En el quinientos seis y en el dos mil también.
Autoría: Luis Longhi. Con Luis Longhi y Nicolás Cucaro. Objetos: Alejandra Farley y Kati Raggi. Máscaras y maquillaje: Analía Arcas. Pelucas: Myriam Manelli. Diseño de vestuario, luces y escenografía: Rubén Pires. Video y fotografía: Pic By Lis Arte En Imagen. Diseño gráfico: Nahuel Lamoglia. Entrenamiento en danza: Luis Solanas. Entrenamiento musical: Federico Mizrahi y Victor Simón. Entrenamiento vocal: Guillermo Fernandez y Marina Tamar. Asistente de producción: Mechi Lando. Asistencia de dirección: Alma Curci. Dirección: Rubén Pires.
Teatro La Comedia. Rodriguez Peña 1062. Domingo, 18 hs
Está en su camarín. Próximo a salir a escena. ¿Podrá? ¿Realmente lo desea? Hay un piano que espera a sus dedos para que acaricie sus teclas y surja la magia para la creación de un nuevo tango. Allí lo tenemos a Enrique Santos Discepolo en ese momento tan particular que es la previa de la función. Justo cuando la adrenalina debe subir para brindarse por el público.
Esta circunstancia será el contexto en el que nos ubica la puesta para ver como Discepolo saca todos sus fantasmas y los comparte con ese mundo exterior que tiene como testigo a un asistente. No duda en desnudar su alma frente al joven encargado de ayudarlo, antes de salir a escena. Sus recuerdos brotan de sus labios. Dan cuenta de su relación con su hermano Armando –que se hizo cargo suyo tras la muerte de sus padres- como a su niñez. De esta manera, se podrá ver la esencia de Discepolín asi como las contradicciones que sentía respecto de su vida y la coyuntura que lo rodeaba. Sus palabras plasmaban una sensibilidad que no comprendía muchas de las acciones de las cuales era víctima. Es menester recordar que su pertenencia al peronismo y como desarrolló su carrera –Mordisquito de por medio- en la que no ocultaba sus diferencias para con las clases más acomodadas. Los diálogos con su partenaire dan cuenta de un enfrentamiento que sigue al día de hoy que es el de peronismo-antiperonismo. La forma en que interpela Discepolin al asistente es la misma que al día de hoy sigue sin respuesta por parte de aquellos que odian y desprecian sin saber porqué, más allá de sus prejuicios de clase.
La utilización de las máscaras asi como la simple y precisa iluminación serán fundamentales para pasar de un momento a otro. El vestuario responde a lo requerido al igual que los objetos y la escenografía, con el axioma del “menos es más” a la cabeza. El maquillaje es un punto a destacar para lograr una fisonomía acorde al personaje en cuestión. Aquí será donde Luis Longhi se luce con una gran actuación. Puso cuerpo y alma a disposición de un Discepolo de numerosos matices. Longhi hace todo. Actúa, canta y toca el piano, todo de una manera exacta, combinando técnica y sentimiento. Es como si el espíritu de Discepolin se metiese en sus entrañas y guiase sus movimientos. Con precisa interpretación, Nicolás Cucaro es el asistente que está ahí, descubriendo a su ídolo en la pureza de su ser al tiempo que sus propios valores son puestos en tela de juicio tanto por la lógica discepoliana como por las dudas de su propio sentir.
Disfrutable de principio a fín, “Enrique” es un homenaje sentido y absolutamente sincero a una personalidad única de nuestra cultura popular. El aplauso final corona una actuación fabulosa para un artista inolvidable que sigue vigente en su obra.