El dedo en la llaga
De Eduardo Pavlovsky. Con Eduardo Pavlovsky, Susana Evans, Paula Marrón y Eduardo Misch. Voz en Off: Mirta Bogdasarian. Iluminación: Eduardo Misch y Pedro Zambrelli. Diseño sonoro y música original: Manuel Llosa. Realización escenográfica: Cecilia Fontnine. Fotografía: Andrés Barragan. Asistencia de dirección: Paula Marrón. Dirección: Elvira Onetto.
Centro Cultural de la Cooperación. Av Corrientes 1534. Viernes, 20 hs.
Aurelio está sentado. Habla, mejor dicho, monologa en presencia de su mujer, que se encuentra a su diestra. A través de una verba vomitiva e incontinente, se plantea un viaje a cierto inconsciente colectivo que atravesó los últimos cuarenta años, con especial atención a la construcción de algunos ideales a partir de la Dictadura de 1976.
La noción de “crimen” atraviesa toda la puesta a través de situaciones diversas que van desde un hijo adoptado en circunstancias “extrañas” a sueños de niños pobres con gusanos en sus ojos. Pero la linealidad no es la que guía a la nueva puesta de Eduardo “Tato” Pavlovsky sino la forma en que construye un texto fuerte y corrosivo el cual ataca sin anestesia imaginarios de la clase media. Aquellas perversiones que atañen sus propios actos puertas adentro. Un vigilar hacia afuera pero el no castigar hacia su propio seno.
La puesta apela a un espectador que sabe de que se está hablando con lo de “negros de mierda”, y demás diatribas sobre la seguridad y la educación. La construcción del personaje de Aurelio es absolutamente verosímil. Con una forma de hablar campechana y un tanto violenta –que no invalida en absoluto su discurso-, Aurelio es de fácil reconocimiento. Podrá ser un familiar, un amigo o uno mismo. Tal como lo sería el Señor Galindez o “el hombre” –que no tiene nombre- de «Potestad«.
El incesto mencionado en la obra, por su propio nombre, va más allá del tabú social. Alude –además- a aquellas cuestiones non sanctas puertas adentro pero perdonables a los ojos de un Todopoderoso que brinda el amparo de la privacidad. De esta forma, Aurelio emitirá sus juicios respecto a los variados hechos histórico-sociales, desde un lugar que se desdoblará en el famoso “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”. Cualquier relación con la clase media bien pensante, no es casual. Será, justamente, el motivo de cierta contrariedad que se puede ver a la salida del espectáculo.
La civilización, las buenas costumbres y los paradigmas propios de clase chocan contra sus propias tentaciones y/o perversiones. Detonan en su interior, una bomba de múltiples efectos colaterales, con forma de crimen. En tanto más personas cometan este tipo de “ilícitos”, Aurelio será uno más de aquellos que podrían hacerse eco de lo que había escrito Gustavo Cerati. “¿Qué otra cosa puedo hacer?/si no olvido moriré/y otro crimen quedará/sin resolver”.
La fuerte presencia escénica de Pavlovsky es el motor de la puesta con el acertado acompañamiento de Susy Evans y Eduardo Misch. La dirección de Elvira Onetto le brinda versatilidad a la puesta pero sin quitarle un ápice a la sordidez y corrosividad del texto.
Con un texto brillante, para ver, analizar y disfrutar, Eduardo “Tato” Pavlovsky da cuenta de su vigencia.