Forma parte del éxito del clásico “Made in Lanus” en el Tabaris mientras presenta su unipersonal “La vergüenza de haber sido y el dólar de ya no ser” en el Galpón de Guevara. Café de por medio, Alberto Ajaka se abre a un diálogo en el que analiza ambas puestas en relación directa con la coyuntura actual, atravesado todo por el barrio, la juventud, el dólar, el vivir en el país y los deseos de un porvenir…que estaba por venir.
Fotos: Cecilia Inés Villarreal.
– Alberto, estás haciendo un clásico como “Made in Lanus”…
-¡Si! Me llamaron para ser parte del elenco de la obra. Ante la convocatoria, en algún momento no pude, pero, finalmente, sí. Todo cuadró para poder estar y sumarme al proyecto. Además, estaba todo lo que la obra es en sí y la dirección de Luis Brandoni.
-¿Está resignificada ahora? Pregunto por un contexto tan particular como el de ahora…
-Es difícil no acertarle con el tiempo en la Argentina. Son, en nuestra historia, breves los períodos de cierta tranquilidad. Es cierto que este momento es particular, tal como aquél en que se estrenó, en 1985. No nos olvidemos que el matrimonio que regresa a la Argentina tuvo que irse por cuestiones políticas y de militancia. Pero no se hace hincapié en esto sino en los vínculos. En el año 85, era más la gente que regresaba que la que, tal vez se iba, más allá de que la situación económica no era buena. Durante los 70 los que se van, son de una pequeña elite vinculada a la política, a la cultura y a la ciencia.
– Ahí había una mezcla de clases sociales…
-Sí, pero a partir del 2001 -vinculándolo con este momento que vos decís-, los argentinos nos convertimos en migrantes. Cambió la mentalidad y se creó esa sensación de que está bien irse del país, algo que no pasaba antes. La resistencia al estar acá en tanto que hay mucho por hacer. Ahí es donde se resignifica porque ahora que estamos en democracia y tenemos libertad, “vamos a poder hacer aquello que no pudimos”. Hoy, 40 años después, la democracia todavía es deudora de algunas cuestiones. Todo esto lo trata la obra en relación con la calidad de vida, el bienestar, el mango. Estamos con aquellos-mismos problemas aunque tuvimos intervalos –de diferente calaña- que fueron económicamente estables y más previsibles. Ahora, estamos en la lona.
-La estructura que tiene, permite entrar y salir de diferentes estados….
– Otro punto destacable de la obra es que no prepotea nada. Funciona algo como la terapéutica del compañero Aristóteles. Pasas un buen rato, muy entretenido y después, cuando te vas, ¡cae! ¿Viste que en la calle Corrientes hay un eslogan de “Venga a reír y emocionarse”? Hay una risa liberadora, que alivia al momento y queda ahí. Sin embargo, el teatro tiene la posibilidad y la potencia de producir un efecto terapéutico en el espectador. El entretener, aliviar y producir una catarsis para luego permanecer en una forma de placebo de felicidad, de ensoñación. Un recorte en el tiempo de tu vida de lo que llamamos “realidad”. Eso no se sabe cuánto perdura ya que depende de la gente.
– ¿Qué tipo de público va a ver la obra. Imagino que, cuando surgió en su momento, iba la gente que volvía por la democracia.
– ¡Desde ya! Ahora, si se quiere, mengua un poco ese trasfondo político. En aquél momento tenía un significado bárbaro la pareja de Mabel y Osvaldo, ya que la hacía Beto con Martha Bianchi. Él había estado exiliado y en ese momento era funcionario de Alfonsín –ad honorem-. Con respecto al público…La calle Corrientes ya tiene el suyo. Por supuesto que vienen muchos que la vieron en su momento y tienen 30 años más. O traen a alguien que no pudo y quiere verla ahora. Después, hay gente de todas edades y se acomodan a según los horarios. Ahí empieza un poco el “boca en boca”. La semana pasada, vino mi hijo de 13 años y le quebró el coco.
