergente, considerando que el autismo se ha puesto de moda en la industria audio-visual. No hay nada en la actuación que recuerde al personaje de Alex, de la naranja mecánica. Me pareció un policial para público teen con muy buen diseño de musica

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