La puesta está basada en el magistral trabajo corporal que realiza María Isabel Bosch de los personajes y las situaciones que les ocurren a estos a través del relato. Para esto, apela a la danza y al canto junto con un muy buen trabajo de luces y sombras.
La posibilidad de crear todo un universo de situaciones en una pequeña sala da la pauta de que estamos frente a una puesta de calidad. La profundidad de la voz de María Isabel se mimetiza con un estupendo trabajo de sonido, que permitirá pasar de una tormenta hasta el mismísimo Purgatorio.
La emotividad de la puesta hace que en su finalización nos muestre a una María Isabel exhausta y feliz, de la misma manera en que el público disfrutó de una puesta y un homenaje que enorgullece.