– ¿Qué te dijo?
– “Muy dramática” pero, en el mejor sentido porque “va todo bien y de pronto, todo mal”. Ahí está la inteligencia de “Made in Lanus”. Lo he discutido bastante con gente de teatro. Nelly Fernández Tiscornia, su autora, hizo un tejido dramático fantástico. Veamos. La obra no revela ninguna novedad, nada que no sepas. El lenguaje es simple y llano. Transcurre más o menos en el tiempo real de una tarde-noche familiar. Se manejan muy bien los tiempos chejovianos teatrales.
-También tiene humor…
– Es cierto. Cuenta con una gran dosis de comedia que dependerá del rebote del público en cada función. El jueves en el que cumplimos 50 funciones, había que hacer un esfuerzo para que la gente entre en lo dramático. Esto se agradece en tanto es la idea que todo transcurra bien hasta que se pudre. Cuando esto ocurre, es desde un sincero desencuentro y no desde los humores. Ese quiebre, que gira en un tema universal que es el desarraigo, no tiene solución. Cada uno lo resuelve como puede. Si hemos viajado, tuvimos la oportunidad de cotejar que los subtes son mejores al igual que varias normas de convivencia…
– “Nadie tira basura en la calle.”
– Si…Un montón de cosas de la cotidianeidad que anhelamos y buscamos. Luego está el “sentido de pertenencia”, “terruño”. Hay una palabra en alemán que toma esta idea. En mi caso, no me imagino yéndome del living de mi casa. Me siento pleno acá, en mi ciudad.
– ¿Cómo es tenerlo a Brandoni de director?
– Debe ser uno de los pocos actores vivos que han curtido y aman, como nadie, lo que se llama el “Teatro Rioplatense”. Es un militante del teatro en Argentina, dicho en argentino. Por otra parte, es un excelente actor, porteño de cepa y a esta obra, la ama. Su amor viene de joven, por todo lo que implicó en su vida como en la de Martha Bianchi, Leonor Manso y Patricio Contreras que era el elenco original. Dos matrimonios que la hicieron durante dos años, la llevaron por todo el país y a España, filmaron la película. Ahora, militó la obra del primer ensayo. Tiene una mirada exquisita sobre el “decir” de estos textos y de este universo que, podríamos decir, son coloquiales del costumbrismo argentino. Fue muy intenso y estuvo muy bueno, el intercambio durante los ensayos. Lo más sorprendente es su labor de dirección en lo posterior. Viene tres o cuatro veces por semana y hace una devolución
– Es un director presente.
– Si. Muy. Tengamos en cuenta que no ha dirigido mucho, por lo que no había referencia de esto. Yo, como director, una vez que terminó, la veo porque estoy obligado. Digamos, para que no se desbarranque pero él lo disfruta mucho. La padece y hace una devolución de acuerdo a su apreciación. Está constantemente vinculado. Te puede llamar porque sí como por algo puntualmente de laburo. Asi que fue aleccionador.
– ¿Qué te dice la gente cuando termina la obra?
– Hay mucha emoción. Salen conmovidos por lo que se genera. También me asombran los colegas que vienen de otro palo y otro tipo de teatro, por el impacto que reciben. Es sincero y emotivo teniendo en cuenta lo que venimos charlando en tanto no presenta dobleces. No es metateatral ni metaconceptual. Lo que tiene que decir, lo hace de manera llana, sincera y directa. Está dicho en el momento preciso, cuando se debe decir.
-La lupa en el personaje
– “El Negro” de “Made in Lanús” está anclado en los 80 ¿Cómo lo relacionaste al hoy?
– Mira, fui muy consciente de que estábamos haciendo personajes de hace 45 años, con gente de 40 años en ese momento, con lo cual nuestra actuación se asemeja más a un género, a un grotesco, que de lo que sería el momento. Los personajes hablan como los adultos de los años 80. Hago esta distinción porque tenía 13 años en 1985. En ese tiempo, cuando hablamos de gente de 44 años, un hombre era un “señor” serio que tenía su vida ya diseñada para lo que sea. Ya había “pegado la vuelta” para pensar sobre algunas cuestiones. Puntualmente, al Negro le atañe la económica porque en lo familiar no tiene conflicto. Es un feliz padre de familia, pero lo económico no está resuelto. Hoy se coteja distinto. Hay que pensar que El Negro “hizo lo que debía hacer” para tener eso que hacía…
– ¡Que tema este!
