Pablo Rotemberg creó una puesta en la que la visceralidad y la travesura no exenta de ironía y cierta maldad están a flor de piel. Los desnudos están ahí porque están. El tan mentado “desnudo cuidado” aquí pasa a ser una anécdota ya que el desnudo es parte fundamental de la puesta en la que las medias tintas no son bienvenidas.La música es fundamental para que el desarrollo sea dinámico. Las sensaciones de incredulidad frente a lo que se ve al tiempo que se pide por más, en medio de una vorágine sónica es moneda común en este espectáculo.
Después de la sorpresa (o duda o incluso pudor) del principio, el espectador es atrapado por las coreografías, los textos –mínimos y exactos-, la música y las luces de un elenco fantástico que extendió los límites propios en tanto comprensión del objeto teatral. Ellos entran, salen, bailan, se retuercen, en un bombardeo constante de contenidos varios, que explotarán en las retinas y cráneos de los presentes. Cuando se rompen moldes con ideas y creatividad, más allá de la tan mentada –y vituperada- “ruptura estilística”, la alegría y satisfacción de haber presenciado dicho acto, no tiene parangón alguno.
El tiempo pasará y muchos recordarán cuando vieron “La idea fija”. Ojala que todos los que vayan a hablar de este espectáculo sean sinceros y lo hayan presenciado realmente. Caso contrario, el sábado que viene tiene una cita impostergable.