“La vergüenza de haber sido y el dólar de ya no ser” (Teatro)

Catarsis y memoria.

Autoría, dirección y actuación: Alberto Ajaka. Fotografía: Malú Campello. Asistencia y producción: Luciano Kaczer. Diseño de iluminación: Adrián Grimozzi.

El Galpón de Guevara. Guevara 326. Martes, 20 h.

La historia argentina, por su “extraña particularidad”, se da el lujo de refutar frases contundentes como “La historia ocurre dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa”. El reciclaje completo de períodos que, en ocasiones, apenas cambian algún punto o una coma, permiten que haya un presente que retoma continuamente a un pasado –demasiado- cercano.

Alberto Ajaka enriquece su unipersonal –el primero hasta la fecha- que había estrenado en el 2021, en la Casa del Bicentenario en el que revisitaba su historia entre 1997 y 2001, con esta nueva versión, presentada en el Galpón de Guevara. El mismo lo ubica antes de ser actor, en la fábrica que manejaba su padre, el otro protagonista del relato. Cinco historias que lo tienen como protagonista pero que, al mismo tiempo, da cuenta de la vida de aquellos héroes anónimos, de la clase trabajadora, que se ganaban el mango con el sudor de su frente, convertibilidad de por medio.

El contexto es fundamental para ambientar la narración la cual se conecta con los presentes de manera inmediata. Sea por haber vivido esos años, visto un documental o por los relatos que se escucharon por padres, hermanos, amigo o quien sea. El frío dato histórico ubicará la acción en el final del menemato y los años de la Alianza, con Fernando De la Rúa como ocupante del sillón de Rivadavia, del que terminó eyectado, helicóptero mediante.

Tal como contó en una charla con ECDL, Ajaka sale a la cancha para dar cuenta de ese “otro Ajaka”, que es condición de producción fundamental de quien es hoy en día. El humor atraviesa el relato pero no desde la carcajada sino que mutará entre la sonrisa cómplice y la mueca irónica. Un Ajaka joven que vivía en ese entorno de “pizza y champagne” y “aburrido chupetismo”. Siempre con el dios «dolar» omnipresente, como si fuera ese reloj al que aludía Cortazar en su cuento en tanto su dominio sobre la persona.

A lo largo de poco más de 60 minutos, logra plasmar en su cuerpo las pautas de una sociedad bien reconocible, de frivolidad exacerbada. El «yo quiero ser del jet set» sin importar la manera. La manera en que los adolescentes y jóvenes hacían frente al neoliberalismo de «espejitos de colores». Por tal motivo, el linkeo con la actualidad es constante, con un diálogo que, para quien esté abierto, le será muy enriquecedor.

El vínculo con el padre o la relación amorosa que tuvo, se resignifican con el paso del tiempo. Los usos y costumbres han cambiado con el tiempo. La posibilidad de expresar –hoy en día- de manera más abierta los sentimientos es un plus que, en esos tiempos –y ahora, en algunos ámbitos- era tomado como un rasgo de debilidad. Ahí radica una de las virtudes de lo visto. Cuenta al tiempo que reflexiona pero deja que la platea procese lo acontecido. El espectador completa el texto.

La puesta tiene esa linda e inquietante tensión que marca que una función no es similar a otra. Habrá cambios y modificaciones por lo que siempre habrá algo por descubrir. La iluminación le termina devolviendo la pelota redonda para que el relato sea más armónico.

Por otra parte, Ajaka ratifica que es un dramaturgo y un director creativo. De pluma certera, puede combinar aquellas historias de desangelados con la esencia del teatro con poesía y fuerte contenido. No cae en sensibilidades almibaradas, tan propias del progrechetismo de buena parte del teatro porteño. Por el contrario, tira algunas ideas para reflexionar y debatir sobre el rol del individuo, frente a una coyuntura determinada.

«La vergüenza de haber sido y el dólar de ya no ser» es un diálogo constante entre una época no tan lejana, y un presente que la retoma en un formato más crudo y cruel. Con su impronta de «tipo de barrio» y talento curioso y desbordante, Ajaka actúa, baila, canta y saca su propia historia del arcón de los recuerdos para compartirla con una platea atenta a cada palabra

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