Un vuelo de calidad
Dramaturgia: Juan Ignacio Fernández. Con Paula Fernandez Mbarak, Pilar Boyle, Marcela Guerty, Clarisa Korovsky, Romina Padoan y Muriel Sago. Asistencia de dirección: Alejandro Guerscovich. Producción: Romina Chepe. Dirección: Guillermo Cacace. Duración: 100 minutos
Apacheta Sala Estudio. Dr. Enrique Finochietto 483. Lunes, 20.30 h y viernes 21 h.
Anton Chejov es de los dramaturgos más populares en estas tierras. Más aún por la cantidad de versiones que hay de su obra. Siempre con una vuelta de tuerca enriquecedora. En este caso, la dupla Juan Ignacio Fernández-Guillermo Cacace realiza una puesta tan atrapante como entretenida. El tratamiento de un clásico que tiene la visión personal de quien realiza la dramaturgia como del director sin quitarle un ápice de su esencia al que dotan de un carácter artesanal.
La sala Apacheta se abre como si fuera una noche cualquiera en el que hay un mix de función y ensayo. Hay algo rico para picar previo al inicio de este “encuentro” (¿). Una mesa de grandes dimensiones brilla con luz propia en la parte más baja del recinto. Las actrices se ubican alrededor de la misma. Los comensales se ubicarán de a poco, detrás o al lado de ellas, obteniendo una vista privilegiada de la puesta. Es ver la “previa” de la creación de una puesta de calidad constituyéndose ella misma en tal, de un valor por demás poderoso. Tal como fue –salvando las distancias- la película “Let it be” –ni hablar del documental “Get back”- respecto a lo que terminaría siendo el disco homónimo de los Beatles.
Las luces bajan y, como quien no quiere la cosa, se procederá a la lectura del texto. Pero ojo, a no confundirse. No es teatro “leído” en tanto conforma una nueva -y personalísima- versión del clásico . La simplicidad de lo visto se contrapone a una complejidad que gira alrededor del desamor y sus derivados, tal como la indiferencia y la ignorancia del mismo. Un elenco plenamente femenino retoma esas relaciones que marchan a contramano de cierta “lógica” humana. Kostia escribe y está de novio con Nina pero no es reconocido por su madre actriz en su labor profesional. ¿Será porque está en pareja con Trigorin, un reconocido escritor? El gran inconveniente es cuando Nina y Trigorin se enamoran cuando se conocen. Todo, bajo la atenta mirada –y reflexión- de Masha, que ama a Kostia en silencio.
La iluminación será lo requerido según el momento del relato. Acompaña y crea los climas adecuados. Lentes, botellas de agua y biromes son objetos que inundan la mentada mesa, siendo fundamentales para la creación del sentido artesanal de la puesta. El ver en primerísimo primer plano las respiraciones y los gestos de las actrices, logran una visceralidad diferente a la que se está acostumbrado. La proximidad del público permite aprehender el texto desde otro lado. Va más allá de la actuación en tanto el espacio despojado. Las palabras penetran en cada espectador impactando de diversas formas. Algunos estarán sentados casi en la punta de la silla mientras otros manifestarán lo ocurrido, con sonrisas y distintos mohínes, quizás, con los ojos cerrados. El poder de la palabra llevado a su punto máximo por un elenco de probadísima calidad.
“Gaviota” se asienta en la calidad del indestructible trío que conforman actuación, texto y dirección para conformar una puesta única e irrepetible. Tal como esos momentos que perduran en el tiempo. Ni más ni menos que la esencia misma del teatro.