“Inmaduros” (Teatro)

Un boludo alegre

Autores: Juan Vera y Daniel Cúparo. Con Adrián Suar, Diego Peretti, Patricia Echegoyen, Fernanda Metilli, Jessica Abouchain y Carla Pandolfi. Voz En Off: Andrea Politti. Dirección: Mauricio Dayub. Asesoramiento Artístico: Pablo Codevilla. Coordinación Técnica: Andrés Gaudenzi y Jose Luis Cardenas. Diseño De Escenografía: Jorge Ferrari. Diagramación: Pablo Bologna. Diseño De Iluminación: Matias Sendon. Fotografías: Machado Cicala. Diseño De Sonido: Gastón Briski. Música Original: Diego Monk. Diseño De Vestuario: Jimena Bordes. Diseño Grafico: Protto Esnaola. Prensa Y Comunicación: Vanesa Bafaro. Producción Ejecutiva: Edgardo Ariel Alba. Producción General: Adrián Suar – Nacho Laviaguerre

Teatro El Nacional. Av. Corrientes 960.

Las parejas desparejas de amigos es un tema que, por más remanido que sea, no implica que no tenga éxito. Esos opuestos que se atraen por una circunstancia determinada que revive el calor de la amistad a través de los años, vuelve a ser de la partida. Tal es el caso de Alfi y Fideo, dos amigos de la infancia con profesiones y visiones diferentes de la vida. El primero, publicista de buen pasar económico, alejado de cualquier tipo de compromiso afectivo más que consigo mismo. Vive en una casa “inteligente”, con todas las comodidades que brinda la tecnología. En cambio, el segundo es un psiquiatra recién separado de su esposa, tras 25 años de matrimonio. De más está decir que Fideo va en busca de Alfi para que le de cobijo en un momento tan difícil de su existencia.

El texto tiene la virtud (y la contra) de ser efectivo solamente en aquello que –pareciera- tendría que ser su único objetivo: hacer reir y pasar el rato. Si bien es eficaz al respecto, tira ideas por demás interesante a considerar. Veamos, el mantener la vitalidad siendo consciente de la edad que se tiene, los miedos ante circunstancias tan sorprendentes como aciagas y el hacerse cargo de la máxima ricotera de “vivir solo cuesta vida”.

Lamentablemente, agarra colectora en pos de llegar rápidamente a la risa fácil sin mayor profundidad. Una cosa es un humor “blanco” y otra muy diferente es caer en un complejo de Peter Pan eterno, riéndose de lo patético, sin ninguna ironía ni parodia. Por el contrario, se lo postula y exacerba. La huida hacia adelante que le propone Alfi (una versión devaluada y naif del Alfie que hicieron Michael Caine y sobre todo, Jude Law, aunque sin el cinismo de éste) a partir de conocer mujeres para “divertirlo”, termina siendo un boomerang.

El dibujo de los personajes es estereotipado y tensa la capacidad de los actores. El oficio de Diego Peretti y Patricia Etchegoyen puede sacarle algún jugo a sus criaturas. Carla Pandolfi tiene un buen giro, pero Jessica Abouchain y sobre todo, Fernanda Metilli quedan en una caricatura de lo que podría haber tenido un gran desarrollo. Sobre todo, en el caso de Metilli que cae en todos los lugares comunes de lo que (se cree saber -desde afuera-), sería «una militante feminista».

Adrián Suar vuelve a hacer por enésima vez ese personaje de “perdedor” simpático. Lamentablemente, cansa y más aún si encima, lo convierte en un pendeviejo que se peina para la foto de todos los cachetazos que recibe de quienes –dice- que lo quieren. No es lo mismo frivolidad que deseos de vivir lo mejor posible con una mirada optimista. Alfi es frívolo y vacío con un guiño a cierto progrecheto que siempre se queda a mitad de camino de todo. El que repite frases hechas retomando a Osho (¡nada de Foucault, Nietzsche o Arendt, eh!), con la profundidad de una pileta vacía y se convierte en un fiel representante de una modernidad líquida.

El público aplaude y ríe. Seguramente la habrá pasado bárbaro pero no está mal preguntarse de que se ríe la gente. Más aún cuando hubo un tiempo, no muy lejano, en que se hizo “humor” a través de la burla al débil, cámara oculta mediante. Recuerdo cuando el humor era corrosivo y ponía en jaque a los poderosos. La revancha frente al poder. Ahora, postula como salida a una sociedad caníbal y banal, el convertirse en un boludo alegre. Después no nos quejemos de las sociedades que tenemos.

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