Caminata Avon. Rosa, maravillosa.

Desde mi más tierna infancia, relacioné el rosa con las chicas “lindas y perfectas”, las muñecas Barbie a granel y el poder adquisitivo alto. Estas características no me cerraban en una ecuación donde el regalo de la muñeca de Mattel era algo excepcional. Obviamente comprada con mucho esfuerzo, dada mi procedencia de una familia de clase trabajadora, de extracción media.

Texto y fotos: Cecilia Inés Villarreal

Dice una tal Eva Heller que el rosa es “el color del encanto, de la cortesía, de la amabilidad y de la sentimentalidad”. Esta socióloga y psicóloga alemana en su libro “Psicología del color” nos ilustra con que la moda del rosa empezó en 1920 porque anteriormente el rojo se usaba para los uniformes militares y por antonomasia, para los hombres. Moda reformista de por medio y con el adiós a los corsés, la libertad y el respiro se empiezan a sentir en los cuerpos anteriormente constreñidos. El rosa empezó a relacionarse con las nenas y su opuesto, el azul, con los varones. Anteriormente, el azul era el color de lo pasivo, del agua y de la introversión (el principio femenino por excelencia). No es casual que en las pinturas religiosas la Virgen María aparezca vestida con este tono y tampoco es casual que existan nombres como Celeste, Celina y Azul. Como se ve, los cambios culturales no se producen de forma independiente, sino que suceden en medio de un entramado social, político e histórico. Su desarrollo es lento, pero a paso firme.

Toda esta introducción cromática y nerd, es la excusa para hablar de la 16va Caminata Avon contra el Cáncer de Mama, realizada el día domingo 25 de septiembre en los Bosques de Palermo. La distancia de 4.5 km era correcta porque le daba la oportunidad de que participen todos, independientemente del estado físico. Este tipo de distancias se considera participativa, por lo cual, el propósito era pasarlo bien y no competir por llegar a la meta. Más allá del espíritu deportivo y los egos, uno afirma “Hice tal distancia en tal tiempo”.

Ir de Floresta hasta Núñez no fue una odisea. Lo tomé como una excursión, como aquellas del colegio, en la que salir del aula y estar cantando en el micro de Cacho era un soplo de aire fresco. Viajar en el colectivo desde Acoyte junto a mi compañera/compinche de actividad física amenizó the long and winding road. El clima era un tanto invernal. El aire de estudiantina se volvió realidad cuando en la última parada se bajó medio colectivo y ahí se confirmaron nuestras sospechas de que ese grupo enorme de mujeres de las más variopintas edades iban hacia la Caminata. Así como en las películas dicen “Siga a ese auto”, dijimos “Sigamos a este grupo de mujeres en calzas, mochila y campera deportiva”. No había duda. Todas íbamos al mismo destino.

Llegamos. Un mundo de gente. El verde del pasto y el gris del cemento se mezclaban con las remeras de un rosa saturado divino. ¡Ah no! Vayamos a confirmar la inscripción y retiremos el equipo con la remera. El misterio del kit… ¿Qué tendrá? ¿Toallitas, algún cereal?  Tras una espera bastante ágil, confirmamos la inscripción y a la vuelta, retiramos todo. Había filas separadas por el talle. Remera adentro. Ahora sí, vamos a ver el kit. Fue una sorpresa hiper agradable cuando encontramos la bebida isotónica popularizada por Bilardo, cremitas de manos, muestra de perfumes y toallitas.

Dalia Gutman y a Daniela Fernández ocuparon el centro del escenario arengando a la marea rosa, con el volumen de los parlantes a tope al ritmo del pop y del reggaeton. Un dejá vu de esas primitivas clases de aerobics de mi adolescencia pasó por mi mente cuando hicimos el precalentamiento. Me reí mucho haciendo un veloz racconto de la evolución de la gimnasia que, no solamente en esta área sino en muchas, el refrito es ley.

Luego de saltar y de dejarse llevar por la adrenalina de las carreras, fuimos hasta la largada a seguir escuchando música y a hacer la clásica cuenta regresiva de 30 segundos para darle inicio formal a la caminata. Mientras tanto, a nuestro alrededor había mujeres de todas las edades así como a algunos varones, pero lo más emocionante fue ver a mi lado a una joven con un pañuelo en la cabeza. Seguramente haya sido una de las que le ganó al cáncer y está con nosotras a punto de compartir esta caminata como un triunfo.

Hace 16 años que la Fundación Avon realiza esta caminata y la iniciativa es muy loable. Asimismo, desde 1999 la Fundación  tiene como promesas ponerle fin a la violencia contra mujeres y niñas, a través de su visibilización y ganarle al cáncer de mama, mediante la concientización y la detección temprana.  El premio Fundación Avon reconoce a las mujeres que lideran proyectos sociales que puedan marcar la diferencia en sus comunidades.

El paisaje calmo del lago y el sol tímido de una primavera incipiente asomaban mientras estábamos dando la vuelta y llegando a la meta. Se nos ocurrió mirar hacia atrás y nos quedamos atónitas por la cantidad de participantes. Éramos muchas, después me enteré que habíamos sido diez mil. Un número inconcebible e inimaginable. Remeras rosas marchando a diferentes pasos, con charla de por medio y un público animando detrás de la valla, conformado por familiares y seres queridos que habían hecho el aguante a las protagonistas de esa mañana. A escasos metros de la meta, se veía a un grupo de personas haciendo flamear unas banderas, lo que me hizo acordar el video de “High hopes”, un tema de Pink Floyd. En mi mente la escena se daba en cámara lenta.

Finalizamos. Un par de promotoras nos esperaban con fruta, agua mineral y más bebida isotónica de naranja. Ahora había que bajar las revoluciones e iniciar el camino de regreso hacia el oeste. Fue gratificante haber sido parte de esta caminata para ayudar, visibilizar y brindar información. Se trata justamente de eso, de crear conciencia, promover la vida sana y seguir tejiendo una trama de mujeres que se ayudan en todo sentido. Puede ser tu mamá, tu hermana, tu amiga, tu compañera de trabajo, una vecina. Desde tu círculo más íntimo al más lejano ya sea poniendo la oreja, prestando atención, o simplemente, estando y apoyando. El tiempo, ¡divino tesoro!

Son increíbles todas las connotaciones emotivas y psicológicas que despierta un color, ¿no? El rosa, acusado de frívolo, se ha reivindicado. Todo depende de la percepción de cada uno. Algo así había dicho, con toda razón, Steven Tyler con el clásico “Pink”, de Aerosmith: Pink, it was love at first sight/Yeah, pink, when I turn out the light/And pink gets me high as a kite

En esta época de parafernalia e impacto visual que los titiriteros del marketing y de la publicidad manejan muy bien, los colores son centrales al momento de enarbolar una causa. La inmediatez y el multitasking exigen el parpadeo. Que en pocos segundos “se entienda el concepto, relevancia y pertinencia” decían en mis clases de Campañas Publicitarias. Hay que elegir bien. Saturación, brillo y tono, con el Pantone a mano. Las letras también son un arma de comunicación visual. Seleccionar con precisión qué se comunica y cómo. No subestimemos a las hermanitas incomprendidas llamadas Semiología y Semiótica. Se las tilda de difíciles y de elitistas pero tienen mucho para brindar.

Para leer más sobre la Fundación Avon, ingresá a www.fundacionavon.org.ar

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