El guiño constante
Texto: Gustavo Cornillon. Adaptación: Paula Castagnetti, Alejandra D’Agostino, Germán Rodríguez y Alejandro Schiappacasse. Con Paula Castagnetti, Alejandra D’Agostino y Alejandro Schiappacasse. Vestuario: Laura Etcheverry y Inés López Vicente. Diseño de escenografía: Julieta Potenze. Diseño de luces: Sergio Cuchiara. Música original: Caio Kosiner. Diseño sonoro: Nicolás Gallo. Realización escenográfica: Ariel Vaccaro. Diseño gráfico: Paula Castagnetti y Nicolás Gallo. Asesoramiento artístico: Alejandro Schiappacasse. Producción ejecutiva: Miguel Angel Ludueña. Dirección: Germán Rodríguez.
Teatro del Abasto. Humahuaca 3549. Miércoles, 21 hs.

¿Ideas? Muchas. ¿Ironía? Aún más. En “Maravillosa infancia artificial” no queda nada librado al azar. Esto no quita que uno que se encuentra allí sentado, quede boquiabierto y sorprendido. Todo, gracias a puesta dinámica, irregular, corrosiva y graciosa.
¿Mucho adjetivo para un primer párrafo, no? Correcto, pero hay un motivo al respecto. Desde el momento en que se ingresa a ese laboratorio, se ve a dos mujeres de guardapolvo blanco y un soldado encerrado en un receptáculo de cristal. Allí, se da comienzo a una montaña rusa de alusiones varias y delirios que no están lejanos de una realidad tan palpable como oculta.
Liz y Ann son las dos científicas a cargo de “curar mentalmente” a soldados norteamericanos, heridos en el frente de combate, en su lucha por “la libertad de los pueblos”. Será esa cura la herramienta para el eventual “borrado” de los acontecimientos –carnicerías- que se vivieron en el campo de batalla para volver al mismo sin un atisbo de culpa o remordimiento.
El cariz político de la relación científicas-soldado y el fín por el cual ellas trabajan en ese laboratorio, es una marcada crítica a una coyuntura internacional. Más aún, cuando se enarbole en vano el nombre de “la democracia” para someter a pueblos y culturas enteras. No obstante, ellas –que son hermanas- tienen en mente un plan aún más secreto y personal el que llevará la obra por otros carriles más personales e íntimos.
El ritmo vertiginoso del primer momento, menguará a partir de la inclusión de los deseos personales de las hermanas. Es el momento en que la música hace su aparición con sapiencia y bonhomía. El relato musical que realizan Liz y Ann de su situación personal abre otro vínculo con el espectáculo mientras termina de abrir los interrogantes que estaban atravesando la obra. La manipulación de la memoria y de la culpa, el egoísmo al utilizar el conocimiento para beneficio propio y la importancia de lo ocurrido durante la infancia, trasciende la cuestión política al tiempo que cambió la arena de combate. Se pasó de una selva o un desierto a la mente de cada uno de los personajes, amén de los espectadores que tendrán sus visiones personales al respecto.
La escenografía, blanca e insípida, ubica en su justo lugar al laboratorio. Las actuaciones son correctas a los requerimientos de una dirección exacta. El riesgo adoptado en su concepción, es para aplaudir aunque el camino de la experimentación aún brinde capítulos para seguir transitando. Un «golpe de horno» sería necesario para que tenga una cocción justa y se asiente en sus propios parametros.
“Maravillosa infancia artificial” plantea preguntas sobre aspectos por demás diversos con una puesta interesante que vale la pena presenciar.