Cachetazo de campo (Teatro)

Porciones de realidad


Dramaturgia: Federico León. Con Marisa Aguilera, Sol Titiunik y Ignacio Zamalloa. Diseño de espacio: Soledad Chavarría. Diseño de luces: Juan Andrés Piazza. Diseño sonoro y entrenamiento vocal: Ber Chese. Realización de escenografia: Chacho Lo Bianco. Diseño gráfico: Carolina Declerk. Asistencia de dirección: Ana Laura López. Producción ejecutiva: Lucia Loydi. Diseño de movimientos: Jazmín Titiunik. Dirección: Graciela Camino


Oeste Usina Cultural. Del Barco Centenera 143 «A». Sábado, 21 hs.


Una luz tenue se abre lo justo y necesario para poder divisar un escenario donde tres seres diferentes vivirán sus historias. A veces, entrelazadas y otras, no. Pero siempre con un tono por demás intrigante con respecto a lo que ocurrirá a la brevedad. 

Las emociones de los personajes saltan del escenario para tomar por asalto a la platea. Esos seres que parten hacia ese -no- lugar tan solitario e inhóspito que, en un punto, da lugar al título la obra. Pero el cachetazo será el de la vida propiamente dicha. “Vivir solo cuesta vida” cantaban los Redondos pero lo que suena a verdad de Perogrullo se resignifica en cada momento y circunstancia. Madre e hija en una relación por demás difícil, atraviesan un campo que trasciende sus propias vivencias. Inclusive, al estar “arrojadas” hacia ese campo hostil, podría verse algún giro sartreano al considerar a ese ser humano que está “condenado a ser libre”. O sea, es arrojado a la acción, siendo un individuo responsable de su vida, sin excusas aunque atravesado por condicionamientos como la cultura.


Más allá de la historia relatada, las alusiones podrán variar de acuerdo al deseo del espectador. Desde el exilio autoimpuesto por las protagonistas hacia nuevos rumbos hasta las relaciones entre los seres, independientemente del lazo de sangre. No hay una linealidad con respecto a una dramaturgia reconocible sino que la actuación toma por asalto el escenario aunque con las motivaciones del caso. Por tal motivo, aquello que no parece tener sentido lo tendrá a medida que se vayan desarrollando los hechos. Mujer-niña hecha guitarra en la que los dedos de un hombre buscarán dar su nota. Mujer-madre mutando de un ser protector al más pérfido depredador en un instante. Un hombre en el medio de ese ring imaginario donde no hay minuto de descanso pero sí una lucha constante que adoptará diversas formas. Cada momento creado es un objeto significante en sí mismo.


La puesta es ilustra y crea sentidos desde todos los aspectos. Un espacio dividido con alambre de por medio, que muestra a otros tres, incluye a las paredes que tendrán su incidencia en lo visto. Detrás de ese alambrado, la construcción voyeur del público logra su máxima expresión, constituyéndose en testigo de lo que ocurre y sucede. La utilización del espacio en su totalidad crea un ambiente tan ominoso como tenso. Allí, la iluminación es otro de los puntos altos en esa creación de sentido tan fuerte que propone la puesta.


En el centro de la ciudad de Buenos Aires, en el Oeste Usina Cultural, vuelve un clásico de Federico León tal como es “Cachetazo de campo”. Pero este retorno será con un enriquecimiento en sus múltiples ideas, por medio de una puesta rica e intrigante, que no pasará desapercibida bajo ningún punto de vista. 

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