– El Negro le dice a Mabel “llevo 30 años laburando –es mecánico- y mirá como estamos”. No se levanta cabeza acá y cuando parece que estás por hacerlo, “¡puum!”. No es un pibe que salió de la secundaria, hizo tres años de facultad, dijo “acá no se puede” y se fue a Nueva Zelanda. Con respecto a cómo lo hice, retomé mucho la imagen de mi viejo y el recuerdo de los hombres de mi barrio. Los talleres mecánicos son una época en mi vida.
-¿Paraste en alguno?
– Si, si. Cuando tenía 23 años iba a tomar mate y después una cerveza en el horario en que el mecánico empieza a guardar todas las cosas. Después se quedaba laburando en algún fierro, ya sea propio, de algún amigo que estén preparando o lo que sea. El Negro es un laburante de barrio. Conozco bien eso. Me crié en un barrio de clase media-baja de Ramos Mejía, mitad residencial, mitad pequeño fabril, con casas bajas y lleno de talleres. Me dediqué a la industria desde muy chico.
– Desde ahí lo enganchaste al Negro…
-Si. La singularidad del Negro es que es muy pizpireta pero está abrumado por su derrotero laboral y el no poder salir del tacho. Tiene dos autos en el taller por lo que no está lleno de laburo. Le dejaron uno porque no le pueden pagar, pero el tipo está muy contento ese día porque tiene que dar una noticia. Igual tiene ese espíritu, reconocible en los barrios, de un tipo, macanudo, medio picarón. Por eso la composición fue de “prueba y error”. Era estar todo el día vinculado a ese material, a veces de manera muy concreta en los ensayos y a veces en casa. Soy una persona muy curiosa de la porteñidad.
– ¿Nunca se te cruzó irte del país?
– Jamás. Me siento porteño. Es más, no me gusta viajar. Cuando viajo, lloro -de verdad- y los dos primeros días me la paso puteando. Después cambio el humor y disfruto. Trabajo, todo bien pero después, vuelvo. “Mi lugar es acá”. La primera mitad de mi vida laboral estuvo afianzada y afincada, en un territorio que era la empresa familiar -una imprenta- que llevaba nuestro apellido. Era mi tierra, por decirlo de alguna manera. Luego, me convertí en un actor argentino que actúa acá.
-Volver al futuro.
– Mientras haces “Made in Lanús”, reestrenaste tu unipersonal “La vergüenza de haber sido y el dólar de ya no ser”. Hay un linkeo entre ambos personajes y temáticas.
– Es cierto, hay un linkeo pero no es oportunista ni tampoco es “el éxito de la televisión llevado al teatro” (risas). Lo había estrenado en el 2021. Es un espectáculo más chico ya que es un monólogo, pero está presentado sinceramente como lo que es. Soy yo, como una especie de «Enrique Pinti del off» y gira sobre mí historia y la de mi padre. Lo estrené en la muestra “Memorias del Caos” en el 2021 en la Casa del Bicentenario.
– Hiciste sólo dos funciones.
– Si y justamente, mi viejo había fallecido en el 2020. Con este unipersonal, no le temí a lo autoreferencial. Es una autobiografía sincera, grotesca y rota, sobre un lapso de tiempo de cuatro años y cinco aventuras asombrosas que le pasan al personaje que es un “otro Ajaka”. Este monólogo fue lo primero que hice después de la pandemia. Surgió sobre de la base de la realidad y lo concreto del fallecimiento de mi viejo.
– ¿Cambiaste el texto respecto a lo que presentaste en la Casa del Bicentenario?
