Deathbook (Teatro)

Virtualidad escénica.

Autoría y dirección: Maxi Vecco. Con Mar Mediavilla y Andrés Passeri. Redes sociales y diseño: Belén Pagani. Música original: Andy Menutti. Operación de video: Manuel Adaro. Asistencia de dirección: Eva Córdova. Producción: Fabio Petrucci. Moderador: Eial Moldavsky. 

Viernes 20.30 hs. Vía streaming Timbre 4 https://www.timbre4.com/teatro/835-deathbook.htmlLocalidades: $250. Entradas: http://www.alternativateatral.com/obra72562-deathbook

En tiempos de pandemia, es menester revisitar algunas cuestiones respecto a lo que es “teatro”. Más que nada en tanto su soporte. El caso de “Deathbook” le hace una gambeta a esta cuestión y se inserta directamente en la tecnología.

Con un guiño a esa gran serie que es Black Mirror –que toma este tema para “Be right back”, uno de sus episodios- y un fondo de pantalla que puede recordar a la “señal de ajuste” de la televisión y al video “Lemon” de U2, la historia gira en torno a la situación de Sofía que apela a “Deathbook” un sistema que reconstruye a una persona querida, que ha fallecido, a partir de los datos almacenados en la web a lo largo de su vida. En este caso, su novio Álvaro que es representado por un actor contratado para tal fin.

A partir de este planteo que toma la máxima ricotera que “el futuro llegó, hace rato”, se plantean numerosas inquietudes desde una puesta lineal y prolija en su desarrollo. 
Lo primero que salta a la vista es la necesidad/dependencia en las redes sociales (Algo de lo que habla el documental «El dilema de las redes sociales» –https://www.elcaleidoscopiodelucy.com.ar/2020/09/el-dilema-de-las-redes-sociales.html. Inclusive para ir más allá de la muerte, contradiciendo -quizás- el ciclo de la vida. Ojo, no es ponerse en un lugar cercano a la religión y los designios de quien brinda la vida o la muerte (sea quien sea, se llame como se llame) sino el tener-que-caer-en-la-tecnología. Trascender la muerte para mantener el recuerdo “vivo”, más allá de los testimonios al mejor estilo Victor Sueiro.
Por otra parte, la manera en que se viven los duelos ante la pérdida es otro punto a tener en cuenta. La misma Sofi hace mención al “regodeo en el dolor”. Amén que estas cuestiones son absolutamente personales, también se refiere a una toma de posición frente a un hecho ineludible de la vida de todos los seres humanos. El cómo seguir con la vida después de la pérdida irrecuperable.Los diálogos entre Sofi y Álvaro es el que puede tener una pareja en plena crisis que se corta para la muerte imprevista de uno de ellos. Será el actor encargado de «revivir» a Álvaro el que debe hacer frente a estos embates que son «charlas que quedaron pendientes» y forman parte del proceso de duelo que debe realizar Sofi para seguir con su vida.

La centralidad del aparato tecnológico para todo, inclusive para la manifestación de los sentimientos más íntimos, es insoslayable. Al día de hoy, lo que podría ser una experiencia futurista está a la vuelta de la esquina. El sistema todo lo puede en tanto todos y todas estamos en una Matrix de la cual es imposible salir. Ahora, ni siquiera con la muerte. Pero, ¿es tan así? Será en ese momento que Sofi plantea una solución que sería, simplemente, volver a las raíces del recuerdo, en pos de la memoria emotiva y personal, no impuesta y contaminada por el soporte.

Las actuaciones de Marta Mediavilla y Andrés Paseri son precisas en tanto las situaciones planteadas. La precisión en los matices a los que dotan a sus personajes es un plus que se saluda y se aprecia en la forma en que se aprehende la puesta. Esa inquietud y misterio en tanto se toca un tema sensible como la muerte y la forma en que se debe lidiar con esta situación. 
La participación final del filósofo Eial Moldavsky le brinda un aditamento extra a lo visto en la pantalla. Su intervención conduce la charla con el elenco y el director a lugares tan curiosos como inquietantes. Un viaje que puede ir desde Kant a Sartre, pasando por Hannah Arendt, al que dota de conocimiento y dinamismo, captando la atención inmediata

“Deathbook” es una buena opción teatral –o como les guste llamar- acorde a estos tiempos. De ahí a que es difícil imaginar la puesta en un escenario “real” o “físico”. Cambiaría todo. El mismo Maxi Vecco contó que concibió la puesta de esta manera. En este sentido, no se le puede exigir más de lo que brinda y lo hace con prolijidad y conocimiento. No ocurre que, por querer forzar los “límites” entre teatro y tecnología + la ansiedad por «presentar el trabajo realizado», se cae en errores que terminan desvirtuando/»quemando» lo que sería una buena idea. 
Absolutamente consciente del soporte y con las ideas claras, «Deathbook» abre el debate respecto a una trascendencia atravesada por las redes sociales sin caer en falsa moralina ni sensiblería empalagosa. Recomendable para ver y charlar sobre un futuro abrumador de tecnología.

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