Nadie se atreva a tocar a mi vieja
Dramaturgia y Dirección: Eugenio Soto. Con Pedro León Alonso, Paula Baigorri, Lucas Delgado, Darío Pianelli y Bianca Vilouta Rando. Diseño de Espacio Escénico: Félix Padrón, Nicolás Botte y Eugenio Soto. Realización de Escenografía: Nicolás Botte. Diseño y Puesta de Luces: Aquiles Gotelli. Diseño de Vestuario: Silvia Luzuriaga. Realización de Vestuario: Romina Vi. Entrenamiento Musical y Vocal: Pedro Berreta, Camila Warner. Diseño Gráfico: Pedro León Alonso. Ilustración: Julia Pérez Ortego. Fotografía: Mariano Martínez, Selene Scarpiello. Asistente de Dirección – Producción: Carolina Di Meglio. Duración: 85 minutos.
Teatro del Pueblo. Lavalle 3636. Sábados 19 hs.
Todo comienza desde el mismo instante en que se ingresa a la platea. Una luz tenue da cuenta que la noche externa continúa en el escenario. Campo y tragedia, verso de carácter lúdico como forma de llevar adelante un relato atrapante. La aridez de Santiago del Estero es el marco en el cual se desarrolla una acción no exenta de humor y sarcasmo. Es ese no-tiempo en el que la vida y la muerte juegan una partida de ajedrez de resultado incierto.
Un hombre joven, de nombre Santiago, cava una tumba, con tamaño justo para depositar allí el féretro que cobijará a Doña Rosa Quiroga, su mamá.
Lo dicho es solo la punta del iceberg de una serie de enredos y situaciones que tensionan ese límite de lo posible y lo irreal. La fábula de una madre que no quiere dejar la tierra de los vivos en tanto no haya justicia para su causa.
Serán los hermanos Carón, venidos del inframundo de la muerte quienes deben acompañar al difunto de turno -en este caso, Doña Rosa- a su descanso eterno. Munidos de bombo y guitarra para ponerle algo de ritmo a la situación, llevan adelante una misión a la que están condenados por toda la eternidad.
A partir del poema de San Juan de la Cruz para titularlo, el texto pergeñado por Eugenio Soto da a luz una historia que combina las tradiciones campestres con un lenguaje de ingeniosas rimas sin caer en la solemnidad. Zambas y vidalas ubicadas en momentos exactos para potenciar la acción al tiempo que le brindan dinamismo a la puesta. Los hechos se desarrollan con precisión, donde todo está en su lugar. El trabajo de vestuario y escenografía son puntos a destacar. Las actuaciones son exactas a lo requerido con los puntos más altos en Pedro León Alonso y Paula Baigorri como los hermanos Carón –un dúo tan delirante como preciso en tanto metrónomo de la obra- y la elocuente Bianca Vilouta Rando como esa Rosa Quiroga de venganza desear desde un lugar (o persona) por demás inesperada.
Se termina la función y el aplauso es tan poderoso como reconfortante. El saludo final es el cierre de una puesta que termina siendo una experiencia potenciada por la ausencia de teatro por cortesía del covid-19. No solo queda la obra revoloteando en la cabeza sino que se sugiere brindar esa ofrenda de la que se ha hablado, que incluye vino y empanada. Es el broche final para terminar una noche de sábado con teatro de calidad y una sonrisa que tendrá su corolario en la recomendación del espectáculo.