“La mujer fantasma” (Teatro)

El alma al aire

Dramaturgia y dirección: Mariano Tenconi Blanco. Elenco: Mamen Duch, Marta Pérez, Carme Pla y Àgata Roca (Compañía T de Teatre). Músicos en escena: Ian Shifres (piano) y Lucía Gómez (violonchelo). Voz en off: Elisabet Casanovas. Dirección técnica: Jordi Thomàs. Ayudante de dirección: Anna Llopart. Coreografía: Vero Cendoya. Dramaturgista: Carolina Castro. Caracterización: Eva Fernández. Vídeo: Francesc Isern. Sonido: Damien Bazin. Iluminación: Matías Sendón (a partir del diseño original de Jaume Ventura). Vestuario: Alejandro Andújar. Música original y dirección musical: Ian Shifres. Escenografía: Rodrigo González (a partir del diseño original de Alejandro Andújar). Producción artística Compañía Teatro Futuro: Carolina Castro. Duración: 100 minutos 

Teatro General San Martín. Avda. Corrientes 1530. Diez únicas funciones: jueves 13 y viernes 14, 20.30 h. Sábado 15, 17.30 y 20.30 h. Domingo 16, 20.30 h. Martes 18 y miércoles 19, 20.30 h. Sábado 22, 17.30 y 20.30 h. Domingo 23, 20.30 h.

El mundo femenino y el teatro, un vínculo pleno que se resignifica y potencia a medida que pasa el tiempo. Más aún en relación con la coyuntura actual, por más que la acción teatral se desarrolle en otro tiempo. Es lo que ocurre con “La mujer fantasma”, que se desarrolla en la España de los años 70. Cuatro maestras que se encuentran en instancias críticas de sus respectivas existencias. Circunstancias en que deben, no solo tomar decisiones sino continuar sus propias vidas. En ocasiones, en relación próxima con seres queridos. En fin, la vida misma.

Delia, Lena, Iris y Nadia, de a una, van contando sus historias, Quien quiera oír, que oiga, y todos escuchamos la narración. Oídos y mente abierta frente a lo acontecido, con ese humor que se acerca a una sonrisa cómplice y comprensiva, más que a la carcajada. Peripecias varias que ponen la lupa en el hecho en sí como en los replanteos disfrazados de (auto)crítica. Es la lucha del “deber ser” –crianza de por medio- y el deseo personal. Mientras Delia fue abandonada por su marido por una argentina que gusta del rock, Lena cuida a su madre enferma y se enamora del médico que la atiende. El amor prohibido que vive Iris con otra mujer y el brote nervioso del cual se recupera Nadia completan el relato.

Con momentos bien delimitados, se inicia una segunda parte que ubica la acción en el deseo de las maestras de hacer “Macbeth”, el reconocido texto de William Shakespeare. Todo, bajo las pesadas y dolorosas vivencias que arrastraba el cuarteto de docentes. Es aquí cuando, paradoja mediante, hace su entrada el teatro. Pero va más allá de cualquier regodeo endogámico. Es su visibilización como arte sensible. El que sana y cura, nutre y enriquece, con la emoción a flor de piel pero sin caer en la sensiblería lacrimógena. Es ver las cicatrices de heridas pasadas, con la plena satisfacción de haber sorteado precipicios y derrotado «fantasmas» varios. Los que habitan las vidas personales como en el teatro mismo, dos esferas en simbiosis permanente.

El linkeo automático que surge de las ricas palabras y situaciones ocurridas sobre tablas, con la coyuntura actual, es automático. La forma en que se hace frente a circunstancias personales y sociales, es clara. El mundo interno y externo de las mujeres, se extiende hacia otros horizontes. Las relaciones personales, el amor, el deseo y el trabajo. Una decisión siempre trae consecuencias futuras. Los planteos que llevan a cabo estas cuatro maestras, de rica existencia, inquieren desde la distancia que dan los años. No olvidemos una actualidad que, pareciera, volver hacia atrás el reloj en tanto retroceso en cuestiones sociales y políticas. En este caso, el teatro se hace cargo de su lugar y lo manifiesta con arte y poesía.

La pluma de Mariano Tenconi Blanco pone su sensibilidad a disposición del mundo femenino al que plasma con sensatez y su sentimiento. La escenografía blanca y austera a primera vista, cumple con todo lo requerido para un armónico desarrollo de los acontecimientos. Lo mismo puede decirse de la acertadísima música en vivo (pergeñada con la reconocida sabiduría de Ian Shifres) y las imágenes que acompañaban los hechos. Otro tanto puede decirse de la coreografía ideada por Vero Cendoya (creadora de la excelente “La partida”, puesta que se presentó en el FIBA 2017) y el detalle de la voz en off de Elisabet Casanovas (reconocida actriz, popularmente conocida por la serie «Merlí» -Netflix-) Mamen Duch, Marta Pérez, Carme Pla y Àgata Roca, integrantes de la Compañía T de Teatre, llevan a cabo actuaciones de excelencia, con todos los matices que requiere el texto.

“La mujer fantasma” es de esas puestas que calan de manera profunda tanto en el cerebro como en el corazón. El impacto es fuerte y reflexivo, de esos que perduran más allá del término de la función. Inclusive, no sería raro concurrir nuevamente a la sala Casacuberta para deleitarse con esta puesta. Al fin y al cabo, es teatro en estado puro.

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