“Atlas de un mundo imaginado” (Teatro)

Hacer camino al andar.

Dramaturgia y dirección: Aliana Alvarez Pacheco, Silvia Gómez Giusto. Con Laura Nevole, Vanesa Weinberg, Camila Blander y Valentina Werenkraut. Vestuario: Mavi Rossi. Ilustraciones: Gabriela Gomez Giusto. Banda Sonora: Santiago Chano Bargman, Bruno Giroldi y Axel Stahler. Fotografía: Fer Sanchez Asistencia de dirección: Ana Arensburg. Colaboración Técnica: Pablo Amden. Duración: 60 minutos.

Casa Gómez. Yeruá 4962. Domingo y sábados 16 y 18 hs.

Lo primero que tengo que decir es que los «recorridos» nunca me interesaron. Más que nada porque, en la gran mayoría de casos, es una combinación de snobismo, banalización y una “inocencia” propia de quien vive en una burbuja y descubre que hay “maldad en el mundo”. Pero como soy tozudo, y con las recomendaciones que me hicieron colegas –sabiendo todo esto que he comentado- fui igual. Además, era en La Paternal, un barrio de fuerte identidad que resiste a la gentrificación constante postulada por esa modernidad líquida que nos atraviesa.

Ana y Emilia son las protagonistas de una historia que se desarrolla como si fuera un cuento del cual uno es testigo. Las hermanas, como no podía ser de otra manera, tienen diferencias notorias en su concepción de la vida y las maneras de llevarla a cabo pero se aman como pocas. Ana decidió tomarse un avión y salir en busca del mundo mientras que Emilia se quedaba en el barrio. El año en que empieza la acción es clave: 1997.

La continuidad del relato se vincula íntimamente con el recorrer un espacio que no ha perdido su esencia. Es en ese lugar y ese momento en que la historia cala hondo tanto en quien vivió esa época o la conoce a partir de lo que cuentan las hermanas. Ni hablar el vínculo que se establece con las condiciones climáticas que se convertirán en otro protagonista junto con la geografía del lugar.

Los viajes de Ana y la permanencia de Emilia terminan reflejando la historia del país, con los ojos de quienes son testigos de lo malo y lo peor, con muy poco para rescatar. La iluminación y la escenografía -completamente natural- enmarcan las palabras dotándolas de esa verdad histórica, propia del lugar de los hechos. Desde el derrumbe del Albergue Warnes, el Hogar Garrigós hasta una actualidad (¿) que incluye al ferrocarril Urquiza y el cementerio de la Chacarita, la lupa busca analizar pero siempre, desde una poética que no le quita una coma a las contingencias vividas. No es casual la partida de Ana en ese año; tampoco las medidas que toman en el barrio con la caída de las condiciones de vida, 2001 de por medio.

No obstante, hay un detalle a considerar: salvo en momentos determinados, parece que el tiempo no ha pasado. Hay talleres, supermercados y casas que conservan una fachada atemporal. El tren sigue pasando -que es lo realmente importante- al igual que los años. Las costumbres tienen un aura muy difícil de omitir. Ahí dependerá del público el hacerse cargo o no de lo visto (también lo inquirirá respecto a su papel en “aquella época”).

El ejercicio reflexivo es fundamental. La autocrítica, también. Nadie puede mirar para otro lado sabiendo perfectamente como termina –tiempo presente- siendo la verdad de la milanesa. La frase “Lo que fue hermoso, será horrible después” termina siendo certera, dejando abierto el interrogante para el futuro.

El texto y la dirección de la dupla Aliana Alvarez Pacheco y Silvia Gómez Giusto realiza un trabajo excepcional al conformar un todo artístico inmersivo e inclusivo. Con la calidad interpretativa y sensibilidad que le es marca de fábrica, Laura Névole y Vanesa Weinberg son esas hermanas que viven y transitan un barrio que será una isla de la cual se sienten orgullosas de pertenecer. Más aún, cuando es la patria chica del enorme Diego Armando Maradona, embajador mundial del archipiélago de La Paternal. Camila Blander y Valentina Werenkraut son las jóvenes de ayer que siguen viviendo su propio sueño. ¿Podrán encontrar un presente de armonía?

Como si fuera uno de esos discos conceptuales de otros tiempos, de excelsa calidad, con un comienzo y finalización similar al de un libro, “Atlas de un mundo imaginado” llega a su fin. Un paseo por un mundo de sensaciones que toca todos los estados sin recargar las tintas ni las emociones. El aplauso sentido y cerrado será la cereza del postre de una puesta que termina de implosionar en cada espectador en su intimidad, corazón y mente abierta de por medio. Teatro en estado puro. Nada más y nada menos. De ese que escasea tanto en tiempos de rebeldía y creatividad apagada por un desquicio coyuntural.

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