La verdad como mercancía.
Dramaturgia y dirección: Javier Daulte. Con Ramiro Delgado, Luciana Grasso, Silvina Katz, Paula Manzone, Agustín Meneses, Marcelo Pozzi, William Prociuk y María Villar. Vestuario: Ana Markanian. Escenografía: Jose Escobar. Iluminación: Sebastián Francia. Diseño De Sonido: Fernando Albinarrate. Fotografía: Atomobit, Ato A. Diseño gráfico: Laura Tavacca. Asistencia: Vale Camino. Asistencia de vestuario: Julia Seras Rodríguez. Producción: Zoilo Garcés. Dramaturgista: Diego Morán Vera
Espacio Callejón. Humahuaca 3759. Martes, 20 h.
Por Mariana Turiaci (@turiacimariana)
¿Qué tienen en común una candidata de extrema derecha, una leyenda del rock nacional, una actriz de series televisivas, una joven perturbada que escucha la voz de su madre muerta, una mujer que está perdiendo la audición y un sueco extravagante que dice tener “un invento revolucionario”? A simple vista puede resultar difícil saberlo pero, lo que los une, es el sonido. Precisamente, ese es el título de la última creación de Javier Daulte.
Recién llegado al país, Olaf pretende hacer su negocio con una asombrosa máquina que tiene la capacidad de captar y reproducir todos los sonidos y conversaciones de la Historia. Éstos han quedado grabados en una película que recubre la capa de ozono. El entusiasta forastero dice tener toda la verdad en sus manos, posibilitándole esto conseguir todo lo que desea. Este inescrupuloso personaje recuerda a esos inventores del siglo XIX que, entre lo científico y lo sobrenatural, aspiraban a cambiar el mundo mediante artefactos revolucionarios. Capturar lo imperceptible a partir de los avances tecnológicos tan característica de una época heredera de la ilustración.
Al mismo tiempo, tres hermanos distanciados se enfrentan a aquello que no pueden ver. Berta, la menor, escucha la voz de su madre fallecida en el sótano de la casa mientras Lara, la mayor, está perdiendo su capacidad auditiva. Por su parte, Adrián vive inmerso en sus propias inquietudes y prefiere mantenerse distante. A este núcleo familiar se suman una actriz con cierto reconocimiento, quien se reencuentra con una amiga de la infancia devenida en candidata de un nuevo partido político, un ex rockero y su asistente.
¿Qué los une o, por el contrario, qué los distancia? Quizá la imposibilidad de escuchar y de escucharse a sí mismos. Como en un diálogo entre sordos, cada uno tiene una versión distinta de la historia y de la vida compartida. Justamente cuando la “verdad” duele tanto, necesitamos crear versiones alternativas que nos anestesien.
A lo largo del desarrollo de los acontecimientos, el numeroso y muy buen elenco atraviesa diversas peripecias y malentendidos que se suceden, como una maquinaria que no para nunca. El ritmo es vertiginoso pero no veloz, como el tiempo que se escurre entre los dedos de los protagonistas. Esa misma velocidad se percibe en actuaciones que no pierden precisión ni espontaneidad. La dirección del propio Daulte brilla en este gran mecanismo de relojería que logró armar. Los actores y actrices elaboran todos los sonidos que se escuchan, a partir de objetos o sus propias voces, mientras desarrollan su propio arte. Un dispositivo teatral completo, de excelencia, que encarna el tema principal que atraviesa la obra.
No obstante, son diversos los tópicos que atraviesan la puesta. Con un texto repleto de actualidad, aparecen temáticas como el rol de las redes sociales en esta época de posverdad, los conflictos familiares, el amor (y desamor), el vivir la propia elección sexual, la locura, la fragilidad de la memoria, la manipulación y la construcción de la denominada “verdad”.
Al respecto, podríamos preguntarnos: ¿hay una verdad o hay tantas como personas existen en el mundo? En un contexto en que las redes sociales son el nuevo espacio público donde se debate y se cuestiona la realidad, ¿puede haber una verdad construida para cada uno de nosotros según las preferencias que detectan los algoritmos? ¿Importa lo verdadero o es más fuerte lo que leemos y escuchamos todos los días en esa catarata de información a la que estamos expuestos, gracias a los medios de comunicación y las redes? Aquí aparece la noción de verosimilitud como aquello en lo que creemos más allá de la realidad. ¿Qué lugar ocupa el engaño o la mentira en todo esto? La contracara del dicho “miente, miente, que algo queda” se vislumbra como “di la verdad, di la verdad, que nadie la va a creer o nadie la querrá escuchar”.
Palabras, sonidos, dichos, sentidos construidos. En definitiva, la semiosis social en todo su esplendor y la pretensión de aprehenderla, de confiscarla y de utilizarla para el logro de ciertos fines poco transparentes. Instrumentalizada y reducida a un bien de cambio, puede llegar a ser una poderosa herramienta al servicio de la manipulación.
“El sonido” indaga en los límites entre la realidad y lo imaginado en esa delgada línea donde interviene la percepción humana atravesada por un sinfín de estímulos diarios. Paralelamente, pone en escena problemáticas de candente actualidad a través de un texto punzante que deja en el aire la pregunta “¿no es acaso la verdad una mercancía?”