“Poco Ortodoxa”: La novia errante.

En plena cuarentena, donde hay que quedarse en casa para no caer en las garras del Coronavirus, Netflix es una de las islas en las cuales desembarcar en pos de hacer más digerible la estadía en casa. Será en este mundo de plataformas digitales de variados contenidos que “Poco ortodoxa” está causando un revuelo importante.

La serie está inspirada en el libro de Deborah Feldman, “Poco ortodoxa. El escandaloso rechazo a mis raíces judías”, aparecido en 2012. El mismo relata su experiencia en el marco de una comunidad judía ultraortodoxa en el barrio de Williamsburg, Brooklyn. El idioma es el yiddish y las reglas son extremadamente estrictas en tanto la interpretación de la ley judía. El matrimonio es “arreglado” entre las familias con el fín de llevar a cabo la procreación como ley primera del Todopoderoso.

El relato va y viene a través del tiempo. El flashback es lo más fidedigno respecto al libro de Deborah Feldman, la historia de Esty en Berlin es una creación ficcional para brindar un desarrollo atrapante al relato. Rica en cuanto a todos los temas que aborda, la miniserie, en un punto, toca el tema de las “verdades absolutas”. Aquella que se toma como tal y ese momento cuando empiezan a surgir dudas sobre la misma. La búsqueda de otras verdades cuando la reinante no es la que cobija y alberga. Como si fuera un paradigma al mejor estilo Kuhn. La verdad jasídica termina siendo un corset para Esty –protagonista de la serie- que no reniega nunca de Dios. Es más, en un momento dice “Dios esperaba mucho de mí”. Frases que son leyes casi inquebrantables. “Es tu deber mantener los deseos de Dios”,

En este lugar de verdades contrapuestas, es por demás valorable que no se busque caer en el estereotipo que hace trazar una línea divisoria entre “buenos” y “malos”. Son formas de vida diferentes. Ni mejores ni peores. Solo que el individuo termina decidiendo que hacer con su propia vida. Es notoria la forma en que se perciben las mutaciones de Esty a través del tiempo. Como se ve en relación con su nuevo mundo. El choque cultural. La apertura a un nuevo mundo. En cambio, Yanky es inocente, cándido, atrapado en SU verdad. De ahí que se quede sin respuestas frente a lo ocurrido. Es esa verdad la que le brinda una identidad para continuar en la vida y preservar el legado. ¿Felicidad? Bien, gracias.

El concepto de “felicidad” también es para desarrollar pero desde otro lado, saliendo del lugar acusatorio de la progresía occidental. ¿Quién dijo que los judíos jasídicos no son “felices”? De ahí es que no hay que asociar a una única idea de felicidad y que esta sea, “casualmente” la que uno tiene. No obstante, Esty le dice a Yanky que es “diferente”. Desde ahí, ese punto es que comienza a apreciarse su propia individualidad. Ni mejor ni peor, simplemente…diferente.

Su diálogo con la realidad es a través de pinceladas no exentas de debate.  Es interesante el contrapunto que tiene con el personaje de Yael, una estudiante israelí y laica. Algo que se puede apreciar en la realidad de las distintas corrientes del judaísmo. La forma despectiva de Yael al calificarla de ser “una máquina de hacer bebés” responde a lo que, desde un lugar se ve al otro.

Por otra parte, se aprecia a una Esty empoderada pero ¿podría ser considerada “feminista”? Más aún, en relación al rol de los personajes femeninos que son los que, en un punto, apoyan el machismo reinante en la preservación de las costumbres. Un ejemplo es la injerencia en pos de cumplir con el mandato de la procreación. La mujer sometida a ser madre como único fín. “Tratalo como a un rey” le dice la madre de Yanky a Esty, que responde “Entonces yo debo ser una reina”, asestando un fuerte golpe a la idea de placer y satisfacción por la presión para ser madre. 

