«Edipo en Ezeiza» (Teatro)

La familia políticamente disfuncional

Dramaturgia y dirección: Pompeyo Audivert. Con Hugo Cardozo, Julieta Carrera y Francisco Gonzalez Bertin. Escenografía: Ana Audivert. Diseño de luces: Pompeyo Audivert y Hugo Cardozo. Edición de sonido: Florencia González Rogani. Fotografía y asistencia de dirección: Paula Sánchez. Diseño gráfico: Matías Bassi. Asistencia técnica: Diego Bollero, Mara Campanini y Lorena Salvaggio.

Camarín de las Musas. Mario Bravo 960. Sábado, 23 hs

El mito de Edipo vuelve a instalarse en la cartelera porteña. Esta vez, atravesando la historia argentina en uno de sus hechos más controvertidos y pasionales: la masacre de Ezeiza.

Pompeyo Audivert, en su rol de dramaturgo y director, no respeta la linealidad que propondría un teatro más clásico, adaptado al ATP, con personajes definidos. En este caso, toma una familia la cual interroga a quien está oculto debajo de una sábana. Esta situación/imagen será el comienzo de un viaje de múltiples lecturas. Con alusiones al peronismo de manera constante pero apenas haciendo alguna mención al respecto, la estructura fragmentaria de la puesta es tan irregular como atrapante.

El texto jugará tanto con lo que dice en su letra como en sus múltiples guiños que realizará con el público. Vertiginosa pero no veloz en el desarrollo de los acontecimientos, abre un abanico de sensaciones varias frente a lo que ocurre. Más aún con los aseveraciones que realiza desde las palabras y los silencios. La repetición de los hechos y los cambios que estos van realizando son fundamentales en la creación de sentido a la que apela la puesta.

Con una atmósfera oscuramente beckettiana, Audivert plantea desde la ironía, la punta de un iceberg que colisionará con el inconsciente colectivo –¿y el habitus?, preguntaría Bourdieu- de los espectadores. Extraña y absurda en su desarrollo, se abrirá de a poco a una vorágine de ideas que se irán desperezando de a poco. Las acusaciones de lealtad y traición cruzan el aire como si fueran espadas que buscan sus presas.

La identidad basada en el amor y el odio, los valores y tradiciones, establece dicotomías que llegan al día de hoy con consecuencias fatales. Lealtad y traición a partir de los paradigmas propios que no respetan el paso del tiempo el cual permite –o no- los cambios de conyunturas. ¿Desde que lugar se puede ubicar uno para decir que una persona ha “traicionado” sus ideales o es “leal” a los mismos? ¿El cambio de tiempos y épocas todo lo permite? ¿Quién es quién en esa familia que, podría ser, el peronismo pre y post Ezeiza?

La construcción de los diálogos es subyugante. Toma y combina las relaciones de padres e hijos cuando están atravesados por sus propias vivencias y el cambio de paradigmas. El “ser” (y deber ser) de cada uno de ellos se plasma en escena. Más aún, cuando los hombres se disputan a la madre como si fuera tanto un objeto de amor como un premio que dé cuenta de la virilidad propia.

La escenografía es austera y precisa, para recrear el living de una casa del barrio de Flores. El elenco es exacto en la construcción de los personajes. Cada uno interpreta, desde un lugar de tensión latente, a punto de estallar frente a su contexto. El “afuera” es tan desconocido como inevitable en su necesidad de interactuar con el mismo. La tensión creada se maneja con sutileza en la generalidad de su desarrollo y con «mano dura» en los cortes que brindan contundencia.

“Edipo en Ezeiza” es de esas puestas que te dejan con una gran inquietud y el corazón palpitando fuerte.

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