Lo que nunca pasa de moda.
Una adaptación de Bodas de Sangre de Federico García Lorca. Actúan: Alejandra Robles (Madre). Carolina Ghigliazza (Novia), Mariano Bragan (Leonardo), Guido Sotomayor (Novio), Manuel Luchetti (Padre/Criada) y Mariela Fernández (Mujer). Música y músicos en vivo: Lara Bragan y Franco Napolitano. Escenografía: Martin Fiorin y Franco Napolitano. Técnica: German Navarro. Redes: Abril Bernardo Garbuglia. Dirección y Puesta: Paula Sánchez
Beckett Teatro. Guardia Vieja 3556. Sábados, 21 h.
No suele ser fácil llevar un clásico a otro tiempo, con la correspondiente revisión para que el anclaje sea el adecuado. El grupo Los Payasos de Matute realizó esa “afrenta” con “Bodas de sangre” de Federico García Lorca, ubicándola en la primera curva del siglo XXI (año 2001), en el conurbano bonaerense.
La inserción del texto a estas geografías y temporalidades está realizado con la sana irreverencia de quien respeta una obra, pero la usa como condición de producción para la propia. Aquí, una tierra donde se dirimen conflictos varios entre bandos contrapuestos, con el amor y la muerte como salidas a considerar frente al conflicto. Sin que sean opuestas una con otra. Es más, se potencian. De allí que cada situación, cada palabra que se aprecie desde el escenario, tomará por asalto al espectador, cuya actitud no será, para nada inocente. Desde el mismo título que alude a la condición de “marrón”, planta bandera en tanto reivindicación y visibilidad frente al racismo. Lo visto sobre tablas impacta desde el viejo axioma de Brecht que sostenía que “el que no sabe es un ignorante, el que sabe y no hace nada, es criminal”.
El escenario, dividido en dos, es una toma de posición sobre lo que se plasma y busca. En esta escenografía precisa en su composición, divisoria de existencias separadas por motivos que van desde la discriminación hasta el dolor de (ya) “no ser”, se juegan el presente y el futuro. Siempre en un marco de pobreza y marginalidad que dista mucho de la «romantización» que hacen varios medios de comunicación que militan un ajuste y aceptan sin miramientos lectores de clase media y alta o directamente, desclasados de un mismo sector.
Una novia y un novio buscan vivir mientras una madre llora la muerte de su hijo. Las dos caras del “vivir cuesta vida” ricotero, en una ciudad llena de furia, habitada por desangelados que (sobre) viven al día. En un tercer espacio, el margen “al lado del camino”, la interpretación musical y el diseño sonoro en vivo, juegan su propio partido con precisión y sapiencia.
La puesta tiene un ritmo atrapante y armonioso. Tal como si fuera una partitura musical sabiamente interpretada, posee los condimentos necesarios para la construcción de sentido. El ADN clown es preciso para lo requerido por la puesta. Es el lenguaje exacto para que todo lo dicho pueda ser de tal forma que haga una gambeta corta para sortear todas las defensas de la conciencia clasemediera/políticamente correcta/progrecheta del público presente. Las actuaciones son sensibles, con muchos matices a descubrir en cada giro textual. Con actuaciones de calidad que incluye trabajos corporales por demás destacables, el linkeo constante entre presente y pasado da escalofríos. Ni hablar cuando el grito atraviesa la cuarta pared, con el futuro a la vuelta de la esquina y un presente que tiene mucho de pasado…no pisado.
“3° cordón del conurbano. Una tragedia marrón” conmueve desde todos los ángulos. La creatividad del Grupo Los Payasos de Matute en línea directa con la pasional poética Federico García Lorca, concibe una puesta que llama a la reflexión de situaciones que están más cerca de lo que uno piensa. Siempre con el reloj haciendo «tic-tac», a punto de explotar.