El relato de la experiencia realizada con el soldado la llevan a cabo Irma e Isabel, contando en todo momento lo que ocurre desde su óptica, que no siempre coincide con la del soldado en cuestión. La creación de sentido es amplia y aparece como las diversas capas de una cebolla. Desde una iluminación luminosa y fría, que contextualiza el teatro de operaciones en una escenografía tan exacta en su reconocimiento como indescifrable en su ubicación geográfica (puede ser Guantánamo o Batán). El relato realizado por las “soldadas” –vestuario exacto para la identidad de los personajes- es similar a la capacitación de un call center: sonrisa “telefónica” mixturada con la seriedad del caso pero sin especificar mucho más. O sea, se comunica una barbaridad pero con un tono “servicial” lo cual es doblemente cruel.
Estos son algunos de los tantos puntos a analizar de una obra que esconde, bajo la sonrisa de las chicas, un mundo no tan lejano de “mejoras tecnológicas y humanas” donde las diferencias quedan en un segundo plano en pos de una igualdad y masificación completa. Las actuaciones son exactas en sus composiciones y son la cereza de un postre amargo de modernismo vacuo, reflejado en una excelente puesta.