A loco… ¡loco y medio!

Por Alan Robinson *

Es sabido que la política partidaria, sobre todo en tiempos de elecciones, roba recursos de las artes escénicas para hacer creíbles las promesas de los candidatos. Incluso, desde los estudios de Performance, se estudia la teatralidad de los actos de campaña y discursos políticos. En Argentina, la ciudadanía es testigo de cómo se van turnando en el gobierno partidos liberales y populares. Parecen ciclos que se van dando a lo largo de los años. Cada tanto aparecen personajes en la política que proponen nuevas formas y propuestas. Carlos Menem, Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Mauricio Macri, en sus momentos representaban algo novedoso, trasformador o disruptivo. El denominador común es recibir descalificaciones de todo tipo. Así es el poder político.

En la segunda década de este siglo, le tocó ocupar el lugar de la novedad al candidato a presidente Javier Milei, quien inmediatamente comenzó a recibir el mote de loco, delirante y disruptivo. Sin embargo, no hay nada de eso en Javier Milei. Básicamente porque no puede pensar los distintos estratos de una sociedad desde otra perspectiva que no sean las métricas que se utilizan en finanzas. Entonces, nada de lo que exprese sobre “estéticas superiores” puede ser tomado en serio porque, al pensarlas, supone que es un problema del capital cuando, en realidad, es una de las tantas formas de expresión de la cultura.

El candidato de “La libertad avanza” no es un loco ni un psiquiátrico. No tiene contradicciones sino un objetivo que es transformar la economía del país. Está firmemente convencido que el capitalismo es una máquina de sacar personas de la pobreza. El debate de siete horas en el canal de YouTube de diario Perfil que tuvo con Juan Grabois, dejó en claro este punto. De ahí que Milei defienda la legalidad de la venta de órganos, niños y niñas.  Tiene un plan económico y financiero, el cual está dispuesto a implementar si le dan 30 años en el gobierno. El tema es que terminan siendo 30 años de una tiranía.

Poco importa si Javier Milei es neurodivergente. ¿Es distinto en sus formas de expresarse? Sí, es violento, impulsivo, soberbio, intolerante y descalifica constantemente a cualquier persona en los medios masivos de comunicación. Probablemente él mismo ignore el paradigma de la neurodiversidad, que podría haber utilizado en su campaña. Pero no lo hizo. Si lo conociera, quizás diría que es «un robo». Tal como ha calificado en innumerables oportunidades a la doctrina de la justicia social.

Milei no escucha voces ni tiene visiones. De lo contrario nunca hubiera contratado los servicios de un médium para comunicarse con su mascota en el mas allá. Esto no quita que pueda atravesar una crisis nerviosa algún día y empiece a escucharlas. De momento, es un liberal supremacista bajo mucha presión mediática que no está loco ni escucha voces.

En la locura hay estética, poética y ética. Por esto, hay libertad de expresión en el candidato liberal, pero no significa que sus expresiones sean delirantes. Cuando hablamos de «derecho al delirio» como escribía Eduardo Galeano, convocamos una ética, un horizonte posible para todos y todas. Milei expresó impunemente que no le importa la gente que se suicida porque, para él es simplemente una decisión más.

El ex presidente de Uruguay, Pepe Mujica tenía razón cuando aseveró que «el problema son ustedes que le dan importancia» en relación a las diatribas del candidato liberal. No hay delirios ni alucinaciones de momento, en este economista devenido conferencista que ha convencido a un 30% de la población argentina que es posible dolarizar la economía. Lo que si hay es una inhumana, amoral y fría racionalidad de alcanzar el objetivo: capitalizar la cultura de un país.

Hay un consumo morboso de las performances mediáticas del candidato financiero. Se espera el momento de ver el brote psicótico al aire. Los medios de comunicación, incluidas las redes sociales alimentan el morbo día a día para incrementar su audiencia en la competencia en pos de la atención. Son tan violentos como el líder liberal. El periodismo escrito está en vías de extinción. 

No está loco, se hace.

No es loco, parece.

No se volvió loco, todavía…

*Alan Robinson es escritor y director de teatro. Es consultor en neurodiversidad, discapacidad y salud mental.

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