“El Zoo de Cristal” (Teatro)

La vigencia de un clásico

Autoría: Tennessee Williams. Versión: Mauricio Kartun. Con Ingrid Pelicori, Agustín Rittano, Malena Figó y Martín Urbaneja. Diseño de vestuario: Julio Suárez. Fotografía: Nacho Lundadei y Federico Sosa. Diseño de escenografía: Cinthia Chomski. Asistencia técnica: Ramiro García Zacarías y Matias Noval. Diseño sonoro y música original: Silvina Aspiazu. Asistencia de dirección: Carolina Krivoruk. Diseño De Iluminación: Horacio Novelle. Asistencia De Producción: Glenda Aramburu. Diseño gráfico: Stella Maris Santiago. Producción artística y ejecutiva: Alejandra Garcia. Dirección de arte: Stella Maris Santiago. Dirección: Gustavo Pardi

Teatro Picadero. Pasaje Santos Discepolo 1857. Martes, 20 h.

Los clásicos suelen ser difíciles de encarar en tanto su propia condición. Pone a prueba todos los que encaren esta tarea. Directores, actores y/o quienes hacen la versión correspondiente. En el caso que nos compete, hay un equipo serio para llevar a cabo esta labor con una de las obras más renombradas de Tennessee Williams como “El Zoo de Cristal”.

La historia de la familia compuesta por mamá Amanda y sus hijos Laura y Tom sigue resignificándose con el paso de los años. Amanda maneja con mano firme el destino de sus hijos de acuerdo a lo que ella cree conveniente…más allá de los deseos de aquellos. El trabajo de Tom en una zapatería no se condice con su talento como poeta. En cambio, su hermana es una joven tímida que, además, sufre de una pronunciada renguera. Ambas circunstancias son las que mantienen a Laura en su casa, presa de las “sanas” intenciones de su madre.

El mismo Tom es quien lleva adelante un relato atrapante que impacta de manera absolutamente personal a los espectadores. Una familia que refleja a la propia como espejo o metáfora de esa sociedad que se habita. Los roles son bien claros en su planteo, con los matices de cada uno de los personajes. Es ahí donde radica la riqueza de un texto enorme, en este caso, versionado por un Mauricio Kartún que brilla en esta faceta por segunda vez en el año (la anterior fue “Salvajada” en el Teatro Cervantes).

No podemos olvidar que Tom es una especie de alter ego del propio Williams, siendo él mismo oriundo del sur de Estados Unidos. Es una mirada crítica pero no destructiva, que busca una solución a las distintas vicisitudes que atraviesan los presentes. Inclusive, la irrupción de Jim, ex compañero de Tom del colegio, aparece como un momento clave de la puesta.

El contexto es otro punto a considerar. La forma en que condiciona el desenvolvimiento de los cuatro seres que (sobre) viven su existencia. El “afuera”, el “otro”, el “¿qué dirán?” maneja los hilos de la vida de Amanda quien posterga todo en pos de su “ser madre” como fin único en la vida, dejando de lado el “ser mujer”. Ese corset del cual reniega Tom y se resigna Laura, consciente de sus hándicaps y –quizás- del papel que le toca en la ruleta de la vida.

La dirección de Gustavo Pardi es ajustada y precisa. Mantiene su carácter clásico pero le añade frescura en su desarrollo dinámico. A nivel actuaciones, siempre es un lujo ver a Ingrid Pelicori hoy es Amanda, tras haber sido alguna vez Laura. Agustín Rittano y Martín Urbaneja dan crédito a sus pergaminos con personajes que les calzan plenamente. El primero, visibilizando su frustración y el deseo de volar hacia nuevos horizontes y Urbaneja, como el que vuelve desde el pasado para tirar un «F5» y así, barajar y -probablemente- dar de nuevo. Sensible y precisa, Malena Figó es una Laura apocada y retraída, que teme vivir su propia experiencia.

“El Zoo de Cristal” vuelve a la cartelera porteña con una versión muy recomendable que hace honor a su historia. La esencia está intacta y el teatro, agradecido

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