– Todo el tiempo lo cambio. Si venis otro martes, vas a ver otra cosa. Inclusive, escénicamente hay modificaciones. Hay varias versiones que van saliendo de acuerdo al día. Es el mismo recorrido, con las mismas cinco historias, pero a veces opino más, otras menos. Sinceré más el texto. Lo hice más personal al trabajo con la pseudo autobiografía que hay. Suelo decir que es un rejunte de mentiras, verdades a media y alguna que otra amarga verdad. Por ahí saqué algún dato duro para marcar el contexto y me quedé –o me voy quedando- con lo que resulta más atractivo de contar.
-Lo de “somos todos rubios”, ¿sigue?
– Si. Lo he conectado un poco mejor ya que lo dividí todo en cuatro capítulos bien claros. Queda mejor instalado como iniciador de cada capítulo, de cada aventura. Se conecta con una serie de situaciones que tienen una voltereta. El momento final es muy fuerte ahora. En ese sentido ha crecido. Siempre pienso que, con el monólogo, es como jugar al frontón. Tengo la sensación de que paso un buen tiempo comunicándome con la gente. Puedo hacer uso de mi verborragia y mi histrionismo para entretener un rato.
-Tu papá estaba a cargo de la imprenta y craneaba todo…
– En realidad, me da la impresión que, lo que más le gustaba a mi viejo era la construcción. Incluso más que tener una fábrica. Era una especie de arquitecto frustrado aunque hizo casas, galpones y una estación de servicio en Corro y Aranguren.
– Es la precuela del Ajaka actor…
– Comencé a pensar en esos años previos a hacer teatro y me convierta en este otro Ajaka, aunque seguí laburando 10 años más en la fábrica. Justamente, del 97 hasta el 2001 se revela el verdadero rostro del modelo económico y su injusticia. Crece el índice de desocupación de manera fabulosa. Esto, mientras la gente -todos nosotros- queríamos que cambie todo menos el tipo de cambio. Cuando digo esto, tengo cierta tranquilidad y me siento parte de todos los errores de Argentina. Es más práctico que andar marcando el “yo te lo avisé” o “mira lo que hiciste”. No solo creció la desocupación, sino que el laburo, el trabajador se descategorizó
-¿No se precarizó…?
– Se descategorizó. Me parece más específico. Por ejemplo, vos fabricabas vasos. En los 90, casi ninguna industria argentina podía competir contra Brasil, menos China. No te convenía fabricar porque eran más baratos los de afuera. Entonces, ¿quién va iba a importar esos vasos? Muchos traían los vasos de afuera. Pasó que se cerró planta y mantuvo expedición y depósito. Se echaron a los técnicos, al matricero, al tornero, manteniendo al que no tenes que preparar. Con que esté alfabetizado y tuviese las dos manos, ya estaba. Ahí tenés una baja de categoría. Los que salían del sistema laboral eran trabajadores y en las industrias, eran varones que, en ese contexto, eran el sostén de la familia. Vi decenas de mujeres agarrando su primer laburo a los cuarenta y pico como vigilante de Coto, o cajera del supermercado. El técnico calificado salió de la industria mientras ésta evolucionó por lo que ese técnico no puede volver a entrar.
-Y con la plata de la indemnización…o retiro voluntario….
– …se compra un remise y se pone a laburar de esto, pero carece de la expertise de ser un cuentapropista porque fue un asalariado/empleado capacitado por 30 años. Se encuentra que tiene un auto o un local del que debe pagar un alquiler, cuando, en su momento, agarraba una máquina y creaba/trabajaba. Todo esto precarizó el sistema y descategorizó al trabajador.
-Candente actualidad
-¿Cómo ves la situación del teatro con todo lo que está pasando…?
– Lo dice el cero mismo. Producción de audiovisuales, ya sea cine, tele o plataformas…todo cero. No se puede hablar porque hay cero. Es imposible planificar. ¿Qué te puedo decir si no hay nada? Retomando la metáfora futbolera, nos sacaron la pelota. Si no hay pelota, no hay juego. Asi no se puede pensar nada.
