Te amo, te odio, dame más.
De Paul Zindel. Traducción y dirección: Federico Tombetti. Con Georgina Rey, Laura Grandinetti, Valentina Posleman, Eva Adonaylo y Belén Marcuz. Escenografía: Alicia Leloutre. Vestuario: Cecilia Carini. Música y diseño sonoro: Mirko Mescia. Iluminación: Agustín Alezzo. Diseño gráfico: Gonzalo Martinez. Fotografía: Federico Pérez. Asistente de escenografía: José Escobar. Asistentes de dirección: Axel Emilien / Belén Marcuz.
El Ópalo. Junín 380. Viernes, 23 hs.
Qué hacer cuando no hay nada más que hacer. Dice un tal Perogrullo que, después de tocar fondo, solo se puede ir hacia arriba. ¿Pero si no hay deseo al respecto? ¿Si «lo malo y conocido» se impone por sobre el riesgo que implicaría «lo bueno por conocer»?
Estos son algunos de los interrogantes que atraviesan a “El efecto de los rayos gamma sobre las caléndulas” y la presencia de Beatrice, una madre que lucha contra el mundo que la rodea, armada solo con su propio resentimiento.
Es el debate interno de esta mujer que, además es madre de dos hijas, Ruth y Matilde, el que se establece a partir del crecimiento de ambas. En especial, el desarrollo de Matilde, su hija menor, que es alentada por un profesor a que experimente respecto al título de la obra, para una feria estudiantil.
Federico Tombetti llevó el texto de Paul Linder a un lugar de absoluta cercanía. La puesta ubica los hechos en la casa donde vive la familia en un estado de dejadez que se condice con el propio espíritu de la madre en cuestión. Una mujer desbordada por las circunstancias, que vive de una renta a unos ancianos a los que detesta. En ese marco, como un atisbo de rebeldía frente al contexto, florece el deseo de Matilde que también busca reivindicar a su propia madre.
Ésta será una de las tantas aristas que toca la puesta. Las relaciones humanas que van desde la madre con sus hijas hasta las de estas, con características absolutamente distintas, en el marco de una familia disuelta. Además, la construcción de ese mundo paralelo en el que Beatrice se encuentra en guerra, con la frustración del abandono del padre de las niñas y un presente que no se condice con lo que ella esperaba para si misma. Beatrice es ese vendaval que deja tierra arrasada por donde pasa, sin mirar las consecuencias que puede tener el resolver un problema sin ningún tipo de miramientos. Los diálogos telefónicos son para prestar atención y reflexionar al respecto pero se metieron en el medio esos sentimientos que nos permiten vivir en sociedad pero que, en ocasiones, lindan con la hipocresía llamado “buenos modales”.
La iluminación es precisa en tanto crea no solo los climas que requiere la puesta sino forma de la creación de sentido de la misma. El vestuario y la escenografía entran en la misma sintonía al respecto. Con respecto a las actuaciones, Georgina Rey da cuenta de la gran actriz que es al dar vida a una Beatrice capaz de inspirar tanto repulsión como lástima en un abrir y cerrar de ojos. Es ese mix de debilidad con mal concebida fortaleza que hace a su personaje tan atrapante. Tanto Laura Grandinetti como Valentina Posleman son esas hermanas –Matilde y Ruth respectivamente-, enemigas íntimas que deben (sobre) vivir con las herramientas que tienen a su disposición, como su inteligencia y su carácter. Párrafo aparte para Eva Adonaylo quien, sin emitir palabra alguna, hace de su Nanny, un personaje pequeño pero que hace a la historia total. El elenco se completa con una correcta Belén Marcuz, que da vida a Janice, una compañera del colegio que da cuenta de la parte final de la puesta.
De constante tensión y fuerte contenido en torno a las relaciones humanas y el sentimiento de culpa que las atraviesa, “El efecto de los rayos gamma sobre las caléndulas” es de esas puestas que te pasan por encima pero que, al término de la función, necesitas hablarlas al instante. Es ese teatro que perturba, inquiere y llena de preguntas. El que vale la pena ver, recomendar y volver a presenciar.