La serie tiene momentos atrapantes. La dirección de Maria Schrader le da dinamismo y precisión en porciones iguales –algo muy difícil de lograr- a un relato que atrapa desde el primer momento. Recortes muy bien realizados que quedarán en la memoria de quien lo vea. En tal forma, la forma en que capta la atención del espectador es sutil y contundente. Tendrá muchos más que destacarán el nivel de los rubros técnicos. Es ahí donde aparece un trabajo de excelencia, realizado en silencio, sin tanta prensa.

La iluminación es uno de los puntos salientes, en tándem directo con el trabajo fotográfico. Tiene momentos sublimes como la postal de Esty en el lago de Wannsee en Alemania -¡el manejo de los tiempos y el devenir de la peluca….!- o su rostro con la Puerta de Bradenburgo detrás. Otro tanto puede decirse del vestuario que tiene perlas que brillan con luz propia como en la boda de Esty y Yanky. Una curiosidad, el momento del corte de cabello al ras de Esty para su casamiento, ¿no les hizo recordar al de Natalie Portman en “V de Vendetta”? Ah! El trabajo con el idioma yiddish es preciso y toda una toma de decisión en tanto implica el haber realizado ese recorte.

Shira Haas tiene una actuación deslumbrante. A partir de una capacidad actoral enorme, y diálogos justos, logra conmover con la precisión que requiere cada escena. La forma en que transmite a partir de las miradas o un simple gesto, es excelente. En un punto, su “Esty” podría ser la continuación (o la prima) de Ruchami, otro gran trabajo suyo en la muy recomendable serie “Shtisel” donde también encarnó a una joven con preguntas respecto del futuro dentro de una comunidad judía en Jerusalem.

Amit Rahav es un Yanky devoto de lo requerido por la ley que profesa pero con el corazón que sabe que hay algo que no cierra. Esa timidez que hace que sea llevado por el mando ejercido por la ley. El detalle de una mirada huidiza a cualquier respuesta que ponga en duda sus creencias es revelador. En el caso de Alex Reid, da vida a Leah Mandelbaum, madre de Esty, que deja la comunidad tiempo antes que su hija. Su historia y la forma en que se la estigmatiza no escapa, en un punto, de lo que ocurre en sociedades que es hacen llamar más “progresistas” así como de otras creencias religiosas.

Párrafo aparte para Jeff Wilbusch y su “Moishe”, primo de Yanky que lo acompaña en la búsqueda de su “esposa fugitiva”. Intimidante en su trato, es también ese lado oscuro (¿e hipócrita?) que tiene la rigidez religiosa que necesita otra manera de “descargar tensiones”. En un punto, sería la otra cara de la moneda de Esty. Una frase cae como martillo, “en la calle, la Torá es de otra forma”. Wilbush también nació en el marco de una comunidad religiosa en Israel para hacer la carrera de actor en Alemania. Es más, preguntamos desde aquí, ¿no merecería Moishe un “spin off” al ser un personaje tan rico y contradictorio?

Creada por Anna Winger y Alexa Karolinski, “Poco ortodoxa” es una serie ideal para ver, más allá de cuarentena alguna. Realizada con seriedad y actuaciones de calidad, pone sobre el tapete la discusión de aquellas verdades que son inquebrantables pero que pueden cercenar algo tan “simple” como la felicidad, el deseo y la propia individualidad. La pregunta retórica más fuerte –y sabia- la hace el propio Talmud: “Si no soy yo, ¿entonces quién soy? Si no es ahora, ¿Cuándo?”

Ficha técnica

Dirección: Maria Schrader. Guión: Daniel Hendler, Alexa Karolinski, Anna Winger y Eli Rosen. Con Shira Haas, Amit Rahav, Jeff Wilbush, Alex Reid y elenco. Producción: Henning Kamm, Anna Winger y Alexa Karolinski. Dirección de Arte: Marie-Luise Balzer. Vestuario: Silke Fischer. Fotografía: Wolfgang Thaler. Asesoriamiento en yiddish: Eli Rosen.

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