-¿Te sorprende que gente del teatro, del cine, hayan votado esta situación coyuntural?
– No me sorprende nada al respecto…y tampoco, en un sentido, es un problema. Es muy complejo el asunto. No me enojo con el que piensa distinto. Lo que no permito es que me agredan o atropellen mi inteligencia. Coincidir en una posición no significa que lo sea ideológicamente. Lo “anti” cualquier cosa ciega el pensamiento, la reflexión y la posibilidad de diálogo. De ese otro lado hay alguna “figura relevante” al que lo “anti” le obtura todo. Inclusive algunas cuestiones referidas a su esencia…
– ¿Cómo el “votar a tu verdugo”?
– Si…ponele. O apoyar a quien se ha burlado de tu prócer. No me asombra pero de lo humano me resuenan otras cosas. Hay que acostumbrarse a ese intercambio porque sino los que son buenos (o creen serlo), al detentar el poder, pretenden contar solo la propia verdad. Si no aparecen esas exageraciones que nos llevan a creernos más de lo que somos. La verdad, es harto complejo el tema. Hubo logros aquí, a nivel social y de derechos, a la altura del primer mundo progresista. Se lograron y hoy, los poderes económicos los atropellan. Hay que revisar la base de la construcción de muchas cosas para que sean lo suficientemente sólidas, como para que no sean tan fácil atropellarlas. INADI, por ejemplo.
-Si te pregunto por el Colectivo Escalada…
– Tengo pendiente laburar con mi compañía. Esto requiere, por la edad, por la situación tras la pandemia, algunas cuestiones. Somos como un elefante sin ninguna Asociación de Protectora de Animales que nos proteja. Quince personas las cuales no todas viven solo de la actuación. En todo caso, cualquier situación laboral que venga de la actuación o de cualquier lado es superadora a nuestro encuentro porque éste es cero en el mejor de los casos. Nuestra única potencia es escénica y la única retribución es la carne de actuación y la posibilidad de actuar. Para esto, hace falta ensayar mucho. El dilema a superar –siendo yo el responsable mayor al respecto- es que tengo que estar armado estratégicamente. No puedo arrancar como antes que era “zapar” para ver que se hacía. Eso se llama “texto”, que es lo que organiza todo. Pero yo no laburo así sino que escribo “mientras tanto” y no necesariamente con lo que sale de la escena. Necesito ver algo…
– …y a partir de ahí…
-….que no va a ser lo que voy a escribir después. Necesito estar en contacto. Debo resolver este tema y volver a hacerlo. ¿Por qué lo tengo que hacer? ¿Tengo ganas? No se pero soy eso. Es mi esencia. Si no hago eso, dejo de ser quien soy.
-¿Cómo te estas llevando con las nuevas tecnologías? Te vi haciendo algunos videos con Charo López…
-Justo ayer le dije a Lucho Kackzer sobre este tema. Ahora vamos a subir un videíto sobre la obra. Es como dice Bob Marley es “Babylon system is the vampire”. Hicimos un reel y pusimos unos pesitos para difundirlo…La cuestión es que demanda mucho tiempo. Me doy cuenta de eso. Tengo mis días. Me metieron cuando estaba haciendo una novela y me abrieron la cuenta de IG. Ahí quedó. Subo las historias de mis viajes en auto. Es lo más propio que me atrevo a mostrar. Me divierto un poco y me acompaña en el viaje así no me aburro….hasta que se gaste como idea (risas). Soy un señor grande para algunas cosas (risas). A veces me engancho con algunos reels y me entretengo un rato. Lo comparto con mis hijos y me dicen que ya lo habían visto. La verdad, no sé cómo hacen para ver todo…
“Made in Lanus”. Teatro Tabaris. Av Corrientes 831. Miércoles a viernes, 20.30 h, sábados 20 y 22 h y domingos, 20 h.
“La vergüenza de haber sido y el dólar de ya no ser”. Galpón de Guevara. Guevara 624. Martes 20.30 h.