“Ha muerto un puto”. (Teatro).

Soy lo que soy

Guión y dirección: Gustavo Tarrío. Con María Laura Alemán, Vero Gerez y David Gudiño. Diseño de vestuario y utilería: Paola Delgado. Carpintería: Facundo Varela. Autoría de Canciones: María Laura Alemán. Diseño de Iluminación: Sebastián Francia. Entrenamiento y asistencia de dirección: Florencia Schrott . Fotografía de obra: Martina Perosa. Duración: 70 minutos.

Sala Arthaus Central. Bartolomé Mitre 434, CABA. Sábados y domingos, 20.30 hs

El arte no puede estar exento de su coyuntura. De una u otra manera suele aludir a la misma. Inclusive si fue concebida en otro tiempo para dialogar con el presente. Algo de eso hay en “Ha muerto un puto”, de Gustavo Tarrío. Desde el mismo título, se planta bandera con una frase fuerte que atravesará los 70 minutos de puesta.

Un piano, un escenario y una pared que funciona como pantalla son el marco para que el espíritu de Carlos Correas se haga presente en este 2025 que busca atrasar el reloj de la obtención de derechos. Será en esta caja oscura que, de a poco, la historia de Correas se visibiliza. Su obra artística y su pasión, indivisibles una de la otra, se despliegan como alas a punto de volar. Tal como debe ser.

El dato frío de la bibliografía informa que Correas fue quien pergeñó el primer relato homosexual de la historia argentina con su cuento “La narración de la historia”. Erotismo puro en un beso que es condenado a prisión bajo el cargo de “publicaciones obscenas”. El poder reprime todo aquello que sale de la matrix conservadora que pide reproducción constante y creación propia mínima. Esto, en 1959.  Después, la vida continuó por otros carriles que incluían reseñas propias sobre el cine, la política y la televisión. Siempre bajo el tamiz de la mirada aguda y ácida de quien posee ese don de “yo nací para mirar, lo que pocos quieren ver”.

Tarrío conformó un texto que hace justicia no solo a lo realizado por Correas sino que, le añade a la sensibilidad del autor, la suya propia. Pero ojo, la enriquece y la potencia. Textos e imágenes se mixturan en una poderosa creación de sentido. Tal como la frase eterna del Flaco que pregunta “¿quién resistirá cuando el arte ataque?”.

Suena la música y el trío conformado por los excelentes María Laura Alemán, Vero Gerez y David Gudiño llena el escenario con el legado de Correas. Cada uno tendrá algún aspecto de un artista de múltiples inquietudes. Alemán se ubica detrás del piano, con melodías sutiles como estandarte. La dupla Gerez-Gudiño pondrán sus cuerpos a disposición de esta reivindicación de Correas. Gerez, con su fuerte presencia escénica y Gudiño, ratificando su calidad interpretativa (agenden que vuelve su excelente unipersonal «El David marrón»).

Danza y palabras, postales de otros tiempos que dialogan con el presente y apelan a la atención de quien está sentado en la butaca. Es resaltar a la persona en todo su ser, sin ataduras en tanto a quien amar o como vivir su vida. Quizás llega tarde pero, al menos llega. Un acto de justicia (¿y venganza? –que tampoco estaría mal llegado el caso) en el formato de performance teatral

A caballo de su talento, Gustavo Tarrío volvió a concebir una puesta tan poética como precisa en su planteo. Teatro en estado puro que mira hacia adentro para reflexionar sobre la identidad de cada uno. Con sus luces y sus sombras pero siempre con el derecho de vivir la vida sin someterla a comicio público. Usar la libertad -palabra banalizada por los liberotarios de turno- para vivir, sin ataduras, en la plenitud del propio ser. En tiempos de líderes retrógrados y obtusos, que tienen a la cultura como enemiga, “Ha muerto un puto” reivindica una identidad, una forma de vida y, por sobre todas las cosas, al arte.

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